INTERÉS Cartas

 

 

Antonio Betancort López

Haría- Lanzarote

  

Haría de Lanzarote 2  de febrero de 1.936


 

Sr. Don Francisco Perdomo y Perdomo.

Las Palmas

 

 

Mi querido discípulo y amigo: A la vista tu gra­ta del 20 del próximo-pasado Enero que me complazco en contestar.

No tienes porque hacer protestas do agradecimiento, puesto que nada te he hecho. He puesto en tu educación e instrucción mis mejores deseos, cumpliendo con mi deber, y eso es todo. Yo sí que puedo envanecerme de que si no saqué un muchacho del todo aprovechado, fue porque su tiempo en la Escuela fue escaso, pero suples tu deficiencia con tu educación moral en la que también aporté mi granito de arena. No todos como tú, se dan cuente del esfuerzo que significa la labor del Maestro. La mayor parte de los alumnos cuando dejan la Escuela, ni siquiera me saludan; y esto a la verdad, si que descorazona y apena, hasta el punto de que se hace uno el propó­sito de no poner cariño especial en ninguno; pero esto aparte de que no es posible, no se realizará a la vista de algunos, como por ejemplo tú; que no olvidan a su viejo Maestro.

Sigue mis consejos y serás hombre, Trabaja mucho siempre, e inspira tus actos en la mas pura, moral y verás como algún día te labrarás un provenir. No quieras encumbrarte por otros medios.  ¡Fíjate en mi familia (que valga la inmodestia)  todos ganamos bien el pan, y nuestros comienzos fueron vacilantes por falta de medios; y aquí nos tienes! Nadie podrá sin agraviar a la verdad, citarnos un hecho nuestro, que no se haya ajustado a la más pulcra ejemplaridad. ¡Sigue por la senda del deber que yo te he trazado y cuando necesites  algo que yo pueda servirte, acude a mí sin reservas que yo tendré la íntima satisfacción de ayudarte!

 

Por aquí nuestra vida es un continuo sobresalto;  a la falta de  lluvias primero, y cuando de este precioso líquido quedamos remediados, surgen los vientos y las escarchas  que se han llevado la mitad de la cosecha ¡La eterna canción! La pobreza del ambiente, empobrece a uno y hasta lo hace lastimero. A fuerza de oír clamores, se convierte uno en  un plañidero.

Que sigas bien y que no abandones el trabajo, única fuente de redención, te desea tu Maestro que te abraza.