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FUENTE: La Voz de Lanzarote
Nª4- 1986
El sobrio paisaje de Lanzarote
suele ofrecer de vez en cuando
la nota llena
de pintoresquismo y de gracia de
un grupo de esbeltas palmeras,
junto a la carretera, o
recortándose en el horizonte.
Generalmente, los lanzaroteños
han sabido valorar este elemento
decorativo de su paisaje y sus
autoridades han prohibido el
exterminio de palmeras.
Recordamos al efecto a don
Mariano López Socas, alcalde que
fuera de la Villa de Haría,
quien solía perder los estribos
ante la noticia de que algún
desaprensivo hubiera arrancado
alguno de estos ejemplares tan
consustanciales al paisaje de la
isla. Pero de poco tiempo acá,
las cosas han cambiado. No queda
títere con cabeza que en su afán
de crear de la noche a la mañana
un aparato so jardín junto al
chalet o bungalow -casi siempre
con destino a la especulación-
no hace, donde sea, un acopio de
palmeras que replanta en el
improvisado jardín y que,
como es natural, en un 90% se
secan. A este ritmo, dentro de
unos pocos anos la isla será un
erial completo. ¿No habría forma
de acabar con estos asesinos de
palmeras? Si los señores
especuladores quieren anunciar
el bungalow rodeado de un
abundante palmeral, porque lo
hace más atractivo al cliente,
que, por favor, planifiquen su
negocio con tiempo creando sus
propios viveros de palmeras, en
vez de recorrerse, como ahora lo
hacen, la geografía isleña con
un hacha bajo el brazo.
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