Geografía/ Datos geográficos

 

 

(Reportaje por: ANGEL ACOSTA)
EXTRACTO: "MIRADOR DE CANARIAS"
REVISTA GRAFICA. Nº. 26 FEBRERO - MARZO, 1942 AÑO III
DIRECCIÓN: COMBATE, 9, 2º. DERECHA
SANTA CRUZ DE TENERIFE
PRECIO DEL EJEMPLAR: DOS PESETAS
JORNADAS DE CURIOSIDAD Y ADMIRACIÓN POR LA ISLA ORIENTAL DE LANZAROTE.


No queremos que la capital nos embarque con la simpatía de su red callejera animadísima y con la bruja atracción de sus bellas mujeres, que parecen móviles flores conque se adorna esta mañana luminosa de febrero. Nos atrae el campo, esas extensiones de cultivo tan celebrado, esas montañas con secretos de fuego y con hopalanda labrada en verdeantes y rectangulares lienzos de vertiente. Llámanos imperiosamente la original naturaleza lanzaroteña, que en el interior de sus tierras blancas, pardas o azuladas por la distancia entona el mágico canto de su triunfo agrícola.

Y salimos hacia Haría, el vergel isleño, la mimada zona de las aguas y de la fecundidad vegetal. Al correr del vehículo nos coge una aridez insospechada en las afueras de Arrecife. Pero es cosa de unos momentos. Enseguida, la placentera Guatiza, tierra de buen trigo, se nos anuncia con los primeros sembrados y con su núcleo de viviendas blancas, achatada. La construcción común, la vivienda campera de Lanzarote, es sencilla, graciosa y a la par austera. No busquéis tejado a dos aguas. La casa se techa horizontalmente siempre, y sólo las iglesias, que aparecen como monumentos mayores pueblerinos, levantan la espina dorsal de un diedro de techumbre, todo blanco, de cal, aunque finge ser montículo de nieves.

Pasa Guatiza e internamos el afán curioseador por las planicies que circundan a Mala, otro pago sencillo avecinado a algún monte solitario. Ya por estos parajes te encuentro, florerita blanca de la arveja, multiplicándole infinitamente en abundantes sembrados. También a ti, mata diminuta y sensible de la lenteja, con tu floroncillo verde, temblante, como un nervioso pajarillo en descanso...y estáis asimismo acá y allá vosotros, mojones característicos de este campo, piedras montadas unas sobre otras hasta formar verdaderas agujas en equilibrio inverosímil.

Raudamente pasamos. Y ahora, un cruce de carretera, ramal hasta el puertito de Arrieta, que aparece como sumido, allá abajo, a unos cientos de metros, en la avidez celosa de un mar inquieto. Desde ahora, remontando cuestas, ganando altura por el cordel de la pista que se fatiga, blanca y elegantemente tendida en curvas, hasta rendirse ante Haría y sus palmeras. Llegamos ante este pueblo hermoso, que supo sabiamente escoger para su asiento una cuenca fértil entre montañas. Cuando penetramos, creemos hallarnos, por la magia de las palmeras, esbeltas (en la extensión del valle, en los montes, en las vertientes), dentro de un lugar de antiquísima, historia, zigzagueando entre columnas aún en pié sobre las ruinas. ¡Palmeras rectas, numerosas, de la campiña de Haría, que os extasiáis en todo el contorno como inconmovibles centinelas! En un atardecer suspenso-aire durmiente, sol marchado, penumbra de occidente a punto de fechar su entreabierto portal-, el pueblo tiene un sabor a milagrería rural que se escondiera tras la plácida faz de las viviendas. Esta noche, nuestro sueño se urdirá en tan augusta calma, en su seno de Arcadia feliz, al conjuro de una hospitalidad perfecta. Esta noche, nuestro descanso tendrá sabor a infancia trasplantada felizmente a aun mundo venturoso.

