CULTURA:  --  Rincón literario   -  Mercedes Toledo

 

 

 

Te fuiste de nuestro lado como se extingue el día al llegar el oscurecer y tras una larga semana de angustia para los tuyos, te apagaste cual antorcha que deja de emitir su luz. Tu mano pequeña y delicada que guardaba entre las mías fue perdiendo su calor, dejando de responder a mis suaves caricias...

Y tras una noche de dolor y lucha, llegó el momento final junto a tu querido hijo al que dejaste desolado aquel amanecer otoñal.

Han pasado muchos años de tu marcha y no hay momento del día que no te recuerde. ¡Cuánto aprendí de ti y qué momentos inolvidables pasamos juntas, aquellas tardes de cada sábado en la cocina, dando las últimas pinceladas al trabajo de una larga jornada! Sí, ya lo sé. Tenías ochenta y tres años y no todo el mundo vive para contarlo. Pero es que a pesar del deterioro físico causado por tu largo peregrinar y tu dedicación a los demás, dentro de ti guardabas valores incalculables: la alegría, un espíritu jovial, tu buena forma de ser y una satisfacción plena por tus metas alcanzar. Esto todo era para los que te queríamos un bastón de apoyo para continuar nuestra existencia sirviéndonos siempre de tus ejemplos.

Pasaste por esta vida sembrando el bien y con tus pequeñas pero ágiles manos, a cuántos ayudaste a ver la luz por primera vez en el lecho materno empapado por el dolor y la felicidad de su primer encuentro.

Hoy descansas junto a los tuyos en un oasis de palmeras, Haría, el pueblo que te vio nacer.

Siempre he pensado que si de la práctica de tu bonita profesión de la que estabas tan enamorada, nació tu riqueza de espíritu que se reflejaba en tu eterna sonrisa. Así te recordaré siempre.

Que desde donde estés nos sigas apoyando para lograr la meta de nuestra existencia ver nuestra misión cumplida. Con el dolor de tu partida nació esta esperanza. ¡Cuánto te echamos de menos querida Trini!