PREGONES DE HARÍA > Índice
Debemos comenzar la andadura “pregonera” manifiesta, muy rápidamente, que el honor que nos han dispensado al encargarnos cantar las excelencias, virtudes y defectos de las fiestas de Haría, nos viene un tanto ancho por cuanto consideramos -no hay falsa modestia sino que justa valoración en la apreciación -extremadamente humilde la pluma que movemos para descubrir al gran mundo la excelsa belleza del vergel norteño a la sombra de cuyas palmeras vimos por primera vez la luz de la existencia…
Hablar, escribir sobre algo que se lleva impregnado, profundamente, en el alma es ciertamente difícil, problemático por cuanto el temor a dejar de ser objetivos frena de hecho el ánimo. En este dilema nos encontramos sumidos en el instante en que iniciamos el peregrinar por la tormentosa, difícil y compleja senda de la literatura. ¿Qué por qué aceptamos en el momento de la oferta el compromiso? Simple y llanamente porque lo consideramos un servicio al pueblo que nos sirvió de cuna natal. No hay, no vanagloria en el empeño dado que poca gloria puede atesorar quien con torpeza escribe y ya en el comienzo del camino pide disculpas por los modos expresivos que utiliza en su quehacer…Pero comencemos la obra…
La devoción de los moradores del Valle de las Palmeras hacía San Juan Bautista data desde el siglo XVI aunque hasta el siglo XVII no fuera reconocida la festividad de forma oficial. La primera ermita que se construyó con la denominación del Santo estuvo enclavada en la parte posterior de la antigua iglesia de la Encarnación y se construiría otra en el barrio de San Juan a expensas de don Luis Ramírez en 1.625, por cuanto una incursión de Morato Arráez trajo como consecuencia la destrucción de aquella. Hasta aquí los datos que nos fueron felicitados en relación con la tradición de esta efemérides. Como se puede fácilmente deducir Haría. Sus habitantes, han estado vinculados, en el orden espiritual, al Bautista desde hace algunos siglos y con la misma devoción tanto en el pasado como en el presente, el día 24 de junio se exalta la figura del Santo Patrono, sin que los avatares del tiempo le hagan perder esplendor y riqueza espiritual a la celebración. No se queman en el fuego las hogueras “sanjuaneras” el ímpetu de los norteños por cuanto con renovados ímpetus se vuelve a la carga cada nuevo estío.
El Valle, aspecto oriental , silencioso, tranquilo, salpicado de blancas casitas de fácil y sencilla construcción. Tiene en las esbeltas palmeras, las altivas higueras, los frondosos parrales, en los ennegrecidos enarenados, etc., etc., a los motivos ornamentales que le dan un aspecto realmente bíblico y variopinto y en cuya contemplación el más exigente de los humanos encontrar motivaciones sobradas para alabar la obra divina, si porque en Haría la naturaleza se muestra exultante de belleza y de alegría ofreciendo toda una panorámica de indescriptible belleza.
El Palmeral de Haría es la variante apacible, que el sorprendente, duro y escalofriante paisaje lanzaroteño ofrece a la curiosidad de propios y extraños, cuya visión produce en el alma el sosiego necesario para que la paz reine en nuestro ser. Los atardeceres, serenos, cargados de poesía y de silencio son de una grandeza inenarrable. La quietud que allí reina y que se ve alterada de la tarde en tarde por el piar de algún pájaro que busca su nido afanosamente, por el canto de algunas aves de corral o por el lamento que emite una guitarra rasgada con manos temblorosas dejando sentir las notas tristemente dulces de una malagueña, es todo un sedante para el espíritu. Este paradisíaco lugar cambia su faz con la llegada del veraniego junio y en la última decena de este mes viste el pueblo su más y mejores galas y sus vecinos ensanchan sus corazones con alegría para embriagarse de felicidad en el devenir jubiloso de los días festeros que tienen su culminación el 24. Allí en esos días, la alegría, el andar bullanguero de sus habitantes, se palpa con satisfacción, porque en esta época se esconden en los más profundos y apartados de los rincones del olvido, penas y tristezas, la amargura que en el decurso del año agrícola se ha cosechado y la estampa triste, tremendamente doloroso de la emigración de familias, queda velada, cubierta por el retorno de muchos de ellos que vuelven queriendo “vivir” en su valle, junto a las palmeras. Podemos decir, parodiando a muchos, que en estos días todos los caminos conducen a Haría, a un Haría distinto al de ayer, al que viviera momentos de grandeza que sepultadas han quedado en las páginas de su historia dilatada y hasta brillante. Por esos caminos de los que antes hemos hablado, ayer polvorientos y de difícil tránsito y hoy pulcros y ennegrecidos por el betún asfáltico, andarán centenares de peregrinos que toman a su pueblo para revivir épocas pasadas o simplemente para sentarse al pie de una palmera y sentir en el alma la paz que la naturaleza otorga y que la civilización con ese su avance tecnológico ha restado al mortal.