El caudal de amistades ha crecido para nosotros aquí. Hay un grato acoger de estas gentes que de su campo y de su primaveral serranía aprendieron una permanente disciplina bondadosa. Recordemos: don José Cabrera Candales, Secretario del Ayuntamiento y rememorador de viejos tiempos tinerfeños que conoció; D. Gabino Hernández, campechano señor solterón que tal pronto atiende a su fábrica eléctrica y a su molino harinero, como brinda su simpatía a amigos y foráneos, en trelazándola con copitas de coñac; don Manuel de León Franchy; don Antonio Ramírez; teniente D. Bernardo Martínez Pardo; D. Aquilino Rodríguez, dueño de la fonda, a quien debemos manjares exquisitos y placenteras horas de distracción. Y luego, el bondadoso sacerdote y párroco de Haría, D. Juan Arocha Ayala, amigo de la infancia, notable escritor que ha contribuido a propalar la historia eclesiástica de su parroquia a través de artículos documentadísimos...De todas estas personas, así como estas personas, así como de otras muchas, incluyendo a virtuosas damas que se desvivieron en obsequiarnos como dueñas de casa ejemplares, guardamos un profundo recuerdo nutrido de dulce añoranza.¡Dichosas horas armoniosas, de gran huella inolvidable!.

Una mañana, con el señor Cabrera Candales y el párroco, señor Arocha, llegamos al extremo norte de la isla, para dar vista, desde el Risco (unos 300 metros de altura), a la maravilla de los islotes. Antes, cruzamos por el pago de Máguez, un bello rincón campesino, jugoso, donde buenas y sencillas personas nos acogen y obsequian con algunos productos de la tierra, y donde podemos admirar la elegancia y belleza de varias jóvenes que pudieran ser prototipos de la muchacha lanzarotena. Y tras de dejar atrás la Corona, el vórtice volcánico que sembró de escorias en su tiempo un extenso territorio de esta zona (justamente llamada Malpaís), llegamos a Yé, por cuyas cuestas linderas ascendemos hasta alcanzar el milagro del mar a nuestros pies.

 

LOS ISLOTES

Abajo está el Río, esa elogiada manga de mar que, efectivamente asemejándose a una caudalosa corriente de río de primer orden, besa toda la longitud de la Graciosa y el litoral frontero lanzaroteño. El Río, famoso por su profundidad, capaz para fondeadero de centenares de buques del más alto porte, y lugar siempre encalmado como un abrigado puerto que, a haberse ideado artificialmente, no hubiera quedado tan perfecto como lo lanzó la naturaleza para admiración de los contempladores.

Pero el conjunto es mucho más admirable. Es que tenemos ante nosotros esos islotes con que tantas veces habíamos soñado, incluso desde niños, cuando en la escuela se nos hablaba de las seis islas desiertas de Canarias: Alegranza, Graciosa, Montaña Clara, Roque del Este, Roque del Oeste e isla de Lobos... Todavía parece estar vibrando aquella cantinela escolar en nuestros oídos, llegando ahora desde aquella época en que teníamos que contentarnos con la evocación de unos nombres. Y hasta ahora, vacio permaneció en nuestro intelecto, como permanece en el de muchos habitantes de Canarias que nada más saben de estas hermosas islitas circundando a Lanzarote, sino las sugerentes denominaciones...Ahí tenéis la fotografía. ¡Pero a ella habría que añadir tantas cosas! Graciosa, la mayor y más cercana, tendida como una amplia piel y ofrendándonos sus llanadas sonrosadas y sus tres elevaciones; Montaña Clara, casi toda un promontorio; Alegranza, la más distante, semivelada por el aire de lejanía, y con parecido a un enorme cetáceo de lomo enarcado. Lo decíamos a nuestros acompañantes:¡Cuánto agradecerían los niños todos de Canarias, de España entera, que se les hiciera una geografía completa, detallada, sabrosa, de los islotes con que Lanzarote resultó privilegiada! Esa geografía, hecha acaso con cierto donaire literario y con verdadero amor patriótico, con certera visión entrañable, sería un regalo insospechado para nuestras escuelas, para tanta gente ávida de asimilarse todo lo bueno, original y valioso que encierra el Archipiélago. Y no existe tal descripción amplia, reveladora de esta curiosidad única de las islas Afortunadas... Digamos algo de estas tres islas pequeñas que se agrupan al norte.

