Geografía/ Flora

 

 

 MALPAÍSES DEL NORTE

El cardón que desapareció de Lanzarote

 

Fuente: Mis primeras exploraciones por las Islas Canarias

Por David Bramwel 

 

 

Hace muchos años, en 1969, tuve la suerte de explorar los ris­cos de Famara con don Enrique Sventenius pero, por razones de tiempo, nos quedamos sin la oportunidad de visitar el mal-país de la Corona. Aquello quedó como una asignatura pen­diente hasta 1978, cuando Zoé y yo hicimos una excursión por el norte de la isla. Bajamos desde Haría, con sus espléndidos palmerales y vistas hacia la montaña de los Heléchos. Pasamos por las áreas de picón [ceniza volcánica] con sus cultivos de vid y vimos las grandes extensiones amarillas que ocupa el corazoncillo (Lotus lancerottensis) y, en algunas zonas más rocosas, la ocasional cerraja leñosa (Sonchus pinnatifidus) y el tajinaste de Famara (Echium famarae). En los malpaíses de Máguez obser­vamos una vegetación interesante, con la tabaiba dulce (Euphor-bia balsamifera) y algún ejemplo de tabaiba amarga (E. regis-jubae), junto al abundante tasaigo (Rubia fruticosa).

Una curiosidad de esta excursión, que anotamos en el cua­derno de campo, fue la presencia de un cardón (Eupborbia canariensis) en el malpaís, pero todos los intentos posteriores de reencontrarlo han sido en vano y los últimos estudios de Lanzarote destacan la ausencia del cardón en la isla. La abun­dancia de matos del verode en este recorrido me hizo recordar una pequeña anécdota de la visita a la isla con don Enrique, cuando en uno de los andenes, debajo de las Peñas del Cha­che, me corté un dedo con mi cuchillo, intentando coger una muestra para el herbario de alguna planta y Sventenius, inme­diatamente, preparó una maceración del tallo de un verode, diciéndome que la savia de esta planta detenía la hemorragia y actuaba como antibiótico. Y la verdad es que la herida se curó muy rápidamente.

Don Enrique me contó que el truco se lo había enseñado su fiel ayudante de campo del Jardín de Aclimatación de Te­nerife, don Israel Bello. En fin, al atardecer llegamos al peque­ño pueblo de Máguez y después de tomar una cerveza allí tuvimos que volver a Haría, por la ruta más rápida de la carre­tera, para recoger el coche y volver a Arrecife.