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fuente: "MIRADOR DE CANARIAS"
REVISTA GRAFICA. Nº. 26 FEBRERO - MARZO, 1942 AÑO III
DIRECCIÓN: COMBATE, 9, 2º. DERECHA
SANTA CRUZ DE TENERIFE
PRECIO DEL EJEMPLAR: DOS PESETAS

JORNADAS DE CURIOSIDAD Y ADMIRACIÓN POR LA ISLA ORIENTAL DE LANZAROTE.

En esta otra mañana nos internamos en la zona de Malpaís. Una enorme extensión absolutamente cubierta de detribus descompuestos de origen volcánico, a la cual el labrador va ganando espacio para sus cultivos, mediante el traslado de arenas. Hay un signo revelador, en medio del caos volcánico, de que hay tierra fértil. Es la existencia de tabaibas que, en grupos, aparecen cubriendo gran parte de la llanada escabrosa.

Por una pista recta bajamos hasta los "jameos". Esta palabra no tiene equivalente explicativa. El, "jameos" es una peculiaridad de Lanzarote. Si queremos encontrar una semejanza, recordemos las cuevas guanches tinerfeñas. Pero no, tampoco son cuevas. Vienen a ser cauces de barrancos que acaso por la convulsión volcánica activa, fueron tapados en gran extensión, aunque dejando un hueco interior techado. A trozos aparece un derrumbamiento y como una entrada de galería, la cual se extiende a veces varios kilómetros bajo tierra.

El más curioso es el llamado Cueva de Los Verdes. Junto a uno de los derrumbamientos antedichos, la entrada se ofrece completamente obscura y lóbrega, de la que surgen inopinamente palomas salvajes. Aquí se refugió gran parte de la población en una de las incursiones berbericas que sufrió la isla.

Otro "jameo" es el de Agua, que contiene una lagunilla de agua marina filtrada, transparente, y que cuando a cierta hora caen los rayos solares desde una breve abertura del techo, ofrece irisaciones y reflejos de fantástica belleza. Desde aquí al mar podrá haber unos cien metros.

Estos lugares de curiosidad suelen ser muy visitados por los turistas, y para ello se construyó la pista que llega exactamente hasta el "jameo" del Agua. Muy posible es que, tanto a la ida como al regreso, nuestros acompañantes, entre los que destaca por su benévola simpatía don Juan Bautista de León, y nosotros mismos, estemos caminando por sobre los techos de estos barrancos subterráneos acaso exactamente encima de donde en pasados siglos la gente refugiada lloró sus desdichas y tejió sus sufrimientos...