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Fuente: Diario de Las Palmas

28-06-1966

 

Fallecidos en la isla de La Graciosa y enterrados en Haría

(…) Cuando alguien moría en la islita se producía una estampa de negro pintoresquismo. Aprisa, porque lo reducido del censo hace que la muerte sea allí  una sorpresa, un marinero improvisaba el ataúd utilizando viejas maderas, por lo general provenientes de alguna barca desguazada. Y el ataúd pesaba siempre más que el cadáver.

Los familiares del difunto, y prácticamente toda la aldea, cruzaban "el río" en respetuosa comitiva en torno al féretro. Luego había que subir el risco donde se acaba bruscamente el paisaje lanzaroteño portando a hombros el ataúd y por un camino malamente hecho para el paso en "fila india “y con precauciones. Y así, hasta Haría donde se daba sepultura al difunto. (…)