HISTORIA / Alcohol metílico

 

 

LA PROVINCIA / DIARIO DE LAS PALMAS  Domingo, 3 de marzo de 2013  Pág  43

 

Fernando Méndez publica su tercer libro sobre el fraude alimentario, para dar a conocer las últimas investigaciones, que realiza desde hace casi 20 años.

 

"EL GOBIERNO DE ENTONCES IMPIDIÓ LA INVESTIGACIÓN"

S. Rodríguez

 

Dónde o con quién se encontró con las mayores dificultades en la investigación?

Paradójicamente, entre los propios familiares de las vícti­mas. En el rural gallego existe un férreo código moral por el cual resulta muy difícil admitir que 'mi padre' o 'mi hermano' murie­ron por haber bebido tres o cua­tro copas de licor. Además, a cientos de personas con sospe­cha de que habían fallecido a consecuencia del metílico no se les practicó la autopsia debi­do a la taxativa prohibición de sus familias. Prefirieron quedar­se con la versión de que habían muerto de un ataque al corazón o de meningitis antes que ad­mitir la verdad. Eso lo pudo co­tejar el propio fiscal en su traba-jo de campo y fue la razón de que no se exhumasen muchos más cadáveres.

 

¿Qué reacciones se encon­tró?

Cuando conseguía localizar a algún familiar su primera reacción solía ser la de echarse a llo­rar. Al pasar ese primer momen­to, se abrían, pero casi siempre con un sentimiento que habría que definir entre tristeza, frus­tración y, todavía, incluso miedo.


¿Cree que la sentencia se ajustó a principios estrictamen­te jurídicos o fue también una sentencia política?

Las dos cosas. Hubo una par­te penal, pero es verdad que hu­bo una parte política con una gravedad tremenda. Desde el punto de vista penal, yo estoy convencido de que en el caso del metílico no se hizo justicia, primero porque ninguno de los acusados cumplió la pena que tenían que haber cumplido, y, segundo, porque tampoco se abonaron las indemnizaciones que se estipularon. Y desde el punto de vista político, no hubo responsables porque, desde el primer momento, el Gobierno se ocupó de detener cualquier tipo de investigación que impli­case a las administraciones. To­do se quedó en un delito con­tra la salud pública. De todas formas, con ser eso lamentable a mí me parece mucho más gra­ve que, pasados cincuenta años, no se haya hecho aunque fuese un pequeño homenaje a las víc­timas de aquel escándalo. Nadie se ha querido mojar con el re­cuerdo de toda aquella pobre gente.

 

¿Hubo altos cargos del régi­men implicados en la trama?

No se consiguió probar nada porque esta vía de investigación se cerró de un plumazo. Perso­nalmente creo que la implica­ción y responsabilidad de car­gos públicos en este caso se refiere única y exclusivamente al descontrol sanitario y alimen­tario de la España de aquel en­tonces.

 

¿Quién era el máximo respon­sable de la trama?

Rogelio Aguiar era un bode­guero sin escrúpulos, un hombre que solo tenía en mente una má­xima: hacer negocio.