Al amparo del Volcán de La Corona, el pueblo de Yé
Por Agustín de la Hoz
PUEBLOS / Yé
Fuente:
Programa de San
Juan 1990
Yé, diminutivo, pobre y
recóndito, es un pueblo
original. Su gente parece que
anda sobreviviendo en la lejanía,
agobiada de nostalgia en medio
de los cerros caserío. Las viñas
de Yé son propiedad de gente
diversa que no vive en el
pueblo, pero cuyas fincas
brillan de puro cuidado. Son
interesantísimas las sabias
defensas para contrarrestar la
fuerza del viento, empleando
auténticas lunas de piedra negra,
geométricos socos, sobre las
cenizas negras que cubren la
tierra, y que hacen más
sobresaliente el verde quemor de
las vides, cuyas cepas se
extienden y se anillan como
raras y caprichosas culebras.
Las hojas de las parras se
mueven con arpegios de abundante
alegría, entretanto en cualquier
cercana lejanía vese a los
grupos de cabríos y ovinos
triscando las humildes
florencillas del suelo montaraz.
Estos ganados producen el buen
queso de Yé, cuya fama se
confunde con el de Los Lajares,
que sabe al gusto de la almendra
como acontece con el del Cortijo
de Órzola.
El pueblo de Yé, negruzco, diminutivo y pobre, antoja una de esas aldeas montaraces que subsisten a través de los siglos como manifestación de vida común, de profundo amor a la tierra y a sus particulares modos de entender la vida y las costumbres.
AGUSTÍN DE LA
HOZ