CULTURA:  --  Rincón literario   -  Mercedes Toledo

 

 

 

¡Qué infame es tener la soledad por compañera!, pues si eterno se nos hace el día, la noche triplica su quebranto. Mas cuando acude el llanto surcando nuestras mejillas y enrojeciendo nuestros ojos, parece aliviarse el alma dando paso al sosiego; luego nos invade el fracaso mientras la vida pasa sin dejar de recordar ese tiempo lejano donde el ruido, las risas, los juegos, los llantos...hace que por unos instantes resuciten en nuestros pechos los sentimientos dormidos que albergan en un rinconcito de nuestro corazón. Y en tantas noches pensativas en nuestro propio silencio, nos perdemos en nuestra pequeña ciudad dormida recordando el ayer, donde la felicidad marcaba el paso de nuestras horas, sin poder por un instante pensar que ahora no podemos volver sobre nuestros pasos para recuperar la dicha perdida.

La desolación nos circunda mientras gravitamos en nuestra soledad, porque de pronto la casa, nuestra casa hecha con todos los sacrificios y toda nuestra ilusión, está totalmente vacía, mientras que en este rincón de nuestra alcoba, acurrucados, intercambiando nuestro calor, nuestras vivencias, nuestros hermosos recuerdos, nos invade el síndrome de nuestro nido vacío, porque nuestros "polluelos" volaron apagándose tras de sí las voces del ayer, los momentos entrañables, las risas compartidas... Un frío glacial nos circunda a pesar de las temperaturas impropias de la estación porque nuestro frío no es falta de sol sino de calor humano.

Se terminó la euforia, el mirar el reloj a cada instante, el silbido de la olla, el aroma del café...Parece como casi sin darnos cuenta, un ladrón furtivo se llevara de pronto todo cuanto hemos vivido y, esta ausencia tan repentina hiere nuestra memoria porque lo que ayer tuvimos, lo que ayer fuimos, son sólo sombras que se desvanecen haciéndonos comprender al fin, que no nos queda otro remedio que proseguir nuestro camino, aprendiendo a vivir esta realidad encendiendo con retazos del pasado la grandiosa soledad de nuestra casa vacía.

¡Es ley de vida¡ opinan algunos pero cuando te ocurre paulatinamente, parece otra cosa que cuando de golpe y porrazo todo está vacío, sin calor, sin ruidos sin risas...

Por las noches suelo dar un paseo por mi hermosa casa, voy hasta sus dormitorios y a veces acaricio sus camas o algún objeto que ha quedado por ahí extraviado y es entonces cuando me doy cuenta que los necesito, que los quiero más que nunca y que en mis noches de insomnio que son muchas, no dejo de velar por ellos.

El ser padres cambia totalmente nuestras vidas, pues no dejamos de serlo todo lo que dure nuestra existencia.