La Graciosa mide 9 kilómetros de largo por 4 de ancho. Su elevación principal, la montaña de Las Agujas, es de 257 metros. En el centro del litoral frente a Lanzarote está el principal caserío, la Caleta de Sebo, y más a la erecha, cerca del extremo este, el de Pedro Barba, habitados casi exclusivamente por pescadores. Es una gente tan limpia, tanto en su faenar en la orilla marina como en la vida doméstica, que ha producido la mayor sorpresa de los visitantes. ¿Dónde - dicen - echa esta gente los residuos del pescado, que ni olor ni nada a la vista los denuncian? Y el interior de las viviendas es todo blancura, aseo, armonía, bienestar. ¡Las mujeres de la Graciosa! Famosas son en todo Lanzarote por su belleza facial, cutis moreno, ojos enormes y, sobre todo, por su elegancia corporal y su fortaleza. Algunos ejemplares vimos. Son las mujeres que van a haría y llegan a Arrecife con sus cestas rebosantes de pescado recién cogido, y que con plena soltura y sin aparente cansancio, suben el empinado Risco casi perpendicular de enfrente de su islote. Se cuidan mucho del sol, y tapan casi completamente sus rostros con un pañuelo protector. También sus manos van rudimentariamente enguantadas contra el excesivo estropeo. Por lo demás, poseen una arrebatadora simpatía, viéndoselas pasar firmes, verdaderas jóvenes matronas, con la sonrisa en los labios. La gente de la Graciosa posee un original código de señales. Las hogueras son sus banderas de lenguaje con la orilla de Lanzarote. Según la intensidad de la llama o el lugar donde ésta aparece, así será la mayor o menor urgencia del asunto que quieren comunicar. Y desde la costa lanzaroteña se les llama y avisa de la misma manera. Porque puede haber enfermos graves que transportar, llevar visitas al islote, hacer pedidos de pesca, etc. Se apacienta ganado en la Graciosa, y mucha parte de él anda libre, sin guardián alguno, hasta que llega la época de las "apañadas", es decir la recogida del ganado suelto, el marcar las nuevas crías que aparecieron, para distinguirlas de dueño. Los cultivos son escasos, prácticamente nulos, pues aún no ha sido aprovechado el terreno volcánico para los famosos enarenados. Abunda la pesca en sus alrededores costeros, y en especial se encuentran percebes, calcas, lapas, mejillones...Es lugar de caza, pues los conejos abundan en sus matorrales.

La Graciosa es propiedad de la marquesa de Santa Coloma, la de los famosos toros. Antiguamente cedían los propietarios el islote para pasto de ganados sueltos, retribuyéndose este servicio con una res por año y dueño. Actualmente, todo el mecanismo administrativo de la Graciosa está a cargo del Ayuntamiento de Teguise, aunque la propiedad sigue siendo del antedicho marquesado. ¡Es bonito y sugerente eso de ser dueño de una isla!

Montaña Clara, la más pequeña de las tres, es también lugar de caza y de recogida de mariscos. No hay vegetación ni cultivos. Sólo se ve visitada por cazadores y curiosos. Sus propietarios son varios, todos ellos de la jurisdicción de Haría.

Alegranza es famosa por ser refugio de pardelas, calculándose que los cazadores matan unas 7.000 cada año. De la pardela se aprovecha la carne, especialmente seca, el aceite, que se utiliza como combustible y como elemento básico de algunos medicamentos. También tiene aplicación el plumaje de estas aves, en usos domésticos. Este es el único de los tres islotes norteños que posee zonas cultivadas, dándose buenas cosechas de trigo y cebada. Además hay ganado y se fabrica queso. Por lo demás, cuenta en su litoral con el faro de su nombre. Hace sólo unos tres meses que Alegranza fue vendida en unas 60.000 pesetas a Manuel Jordán, hacendado del pueblo de Haría. Los anteriores propietarios eran los herederos de D. José García Llarena, familia tinerfeña radicada en La Laguna.

Cuando nos proponemos abandonar nuestro observatorio de sobre el Risco sinceramente nos apena tener que dejar a la espalda tan prodigioso espectáculo, una de las cosas verdaderamente sorprendentes y dignas de admiración con que cuentan las Islas Canarias.