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Fuente: Diario de Las Palmas

28-10-1961

Por J.L.Ocampo

 

Alguna vez, a nuestro paso o regreso de La Graciosa, nos de­tenemos en Haría. Ahora lo he­mos hecho y sin prisas. Hemos convivido unos días en este apa­cible y pintoresco pueblo, degustando sus ricos frutos y saboreando sus vinos secos y fuer­tes. Esta vez, nos hemos dedica­do a ver y oír; en estos pueblos se oyen y dicen muchas cosas. Y es pintoresco contemplar có­mo, mientras se toman unas co­pas, con sus correspondientes enyesques, se arregla o, a lo me­jor, se desarregla el mundo. Ahora está en el tapete la diva­gación sobre el proyecto de as­faltado de las calles del pueblo; claro, es esta una reforma dig­na de encomio porque llevará a las vías públicas la firmeza e higienización al suprimirse el pol­vo con tal mejora. Pero dicen los vecinos y creemos que dicen bien, que antes que esto debe acometerse otras mejoras de mayor necesidad; dicen, muy isleñamente, que primero son los dientes que las muelas. Y enu­meran una serie de cosas que exigen esa preferencia. Haría tiene necesidad de un Grupo es­colar para seis secciones, tres de niños y tres de niñas, pues actualmente radican en locales inadecuados y, desde hace tiem­po, debió de acometerse esta me­jora, aprovechando la coyuntu­ra de tantas facilidades como, para ello, da el Estado. Creemos que tienen razón y que con un poco de buena voluntad, que no creemos ha de faltar, se acome­ta la empresa. Oímos a unos ve­cinos del importante caserío de  Máguez que se lamentan del  problema del agua; este es el problema más vivo de toda la Isla, pero me dicen que Máguez tiene solución, pues basta­ría adquirir la Fuente de la Oveja y aprovechar, hasta las últimas gotas, su caudal y que­daría solucionado el problema. Está también siempre candente el problema del abastecimiento de Haría y según los interlocu­tores —que no tienen porqué decirnos otro cosa— sería asun­to resuelto con la adquisición de las aguas de Chafariz, distantes del pueblo unos dos kilómetros y con ello quedaría solucionado este espinoso asunto. En fin, se hablaba de muchas y variadas cosas, pero todas de primerísimo interés para el pueblo. Se comentaba también una menu­dencia, menudencia que no es problema, pero que su solución sí lo es: detrás de la ruinosa  Iglesia está, desde hace tiempo, un montón de hierros y de piedras de molino. Claro que esto es tan insignificante asunto que basta que la Alcaldía ordene su desaparición de aquel lugar pú­blico que tanto desdoro lleva a cuantos le contemplan y que llama la atención desagradable­mente a los turistas y a cuantos pasan por aquel lugar. Y con esto quedan satisfechos los de­seos de los vecinos que pedían la exposición de tantas necesidades que tienen la vez antes que el asfaltado, que, por otra parte, puede esperar.