Geografía/ Datos geográficos
Fuente: Diario de Las Palmas 18-06-1974 Por Agustín Acosta
El valle de las palmeras El Valle de aspecto oriental, silencioso, tranquilo, salpicado de blancas casitas de fácil y sencilla construcción, tiene en las esbeltas palmeras, las altivas higueras, los frondosos parrales, en los ennegrecidos enarenados, etcétera, etcétera a los motivos ornamentales que le dan un aspecto realmente bíblico y variopinto y en cuya contemplación el más exigente de los humanos encontrará motivaciones sobradas para alabar la obra divina, si porque en Haría la naturaleza se muestra exultante de belleza y de alegría ofreciendo toda una panorámica de indescriptible belleza. El Palmeral de Haría es la variante, apacible, que el sorprendente, duro y escalofriante paisaje lanzaroteño ofrece a la curiosidad de propios y extraños, cuya visión produce en el alma el sosiego necesario para que la paz reine en nuestro ser. Los atardeceres, serenos, cargados de poesía y de silencio son de una grandeza inenarrable. La quietud que allí reina y que se ve alterada de tarde en tarde por el piar de algún pájaro que busca su nido afanosamente, por el canto de algunas aves de corral o por el lamento que emite una guitarra rasgada con manos temblorosas dejando sentir las notas tristemente dulces de una malagueña, es todo un sedante para el espíritu. Este paradisíaco lugar siempre difícil cambia su faz con la llegada del veraniego junio y en la última decena de este mes viste el pueblo su más y mejores galas y sus vecinos ensanchan sus corazones con alegría para embriagarse de felicidad en el devenir jubiloso de los días testeros que tienen su culminación el 24. Allí, en esos días, la alegría, el andar bullanguero de sus habitantes, se palpa con satisfacción, porque en esta época se esconden en los más profundos y apartados de los rincones del olvido, penas y tristezas, la amargura que en el decurso del año agrícola se ha cosechado y la estampa triste, tremendamente dolorosa de la emigración de familias, queda velada, cubierta por el retorno de muchos de ellos que vuelven queriendo "vivir", en su valle, junto a las palmeras. Podemos decir, parodeando a muchos, que en estos días todos los caminos conducen a Haría, a un Haría distinto al de ayer, al que viviera momentos de grandeza que sepultadas han quedado en las páginas de su historia dilatada y hasta brillante. Por esos caminos de los que antes hemos hablado, ayer polvorientos y de difícil tránsito y hoy pulcros y ennegrecidos por el betún asfáltico, andarán centenares de peregrinos que tornan a su pueblo para revivir épocas pasadas o simplemente para sentarse al pie de una palmera y sentir en el alma la paz que la naturaleza otorga y que la civilización con ese su avance ha restado al mortal.
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