PERSONAJES  >  Agustín Acosta

 

 

 

Por Juan Corchero Cruz

 

El 31 de marzo formábamos un tupido sotobosque bajo el paraguas de las laurisilvas que te vieron crecer, Agustín; allí, bello remanso, edén y gólgota, sumidos al socaire sinfónico de los gorjeos y trinos más expresivo que el réquiem de Mozart, allí presenciamos el funeral de corpore insepulto presidido por aquel gigante Dios hecho Cristo, fertilizante de tu pila bautismal.

Aquella alfombra cabizbaja se fue ampliando como la espuma hasta llegar a la acrópolis, tierra de los huesos de tus abuelos; allí te inhumamos con ellos, y colocamos tu alma, alba cual patena, esculpida con el buril de tu ilusionado sueño, en la atalaya, tu nueva y eterna montaña de Mina, ápice del heraldo y pregonero, en el número 113, junto al cielo, orientado hacia el crepúsculo vespertino, tu nueva y eterna morada. De allí vimos brotar, a todo viento, la Radio Lanzarote, Lanzarote Televisión, el semanario Antena, La Voz de Lanzarote, la de Fuerteventura, la de La Gomera y la de El Hierro, así como el benjamín de tan fructífera peñóla (el semanario Pronósticos). Una lluvia de aplausos cerró el sagrario de tus nobles méritos, era la merecida cosecha de tu singular cariño y esfuerzo. Fuiste un buen "indio", parafraseando al Nobel luso, que tan hábil y vehementemente nos plasmó la noticia de un corpulento y usurpador ejército, que pretendía triturar la tierra y transformar la cuna en que nacieron, exterminando la cultura de aquel primitivo pueblo. Los pintorreados indios defendieron hasta el triunfo absoluto su suelo, feo, improductivo, pero era "su" tierra, la fuen­te de sus costumbres, la historia de su pueblo... era lo suyo, lo más grande, bonito y bello. Y tú, amigo Acosta, ni comulgaste con los corruptos, ni te contaminaste de ellos. Has sido un envidiable y heroico "indio" conejero. La verdad padece pero no perece. ¡Bravo!, buena lección nos diste de ello.

Con todos los defectos que encarnamos los humanos, a sensu contrario de la sentencia sauliana "el que no trabaje que no coma". A buen seguro, tú estás a la diestra del Cristo de tu pueblo, haciendo del TRABAJO el antído­to único contra la pereza, el vicio y la necesidad. Adiós para siempre, antorcha de pescadores y labriegos de esta concha lávica, tan traicionada por lo que dicen "Medio Ambiente", fuente de corrupción, ruina y miseria, sin antecedentes históricos, cementerio de nuestro paisaje agreste.

 

 

 

 

 

 

 

 


AGUSTÍN  ACOSTA  CRUZ