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Fuente: Diario de Las Palmas

13-07-1973

Por Leopoldo Díaz

 

 

Siguiendo la ruta norte de la isla nos tropezamos con un pueblo que al visitante ofrece mil y una bellezas. Sus múltiples palmeras le confieren un carácter cierta­mente exótico que de in­mediato cautiva. Se le conoce con el apelativo de "El Va­lle de las Mil Palmeras". Es, Haría. Acudir a visitarlo es grato. Su belleza natural, no artificiosamente creada, es aspecto que no escapa a los ojos del  avispado  visitante.

Y con ésta como aliada no se puede ni debe aspirar a nada en absoluto. Un muni­cipio debe dar señales vi­vas de movimiento. No bas­tan las meras palabras o promesas. Lo realmente im­portantes son los hechos pal­pables.

Hoy hemos querido traer al comentario un punto, una parcela de ese bello pueblo del que hablábamos en tér­minos elogiosos, Haría, ha cuidado con esmero, dedica dinero un millón es empleado única y exclusivamente en favor de la enseñanza. Y es que, amigo lector, la en­señanza es un pilar funda­mental, o básico e impres­cindible en el desarrollo con miras al progreso de la sociedad. Sin embargo, por des­gracia no es atendida en igual medida. De ahí el tan­to y éxito rotundo y sin precedentes que se anotan los componentes de la diná­mica   corporación   norteña.

De enhorabuena y no es para menos, máxime teniendo en cuenta que el capítulo de gastos que para muchos pa­dres supone un problema in­soslayable es solventado prácticamente. La Educación Ge­neral Básica se imparte con toda normalidad así como la enseñanza media a través del Colegio Libre Adoptado. To­do este orden de cosas citado viene a redundar en benefi­cio de unos pueblos laborio­sos y ejemplares. Aquí casi se puede decir que la ense­ñanza, verdaderamente es gratuita. La temida emigración rural, tema del que ya se comienza   a hablar   con gran insistencia, por causas de estudios, desaparece. Los cuantiosos viajes a la capital se han borrado prácticamen­te. Esta pesada losa con la que habían de cargar los pa­dres de familia ya no es tal. El regocijo en las menciona­das localidades del norte de la geografía insular es, pues, evidente.

Así escuetamente hemos glosado en estas páginas un aspecto del vivir de Lanzarote. Una Lanzarote que paulatinamente va conocien­do y adentrándose de lleno en el mundo del progreso.