CULTURA:  --  Rincón literario   -  Mercedes Toledo

 

 

Lucía un cielo preñado de nubes que parecían abrazar el inigualable risco de Famara. A medida que pasaban los segundos, el sol se iba hundiendo en el horizonte y las nubes iban tomando tonalidades rosáceas y anaranjadas. Era todo un precioso espectáculo. De pronto, el oro del ocaso tiñó completamente de tonos rojos el cielo. El mar fue oscureciéndose en su infinita y majestuosa inmensidad, y se adornó de reflejos de plata, mientras la dorada arena adornada por pequeñas dunas formadas por el viento característico del lugar, fue perdiendo su color hasta oscurecerse totalmente excepto donde la pleamar había dejado grandes charcos de su preciado y salobre líquido.

A lo lejos, el hermoso e impresionante risco de Famara dominaba el cielo perfilando sus formas, haciéndose ver con elegancia y grandiosidad sobre el lecho enrojecido del atardecer.

De pronto me sentí tan pequeña, tan insignificante ante esta maravilla, que sin parpadear siquiera y sin mover un músculo de mi cuerpo, seguí inmersa en la contemplación... Mientras, en la ya oscura arena donde el mar depositaba sus encajes de plata, algunos veraneantes daban su último paseo nocturno respirando a todo pulmón mientras admiraban aquel precioso atardecer, que hace que tanto los turistas como nuestra gente, encuentren en Famara un lugar paradisíaco, de encanto, de ensueño, de tranquilidad y sosiego pues es un rincón insólito de los tantos que tiene nuestra querida tierra y que debemos conservar para la posteridad sin permitir que empañen o destruyan su virginal semblante.