Geografía/ Datos geográficos

 

 

FUENTE: Guía de senderos de Lanzarote

Gobierno de Canarias

 

Dentro de la compartimentación funcional del espacio de la Isla, según sus posibilidades productivas, al Valle de Haría le corresponde un papel fundamental en la producción de alimentos de pri­mera necesidad. Bien protegido de los vientos y dotado de aguas superficiales y subterráneas, fue uno de los enclaves que garantizaban el sustento de la población desde el comienzo de la colonización. A lo largo de los siglos, la superficie cultivada, que en un principio debió abarcar sólo los terrenos más llanos donde hoy se asienta el núcleo de población, fue extendiéndose por las laderas, ganando terrenos cada vez más desfavorables por su pendiente y por la acidez de los suelos. Esta expansión se basa en el abancalamiento, mediante muros de contención de piedra seca, de la totalidad de las laderas provistas de suelo y en el enarenado. Esta técnica, descubierta tras la erupción del Volcán de Timanfaya por la observación de la alta productividad de los terrenos recubiertos por finas capas de ceniza volcánica, se aplicó con el tiempo a toda la superficie del Valle. Para permitir el paso de las escorrentías se construyeron canales que las conducen ladera abajo hasta los barrancos sin daño para los campos. Otros elementos conformadores del paisaje son los muros cortavientos, que protegen a los elementos singulares más sensibles al viento, los frutales. Las técnicas tradicionales de cultivo completan, allí donde se mantienen, la estampa agrícola. El resultado de esta ingente labor es un paisaje de gran valor cultural y ecológico. Cultural por cuanto este esfuerzo transformador del territorio constituye, en palabras del doctor W. Rodríguez Brito, «la más importante obra de los canarios como entidad cultural diferenciada» y eco­lógico por cuanto supone para evitar la pérdida del soporte de la biocenosis, el suelo.