Geografía/ Datos geográficos
FUENTE: Obra escogida, LanzaroteEl excelso Valle de Haría (1) es, sin duda alguna, uno de los parajes más hermosos que pueden ofrecerse a los propios y extraños en toda la isla de Lanzarote. Haría constituye el gran oasis de las Islas Canarias, susceptible de proyectar con él los más felices planes turísticos, a fin de que por todos pueda ser admirada la plenitud de su belleza. Desde Máguez al poblado de Haría hay una distancia no mayor de dos kilómetros; sin embargo, pese a la cercanía que casi los une resultan y son dos pueblos distintos, de diferente índole e inquietud.
El palmeral de Haría nace y se
alza en medio de magníficas
montañas, en cuyas laderas se ve
la geométrica labranza del
hombre, que en su titánica lucha
contra la sed de la tierra,
busca la al
Santiago Pineda ha cantado así:
«Haría, pensil florido, Cuenta don Leoncio Rodríguez (3) que el palmeral de Haría fue mucho más denso que lo que hoy es, y considera que este oasis constituyó un enorme bosque incendiado por Morato Arráez durante su bárbara y sanguinaria incursión en esta isla (4) . A pesar de este trágico episodio, el palmeral de Haría sigue siendo el más importante de las Islas Canarias (5), además de ser arquetipo de la ya clásica belleza insular. Muchos han sido los poetas que cantaron a la palmera, pero quienes más la han inmortalizado son los arquitectos emulando el despegue que airosa hace desde la tierra al cielo, y que tan bien recuerdan las naves de las catedrales. Porque la palmera es, primero que nada, una gran columna y a la vez una gran plegaria de toda la creación a su Hacedor. Es, por esta causa estética, la estimación que Lanzarote demuestra por su primoroso oasis, de sombra y de verdor, in igual en todo el Archipiélago atlántico. 2ª PARTE
El pueblo de Haría es indolente,
soñador y bondadoso, acaso
porque ha hecho objeto de su
adoración a esa maravillosa
pompa palmeril de su litúrgico
oasis, que venera con orgullo
árabe, como si con éste el
hombre de Haría creyera que la
palmera es el único árbol
bendecido por Dios. Las casas de Haría son todas terreras, características, por cuyos zaguanes ese un pequeño universo de flores. Cuando más pobre es la vivienda de Haría más flores parece haber en su interior, en particular las bouganvillas que todo invaden con sus rabiosos colores. Fuera de las casas, o mejor, en medio de las pircas blanquísimas, crecen multitud de geranios, de pinta y matices distintos, que trepan y se arrastran para exornar dondequiera, como si antojaran ser la primera necesidad de Haría, consistente en la conservación de su humilde estética entrañable. Las flores en Haría son, desde tiempo inmemorial, algo consustancial a sus habitantes, una necesidad que se hace conjuro hasta en el intimismo de sus barrios pintorescos, como acaece en El Islote, agrupación silenciosa entre barrancos, donde también las flores constituyen el mejor atavío de las simples viviendas, que en sus solanas vetustas, o en sus techos de dos vertientes, muestran la dulce gracia de las enredaderas:
«La ciudad nativa con sus
campesinos, La mejor biblioteca de Lanzarote la abrigó Haría, porque don Enrique Luzardo Bethencourt, (6) jefe del partido liberal, tuvo la clarividencia suficiente para reunir, tomo a tomo, la más completa concitación de obras que haya conocido la isla. Esta famosa biblioteca, de varios miles de ejemplares selectos, fue hereda da por don Enrique Curbelo, fallecido en Haría el 30 de agosto de 1920. Hubo además otra excelente biblioteca en este culto pueblo, y fue la que poseyó don Rafael Cortés Spínola, hombre de pro, cuya casa estaba abierta para el menesteroso, del cual se convirtió caritativo «médico», pues conocía bastante bien determinados aspectos de la Medicina. Este gran señor de Haría donó su hermosa biblioteca a la parroquia, donde no existe ya ni un tercio de sus volúmenes. La fiebre política de la época anterior a la primera gran guerra, y a la inmediatamente posterior, que tanto azuzó al Puerto del Arrecife, hizo su obra en Haría, y así vemos el incendido que resabiados políticos provocan en el Ayuntamiento y Juzgado, siendo ese año de 1904 en que don Domingo López Fontes, eximio alcalde de Haría, perdonó con verdadera caridad cristiana a los forajidos. Don Domingo López Fontes fue uno de los más grandes impulsores del porvenir que hoy disfruta el pueblo de Haría, y a él debe la umbría y dulce plaza, cuyos árboles plantó con sobrada visión del futuro. Dotó de muros a los barrancos sinuosos, e hizo cercos a los pozos, que él consideraba peligrosos para el vecindario. Son los tiempos en que la tartana de siñó Damián tarda seis horas y media desde Haría al Puerto del Arrecife, y en la que hacen sus viajes políticos abracadabrantes como don Anacleto Rojas, muy conocido por sus confabulados con el sobrenombre de «Hermano Roque del Este». Vivía el inocente don Anacleto alrededor del Pozo de Tegala, viéndosele lucir la flamante leontina de oro, muy gruesa, o dar sus bocinazos con la más grave de todas las voces humanas. Era hombre de rumbo, sin prosapia, que para deslumbrar calzaba sus mesas paticojas con sendas onzas de oro. Otro personaje, al que Haría debe lo suyo, fue don Antonio Ramírez del Castillo, afincado en Buenos Aires, donde se constituyó en el más pintiparado cónsul de todos los canarios, a quienes él llamaba cariñosamente «mis canaritos». En octubre de 1914 envió dinero para la adquisición del reloj y construcción de la todavía vigente torrecilla de la