CULTURA: -- Rincón literario - Mercedes Toledo
...Había oído la radio mientras conducía y el parte meteorológico era satisfactorio para pasar la tarde en la playa. Le apetecía practicar su deporte favorito así que ilusionado siguió conduciendo hasta llegar a aquella playa de dorada arena.
Mientras se preparaba para adentrarse en la mar, una gaviota de plata volaba en el azul profundo del cielo planeando cual minúsculo avión rozando casi el acantilado, donde las olas rompían formando una lluvia de blanca espuma.
Por fin, subido en su surfing, tomaba la ola en el exacto momento para ser impulsado deslizándose sobre ella, mientras la brisa característica del lugar acariciaba su cuerpo y el sol bronceaba su fornido cuerpo. Así disfrutó todo cuanto pudo hasta que las fuerzas le faltaron pues llevaba horas sin ingerir alimentos. Fuera del agua, arrastró su surfing lo mejor que pudo, se deshizo del jacket tumbándose luego en la tibia arena. Un silencio absoluto imperaba en aquél paraje; sólo el ir y venir de las olas besando la dorada arena se dejaba oír sintiéndose de pronto arrullado como en sus tiempos infantiles cuando su madre le acunaba cantándole una nana. Sus ojos se fueron cerrando y fue entonces cuando se sintió transportado a un lugar maravilloso. Creyó estar de pronto en el más fornido colchón de una preciosa habitación. Por la ventana entraba la luz difusa del día que comenzaba a hacer su aparición. Se levantó sigiloso y retiró la cortina pudiendo ver entonces una bruma rosada envolviendo el paisaje que se le presentaba ante sus ojos, mientras un perfume embriagador llenó la estancia. Todo parecía sacado de un hermoso cuento donde la suave brisa movía acariciadora infinidad de hilos dorados que iban dibujando antes sus ojos, como si de fuegos artificios se trataran, multitud de figuras mientras minúsculas flores hacían su aparición moviendo sus pétalos cual lindas mariposas.
Todo parecía una hermosa ilusión óptica. Jamás pensó que pudiese existir tanta belleza. No sabía a dónde dirigir su mirada, pues todo era infinitamente hermoso. Le pareció que de pronto se elevaba cual pluma que mece el viento y pronto, muy pronto, sus oídos se saturaron de una hermosa melodía que le atraía como en aquél cuento del flautista que tantas veces su padre la había contado. Anclado en este lejano recuerdo, no pudo evitar una sonrisa pues en aquellos tiempos imborrables, llegó a creer que su padre era el "verdadero flautista”, hasta que descubrió que no era cierto y fue entonces cuando se dio cuenta que la vida le había dado otras cosas pero le había robado la inocencia. Un dulce sabor experimentó en su alma al volver a revivir aquella época de su vida donde el "patriarca" de su familia contaba el mismo cuento dándole un toque de magia como solo él sabía hacer para que aun cambiando los diálogos y el repertorio de palabras que con tanta facilidad surgían de su creativa mente, mantenerlos a todos intrigados, perplejos, aunque siempre había un buen final; luego, como siempre, fueron muy felices y se comían perdices ... como todos los domingos de su querida infancia. Tan inmerso estaba en aquel placer mezcla de fantasías y de realidades vividas, que sólo el frío de la noche le hizo salir de aquel letargo. Abrió los ojos tímidamente y comprobó que todo había sido un hermoso sueño que guardaría como un tesoro más entre sus preciados recuerdos.
A su alrededor, la quietud del oscurecer, la luna, fiel viajera de la noche, bañándose en un mar de plata y el susurro del mar, que incansable seguía refrescando la dorada arena mientras las huellas de los ocupantes de la playa desaparecían bajo sus labios de blanca espuma, ocupaban todo "su pequeño universo."