Ayer y hoy se entremezclan en las chanas de jóvenes y viejos y las evocaciones del pasado y las promesas para el futuro se exponen con sencillez y sin extraña petulancia. Se recuerda el ayer jubiloso para que sirva de estimulo a las nuevas generaciones y puedan estas aupar a la comunidad en la cima que un día ocupara por propio merecimiento ante la satisfacción profunda de sus hijos.
El Colegio Libre Adoptado en período de transformación en Instituto Polivalente, puede y de hecho debe ser, la gran antorcha que ilumine el discurrir futuro de Haría bajo la atenta y expectante, a la par que estimulante, mirada del Santo Patrono. No, no debemos olvidar que fue bajo el lema de la cultura, perfecto ángel protector del desarrollo, por donde el pueblo encontró su ensanchamiento fronterizo de orden espiritual y al que se ha de recurrir como el gran refugio vivificador, como la gran verdad de la vida, como única fuente de progreso y liberación, sin que se tenga que olvidar el sentido cristiano que se debe otorgar a la existencia ya que intelectualidad y espiritualidad debe ir íntimamente ligadas para que la normativa de actuación sea perfectible o al menos se acerque a la siempre difícil perfección.
La agricultura, sempiterna olvidada, gran cenicienta, se ha de valorizar para que el camino del éxodo en pos de metas más prósperas emprendido por muchas familias, quede truncado alguna vez y al desarrollo económico del lugar se una el demográfico y para que las celebraciones festeras se realicen sin tener que sepultar en el baúl de los recuerdos tristes vivencias.
Pasó la dorada época de los dos “CASINOS”, de rememoración feliz para mayores, también el tiempo en que la agricultura era rentable marchó, como se fue el esplendor del Puerto de Arrieta otrora emporio de gran riqueza y en la actualidad embarcadero en ruinas. Pero la contemplación, siquiera fugaz del pasado venturoso y del presente menos apetecible, no debe afligir, ante al contrario, debe servir de estimulante para comenzar a construir un nuevo Haría de entre las cenizas del próspero pasado con cimientos sólidos, llenos de vitalidad, que no permita siquiera alimentar ni una leve sospecha de derrumbamiento.
Recordamos, aún hoy, el triste día del hundimiento de la vieja y ya fenecida iglesia de la Encarnación y aun parecen sonar en nuestros oídos el tañer melancólico de sus campanas instaladas, accidental mente, en otro lugar distinto al de la torre, cuando llamaban a los fieles. En contraposición hemos de manifestar que llegan hasta nosotros los ecos de las campanas, las mismas, que han sido puestas en una torre moderna y de atrevida línea arquitectónica y suenan alegres porque tocan a victoria, porque festejan el hecho de que ni el tiempo, la fatalidad o los imponderables pudieran con el ánimo de los hijos de Haría para no hacer realidad la reconstrucción o mejor dicho, la construcción nueva de su templo. Si esta fatalidad no pudo minimizar el ánimo de los lugareños de entonces tampoco los malos vientos que hoy corren deben ser motivaciones que induzcan al estatismo que es lo que decir a la regresión, porque no olvidemos que en muchísimas oportunidades de las derrotas se suelen obtener sustanciales experiencias que sirven para apuntalar el espíritu y hacernos más fuertes. Cantemos hoy aquello de Isaac Viera que dice así:
“Que aquellos
días felices,
de mis
lejanos
verdores,
me los
recuerdan tus
flores,
de tus cielos
los matices
y
tus pájaros
cantores.
Cantemos sí, pero convencidos de que el futuro que el futuro tiene que ser venturoso. Sin olvidar que el mañana se constituye hoy. Que los pueblos son los que sus vecinos quieran. Sin esperar que todo nos venga dado de fuera porque entonces estaremos perdidos.
Que la paz de Haría no pueda ser jamás calificada como paz de cementerios sino como la del pórtico de la gloria, porque ha llegado luego de un laborar consecuente y fructífero.
Hoy suenan alegres las campanas, se palpa en el ambiente un clima de felicidad. La guitarra emite sonidos alegres. No hay lamentos. Que mañana sea mejor.