iglesia parroquial. Este prócer de Haría fue a morir, con los años, en una cama de pago del Hospital Insular de Arrecife. Se dijo arriba «la todavía vigente torrecilla de la iglesia parroquial», y es que el viento no se la llevó la infortunada noche del 22 de febrero de 1956, como hizo con el resto del sagrado recinto, en la actualidad piedra sobre piedra (7) . Esta iglesia de la Encarnación fue levantada en «el Lugar de Haría en 1619», por mano y obra del pueblo, que adquirió además una imagen de la Virgen de la Encarnación, obra del prodigioso buril de Luján Pérez. Curiosa es la circunstancia de las tradicionales fiestas de Haría, especialmente de las de índole religiosa, pues mientras la Encarnación es abogada del pueblo, son San Juan y Santa Rosa quienes mejor función y ceremonia alcanzan. A estas dos principales festividades acude gran cantidad de romeros, engodados por la sal, salsa y pimienta de sus bellas tradiciones:
«Haría, sin oro ni plata, La iglesia de la Encarnación, que es con la de Yaiza una de las más antiguas de la isla, excepto la Matriz de Teguise, tuvo en su primera época cura párroco y dos beneficiados. Aún a principios del siglo XIX, el cura del «lugar» continuaba titulándose beneficiado, cual lo era don Rafael María Navarro, de grata memoria. Este venerable sacerdote realizó importantes gestiones cuando las revueltas cabildistas, porque en 12 de marzo de 1811, expide para el nuevo Capitán General, Duque del Parque Castrillo, que el mes anterior se había posesionado de su cargo, un informe relacionando a S. E. todos los acontecimientos habidos en Lanzarote durante «la revolución» que provocara el Gobernador interino don José Feo y Armas, a instancias de su tío el cura Feo, intrigante y rico, que por cierto no hacía buenas migas con el beneficiado de Haría. Don Rafael María Navarro, en un brillante sermón conminó a sus vecinos para que firmasen un manifiesto, pero en seguida tal intento corrió como la pólvora, enterándose los señores del Cabildo, que enviaron a dos representantes para indagar sobre si las intenciones del venerable beneficiado eran ciertas. Vistos que fueron en el pueblo por el cura, éste, indignado de tanta inmiscuición en sus asuntos, ni corto ni perezoso, escríbele la siguiente carta: «He sabido que han venido VV. a saber quién hizo la representación contra los desórdenes que VV. han excitado en esta isla; y para ahorrarles trabajos les participo fui yo, como también, que ante el Excmo. Señor Duque del Parque les impondrá de otras cosas más» (9). A los pocos minutos volvía el alguacil con nueva carta de los representantes del Cabildo, pero don Rafael María se negó a dar lectura de la misma porque «no quería enterarse de nada relacionado con esos baladrones». Esta valiente actitud del cura de Haría atemorizó a los enviados del Cabildo, que se marcharon del pueblo a toda velocidad, no sin que antes intentaran ser recibidos por el beneficiado. Los indagadores contaron a sus cabildistas la obstinada posición de don Rafael María, y muchos de ellos trataron, por cuantos medios tuvieron congraciarse con el sacerdote a fin de evitar los procesos y prisiones que se les venía encima. En realidad, todo fue una farsa de don Rafael María, aunque los cabildistas se tragaron el anzuelo, para quedar atemorizados durante el mandato del Duque del Parque. La iglesia de la Encarnación, por la que tanto hiciera don Rafael María Navarro, quedó prácticamente inútil durante el vendaval de 1956, porque a partir de esa fecha fue perdiendo su equilibrio, cediendo sus paredes, mientras que la cobertura, asimismo herida de muerte, cedía también sin que se pudiera preciar (cosa que no comprendemos) el alcance de la catástrofe, por estar «oculto el entramado del techo tras un cielo raso de más de medio siglo de antigüedad. En 1958 fuertes vientos golpearon la mole del edificio siniestrado, produciéndose el derrumbe y desplome de los techos, con grandes pérdidas, en particular, las ocasionadas en el altar mayor, formado de pilastras y columnas de orden corintio, y que sostenían a una vistosísima cornisa muy saliente. En este hermoso «Lugar de Haría», se levantará el nuevo templo de La Encarnación, de acuerdo con el estilo bíblico y religioso que, al unísono del palmeral, son consuetos elementos de un paisaje excepcional. ****** (1) Algunos historiadores lo llaman "Valle de los Castillos", pero no dicen por cual razón. Empero, el Licenciado Juan Núñez de la Peña, dice que lo llaman "Lugar de Haría". (2) Don Santiago Pineda, publicó dicho poema el 17 de marzo de 1904. (3) "Árboles históricos de Canarias", T. H.- Leoncio Rodríguez. (4) Respecto a la veracidad de este incendio no conocemos otra referencia que la citada en la nota anterior. (5) Comenta don Miguel de Unamuno, que Fénix, Phoenix en griego, significaba la palmera y un ave, y el proverbio era que la palmera renace de sus cenizas, que se encendía un bosque de palmeras y éstas vuelven a brotar. Y los que luego ignoraron que se trataba de la palmera achacaron al ave el milagro".- "Soliloquios y conversaciones". (6) Don Enrique Luzardo Bethencourt falleció el 2 de julio de 1903, haciéndole el poeta Pineda una sentida necrología. (7) Hoy se procede a la edificación de un nuevo templo parroquial. (8) De vox pópulo, y seguramente una vulgar adaptación del viejo romance limeño. (9) Se refiere don Rafael María a los agravios que recibe de los cabildistas, como se deduce del mencionado documento que obra en el Archivo Parroquial de Haría.
|