Historia / Referencias históricas
En los tiempos muy antiguos ni
siquiera había comercios o
tiendas para que la gente fuera
a comprar sus elementos de
comida, su azúcar, su jabón, su
petróleo y poco más, y es que
las personas se las arreglaban
normalmente para cubrir sus
necesidades con lo que iban
recogiendo de sus propias fincas
o de medias, y era poco lo que
se hacía necesario comprar para
completar las necesidades de la
casa, y unos más que otros
tenían que adquirir algo en
algunas tiendas que fueron
apareciendo en los pueblos.
Las tiendas que se fueron
montando tímidamente desde
principios del siglo XIX eran
conocidas por lonjas, lojas y
tiendas, y algunas tenían una
parte para cantina, pero que se
despachaban en ellas de todo lo
que demandara la gente. Aparte
había cantinas.
Pero en estas pobres tiendas, ya
desde tiempos muy antiguos
empezó a surgir la modalidad de
comprar en forma de ‘fiado’,
porque, como circulaba muy poco
el dinero en metálico, la gente,
en una gran parte, no tenía
posibles para pagar lo que
compraban y se valían de la
amistad o confianza que iban
tomando con el tendero o tendera
para proceder pronto al empleo
de este sistema, que llegó a
tolerarse y extenderse muchísimo,
hasta el punto de que fueron
muchos los que se arruinaban así.
Pero no se conoce ni recuerda
mucho de la antigüedad más
remota, y hay que recurrir a lo
que aflora a la mente y
comentarios de personas mayores,
porque de forma escrita es muy
poco o nada lo que existe al
respecto.
Nos vamos a centrar más en el
período comprendido entre los
años de 1920 a 1970, por ser un
período de más conocimiento al
ser menos lejano en el tiempo,
de época de antes de la guerra y
posterior a la guerra.
Se sabe que el hambre o lo que
se conocía como ‘asnésera’ era
algo palpable en la mayoría de
las familias y en algunas era
más acusada, y así las mujeres
de la casa, que son las que
solían hacer la compra, se iban
a comprar de fijo a una tienda
del pueblo, hasta que ya el
tendero o tendera le decía que
le pagara porque ya no podía
fiarle más, pero la mujer de la
casa, ante esta demanda, dejaba
de comprar en esa tienda y se
iba a otra, hasta que le dijeran
que ya no le fiaban más, y
decidía irse a otra tienda.
La lista de los débitos iba
aumentando para muchas tiendas,
y así algunas se arruinaron y se
decía que “se les había metido
la cochina” o “se le metió
cochina del lomo colorado”, o
también “se le metió la cochina
por la puerta y le josó todo”.
En la década de 1940, hubo una
tienda en Máguez, cuyo titular
era el Sr. Gregorio Martín
Doreste, hombre muy ocurrente y
que ya no aguantaba más, y
decidió colgar en su puerta de
entrada un letrero, con letras
grandes y con una bonita
caligrafía, con esta leyenda:
“Aquí falleció el fiar y el
prestar también murió, y como
esta tienda es mía, ni doy, ni
fío ni presto”, pero lo que
consiguió con ello fue mermarle
las ventas, pero ‘la cochina’ ya
la tenía encima y le vino la
ruina y tuvo que dejar la tienda
y dedicarse a otra cosa.
Digamos que citar este caso es
solo como una muestra, ya que
fueron muchos los que tuvieron
que ir dejando de fiar a sus
clientes, porque las listas iban
subiendo.