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Fuente: Mitología de la Princesa Ico

 

Guinate era risquero y tuvo su asentamiento en una de las partiduras del Risco de Famara. Se dedicaba a la caza de animales salvajes que vivían a todo lo largo del macizo montañoso. Las cabras eran allí muy abundantes, al igual que las aves, que anidaban allí en gran cantidad. Debido al mal acceso del lugar era una gran reserva tanto animal como vegetal, entre las que existen especies únicas en el mundo.

Guinate ha sido tradición de risqueros. Existen datos del s. XVIII según los cuales vivió allí un risquero dedicado a la caza de cabras salvajes. Desde esas fechas hasta nuestros días este lugar ha sido ocupado por personas que se han dedicado a entrar en el risco unas veces a cazar y otras a socorrer a personas que, desconociendo el peligro, se adentraban en el acantilado y no podían luego salir. En este lugar han aparecido restos de un pasado: cerámica, conchas, huesos y otros vestigios.

Los actuales habitantes de Guinate o, mejor dicho, los que viven en la casa junto al acantilado —lugar donde se descubrió el antiguo asentamiento— son descendientes de personas que habitaron en este mismo lugar en el s. XVIII. Igualmente risqueros, como sus antepasados los aborígenes risqueros de Guinate. Pero aquellos hombres, aparte del Risco, tuvieron otras formas de supervivencia para asegurar su sustento. Practicaban el marisqueo, pues la presencia de conchas en el asentamiento lo demuestra.

Un dato interesante son las veredas y caminos que utilizaban para acceder a la orilla del mar, las cuales podernos hoy en día observar y usar: una vereda para bajar y la otra para salir de la bajada. Aquélla es casi recta, un poco acostada en el risco, la otra está trazada en forma de curvas haciendo eses, existiendo además otras sendas en varias direcciones. Una vegetación alta y abundante sería usada como alimento del ganado.

Como se sabe, el Risco de Famara es muy rico y abundan­te en vegetación autóctona, con especies únicas en el mundo.

El personaje Guinate sostiene en la mano una maza que usaba para clavar las cuñas en las grietas del risco, por donde se desplazaba auxiliándose de una cuerda enrollada alre­dedor del cuerpo, trenzada con hojas de palmera. Las cuñas las lleva dentro de una jena (zurrón de piel de cabrito) colgada al costado. La piel del tamarco es corta con respecto a los otros personajes, ya que le permite desplazarse más cómodamente en el escarpado risco. La montera es de cuero, pero muy corta.