CULTURA:  --  Rincón literario

 

 

 


Quietud y silencio. El alba hace su presencia entre velos de niebla mientras la luna cubre su virginal desnudez, con el manto suave de una nube.

El sol, solemne, incendia el cielo, gran enigma de nuestra existencia y la caprichosa brisa mueve con gracia acompasada infinidad de palmeras que como fuegos artificios tienen de esmeralda el espacio, alargando su talla para rozar con estudiada elegancia la bóveda celeste.

Montañas que caen para transformarse en valles, valles que ascienden queriendo tocar lo intocable...

Espuma blanca, en torbellinos, rompen la tapizada alfombra de verdes, violetas y amarillos formando pequeños núcleos donde habitan los lugareños.

A la caída de la tarde, el fresco se hace sentir; la brisa acelera su suave compás y las palmeras se mecen con ritmo de arroró espaciando por el valle la maternal melodía.

Tras la puesta de sol, se ilumina el pueblo que inexplicablemente forma una gran estrella de seis puntas como un regalo del cielo. De pronto, al observarlo desde lo alto, asemeja una estampa navideña que me transporta por las sendas del espíritu.

Regalada a esta maravilla que anega mis pupilas, no sé dónde termina la realidad y comienza la fantasía, mas tampoco es una cosa que me preocupe en estos instantes, pues la belleza es tal, que sólo tengo sentidos para admirarla y así saturar mi alma de esta preciosidad que sólo se puede apreciar desde esta altitud y en este incomparable rinconcito de mi tierra.