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Fuente: Diario de Las Palmas
24-03-1959
Por A. Linares
Tiene para nosotros la Villa de
Haría una singular atracción,
ejerce sobre nosotros cierto
embrujo y, desde hace años; la
llevamos prendida en el alma. En
nuestras esporádicas excursiones
a La Graciosa, esa modesta
capricho del Archipiélago, hemos
de detenernos en Haría y
confundirnos con sus alegres y
laboriosos habitantes y jugar
una mano de seiseño con viejos
amigos. En estos días hemos
pasado por Haría, donde nos
detuvimos. En la pasada semana,
el pueblo revistió su ambiente
de sabor bíblico, porque esa
semana fue genuinamente
religiosa. Fue semana de carenar
las almas; se celebraban unos
ejercicios espirituales a la
antigua usanza, al estilo del
padre de ellos, San Ignacio de
Loyola. Me dicen que es norma
del Párroco don Juan Arocha,
sacerdote espigado físicamente y
en el que alienta un gran vigor
apostólico que coordina en él
ejemplar cumplimiento de su
ministerio, cada año por estas
fechas, proporciona estos
ejercicios para facilitar a los
fieles el cumplimiento pascual.
Hemos asistido a ellos las dos
noches de coincidencia en el
pueblo y, sin hipérbole, podemos
decir que han sido maravillosos.
Mujeres y mujeres durante el día
y una compacta masa de hombres
por la noche han dado fe del
exitazo de estos ejercicios.
Todos se hacen lenguas del
Director de los mismos, don
Bernardo Domínguez Jorge,
traqueteado en estas lides
apostólicas, metido muy hondo
en estos menesteres y la
eficacia de su actuación ha
hecho popular en Haría su
nombre al que se estima
muy
de veras y ante el que se rinde
los más de los integrantes y
apáticos.
Claro que hay que ver como habla,
como expone las verdades más
astrusas, como razona, con qué
dominio explica las verdades más
hondas, cómo pone lo más
complicado al alcance de todas
las inteligencias y eso sin
tremendismos, sin rebuscamientos
dialécticos, con académica
naturalidad. Su laboren esa
semana ha sido agotadora:
predicación tres o cuatro veces
al día, confesonario, consultas
espirituales, todo un cúmulo de
quehaceres capaces de rendir a
un coloso. No podía menos de
responder el pueblo a estos
esfuerzos y todos han cumplido
con la Iglesia y esa minoría,
ese grupito; en Haría
insignificante, clerófobo,
terminó por rendirse y se pueden
contar con los dedos de la mano
los que no se hayan puesto a
bien con Dios. Quede constancia
en estas líneas de nuestra
felicitación a Haría por esas
jornadas de fe y vaya nuestro
parabién para el Párroco Don
Juan Arocha y para Don Bernardo
Domínguez Jorge, tan querido en
Haría y tan admirado en el
Puerto de La Luz, en el que su
nombre va unido a la eficiente
Archicofradía de la Virgen de
Fátima.