PATRIMONIO  > Datos patrimoniales

 

 

 

Fuente:  Programa Fiesta de San Juan 1996

 

El folclore de Lanzarote, tan rico y variado como el de las restantes islas, fue tajantemente marcado por las primeras agrupaciones folclóricas que, allá por los años 40, surgieron en la isla. Las piezas que estas agrupaciones interpretaban se reducían a cuatro: isas, folías, seguidillas y malagueñas. Las melodías, cantos, bailes y vestuario que acompañaban a estas piezas tenían un origen claramente popular, pero estaban notablemente influenciadas por una escenografía excesiva, quizás motivada por los concursos de folclore que se celebraban por aquellos años.

Estas agrupaciones marcaron la pauta a los siguientes grupos folclóricos que fueron generándose en Lanzarote los cuales se limitaron a reproducir el mismo repertorio concluyendo finalmente en que todo el folclore de Lanzarote se reducía a esas cuatro piezas.

Mención aparte merece el sorondongo y la saranda que, basadas en melodías populares, son creación de artistas populares, teniendo muy poco que ver con el folclor lanzaroteño.

Uno de los aspectos que más llamó la atención de estas agrupaciones fue su sencillez. Esta sencillez era en algunos casos tan extrema que en ocasiones se confundía con rudeza y brutalidad. Este mal entendido rasgo ha sido el que finalmente acabó por transformar por completo el folclor conejero. Con esto, los cantos eran cada vez más agudos y gritones y los bailes cada vez más brutales y acrobáticos. Para darnos cuenta de este gran error en el que hemos ido cayendo, sólo tenemos que pensar un poco y reconocer que los cantos no tenían por qué ser cantados únicamente por tenores o sopranos y que las danzas nunca pudieron ser bailadas con semejantes saltos y giros. Si no nos acabamos de autoconvencer sólo tenemos que preguntar a alguna persona mayor de 80 años, que haya podido vivir en sus carnes lo que hoy las agrupaciones folclóricas llevan a los escenarios, para darnos cuenta de la degeneración a la que estamos sometiendo nuestra cultura y, en consecuencia, del gran fraude que estamos ofreciendo al público.

Es evidente que a más agudos y forzados sean los cantos, a más vistosos y escandalosos sean los vestidos y a más coreográficos y acrobáticos sean los bailes más llamaremos la atención del público y más sonoros serán sus aplausos.

Pero, ¿estamos ofreciendo al público el folclor de nuestra tierra o los estamos engañando con unas interpretaciones tan desvirtuadas que cada vez con la isla a la que curiosamente intentamos representar?. ¿Podemos decir que el folclor de Lanzarote se reduce sólo a isas, folías, seguidillas y malagueñas?. ¿Qué ocurrió con las berlinas, mazurcas, polkas, pasacatre, santo domingo, y otras muchas piezas del cancionero lanzaroteño?. Aún estamos a tiempo de rescatarlas del olvido, aún quedan en nuestros pueblos muchas personas mayores que pueden informarnos y que tristemente van desapareciendo, enterrando con ellos un importante legado ancestral. Pero esto hay que hacerlo ya, quizás dentro de diez años sea ya demasiado tarde.

La Agrupación Folclórica Malpaís de la Corona ha dado un primer paso en pro de esta nueva línea que intenta rescatar todas estas manifestaciones ya casi perdidas en el olvido. Este primer paso ha sido el vestuario presentado el pasado 27 de abril en los Jameos del Agua en un acto sencillo, pero lleno de tradición y emotividad. El municipio norteño de Haría puede y debe sentirse orgulloso por ser uno de los primeros municipios en preocuparse por el rescate de estas cuestiones y porque la agrupación Malpaís es la primera en la isla en decidirse a introducir en su vestuario estos trajes que son el fruto de una larga y compleja investigación y que intentan ser fiel reflejo de las antiguas indumentarias de los conejeros.

Esta decisión es en sí un rasgo de valentía al atreverse a romper una trayectoria que estaba marcada desde hace unos 40 años con el inicio de las Agrupaciones Folclóricas de nuestra isla.

Desde estas páginas animamos a la agrupación Malpaís, y a todos los que se quieran sumar, para que siga en esta labor consciente y seria de preocupación de nuestro patrimonio cultural que ha sido víctimas de tantas malas interpretaciones y de tantas involuntarias transformaciones. Todavía estamos a tiempo!

Haría, junio de 1996