Senderos

 

Fuente: Lanzarote: cangrejos ciegos, abubillas y volcanes

 

 

Las laderas a lado y lado de las curvas de la carretera que sube de Teguise y luego desciende al valle de Haría, están cubiertas por flores en primavera. Desgraciadamente no se las puede apreciar en todo su esplendor debido al fuerte tráfico. Para ello se busca el Barranco de Malpaso, que empieza con un valle suave al oeste de Haría.

Este valle es muy pequeño para la agricultura moderna. Debido a ello, una gran variedad de plantas pueden desarrollarse. Especialmente llamativa es la cañaheja conejera (Ferula lance­rottensis) con sus flores amarillas, una umbelífera endémica de las islas orientales. Las flores de este arbusto de hojas finas crecen más altas que una persona. Hasta un metro de altura cre­ce otra planta, el cardo de cristo (Carlina salicifolia), que posee hojas anchas grises con puntas agudas y grandes flores compuestas amarillas.

Las laderas del Barranco de Malpaso están cubiertas por un espeso matorral de cerrajas de cabra (Sonchus pinnatifidus). Ésta es consumida con apetito por las cabras por lo que se ha vuelto escasa. La presencia de arbustos y arbolitos de pino canario (Pinus canariensis) que fueron introducidos y no son originarios de Lanzarote, brindan albergue a algunas rarezas ornitológicas. Aquí se puede escuchar el trinar del canario (Serinus canaria), la forma original del canario doméstico. Sólo muy recientemente se pudo constatar su presencia en la isla. Otras dos epecies, el zarzalero y el más escaso herrerillo común, se pasean por entre las ramas. Para poder verlos se deben buscar detenidamente con prismáticos entre los matorrales.

La subida por el barranco es una caminata con uno de los paisajes más hermosos de Lanzarote. El lecho seco del arroyo está relleno con piedras y en su borde sur discurre un camino. Aquí encontramos muchas plantas típicas de Lanzarote: una arácea (Arisarum vulgare) así como el gamón (Asphodelus aestivus) y la vibrona de Lanzarote (Echium lancerottense).

La vista sobre el valle es impresionante: el pueblo de Haría con sus palmerales de palma canaria (Phoenix canariensis) se aferra a la ladera del volcán Monte Corona con su forma singular y típica. En primavera las flores enmarcan de forma preciosa la vertiente norte. En las parcelas yermas florece la cerraja de cabra (Sonchus pinna­tifidus) con sus flores amarillas. Esta planta es muy sensible al ramoneo de las cabras por lo que en muchas áreas es muy escasa. Estas praderas están salpicadas con un amarillo fuerte de una planta que sólo vive en Lanzarote, la flor de Santa María (Argyranthemum maderense).

Aquí pueden encontrarse otras atracciones botánicas de la isla como Limonium puberulum y L. bourgeaui. Aproximadamente veinte especies de estas siemprevivas pueblan las Canarias. Todas están amenazadas, ya que son colectadas para formar ramilletes de flores secas. Debido a los cálices que son de un color azul violeta, a su forma de embudo y su consis­tencia de papel son muy apetecidas para estos arreglos y les dan un carácter maravilloso.

Especialmente bien representado en este barranco está el bejeque o pun­tera (Aeonium lancerottense). Es la única especie que habita Lanzarote de las 28 especies de Aeonium que pueblan las Canarias. Muchas de estas especies son exclusivas de una sola isla y su distribución es muy restringida. Todas ellas se encuentran bajo protección internacional. El género Aeonium representa un ejemplo típico del fenómeno de radiación adaptativa.

Finalmente se alcanza el altiplano del macizo de Famara, donde para combatir la fuerte erosión se han plan­tado grandes extensiones con acacias (Acacia cyclops), árbol no originario de la isla. Desde aquí se divisa la fenomenal Caleta de Famara y la llanura de El Jable. Si se camina hacia el norte se aprecia un panorama de ensueño con los islotes La Graciosa y Montaña Clara en el océano.