Historia / Referencias históricas


 

Fuente: Lancelot 21-05-04

Resulta que antiguamente no había médicos en los municipios de interior y sólo había alguno en la capitalidad de la isla y concretamente en la isla de Lanzarote, se ubicaban más bien en Arrecife.

Cuando se presentaba una enfermedad era muy difícil acudir al médico, ya que había que ir a Arrecife en unas situaciones pésimas, montados a lomo de camello, burro o en un carro, o avisar con alguien para que el médico pudiera venir siquiera al siguiente día porque es que no había otra cosa. En estas situaciones algunos enfermos que se llevaban al médico morían por el camino.

En muchos de los casos se acudía a los curanderos de la localidad más cercanas, y así atendían los casos de Mal de Ojo, con los santiguados, otros casos del Pomo, que se decía que tenía la máquina descompuesta y también se atendían los casos de Desconche, Lamparón y otros diversos, y en especial se atendía en casos de urgencia las pulmonías y pulmonías dobles, mediante una cortada en la espalda para quitar sangre al paciente y así muchos escapaban.

Era una desgracia vivir en esa situación, y así se consideraba que de los niños que nacían, aproximadamen­te la mitad de ellos fallecían en edades muy tempranas, de días, meses o poquitos años, y se decía "que a un niño una nada se lo trae y una nada se lo lleva", y proliferaban las fiebres y los problemas digestivos por las comidas inadecuadas, que provocaban unas diarreas incontrola­bles, e incluso la leche de la madre, y a veces por las impurezas de las aguas, sarampión, tifus, viruela y otros, e incluso algunos morían en el parto.

El Municipio de Haría contó con un médico interino en el mes de abril de 1904, que vino a ser precisamente un hijo del pueblo, llamado don Francisco Hernández Arata, proce­dente de la Villa Dolores, conocido por don Paco Fierro, el que por cierto manifestaba que no le gustaba mucho la profesión por ese montón de desplazamientos que había que hacer sin medios para nada. Estaba previsto que atendiera el municipio en las mejores condiciones y en cuanto a Mala se le tenía predestinado que lo atendiera los sábados y domingos.

En los motivos de defunción que aparecen en los asientos registrales en el Registro Civil, en los años 1870 y hasta fin de siglo, al no haber médico en la localidad, firmaban dos testigos que se responsabilizaban de que determinada persona había muerto de tal o cual enfermedad y era suficiente para enterrarlo porque no había otra cosa mejor.

Vayan unas referencias sólo a modo de muestra, de lo que se hacía constar como causa de fallecimiento: Mal de vejiga, contagio, de un ahogo, de un dolor debajo del arca, de una solitaria, herida en una pierna, nacer antes de tiempo, crup en los niños, enfermedad ética, constipado mal curado, de unas viruelas en el cuerpo, de un tumor en su interior, calenturas, irritación de estómago, leche ruin (niño), raquitismo, gástricas.