Don Enrique Dorta y Los Valles
Fuente: Lancelot 15-10-1994
Por José Antonio Peraza Bonilla
Humanamente contemplada, la noticia fue conmovedora. La única Existencia legitimada para hacerlo había determinado que el arcediano de El Rubicán compartiera, con Jesucristo, la pascua, último trance terrenal y principio de asentamiento definitivo en estamentos sobrenaturales.
Cuantos hemos tenido la suerte de haber conocido a don Enrique Dorta creo, debemos sentirnos orgullosos de ello. Un desmesurado celo apostólico, desde los primeros instantes en que ejerció su ministerio sacerdotal, parece haberlo hecho acreedor al reconocimiento por parte de quienes hemos recibido asistencia espiritual y humana de este canónigo que nos ha dicho hasta luego. La nostalgia invade el ánimo cuando vienen al recuerdo elocuencias oratorias, y hasta aquella especie de invitación a iniciar el conocimiento de la historia religiosa lanzaroteña. Homilías pronunciadas en la festividad de Nuestra Señora de Las Nieves despertaban esa curiosidad. Y es que, don Enrique, fue también promotor cultural como ya se ha dicho, haciendo justicia a la incansable labor desarrollada buscando una mayor realización de la gente en consonancia con su condición humana.
La dilatada misión evangélica del presbítero aludido, tuvo también especial incidencia en la localidad de Los Valles. Así lo podemos testificar toda persona que ya hemos traspasado físicas barreras juveniles y que, consiguientemente, vivimos el cotidiano acontecer del pueblo en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo presente. El apoyo dispensado por una familia hariana vinculada a Los Valles por razones educativas, y tremendamente comprometida con los propósitos abrigados por don Enrique posibilitó, aún más, la resurrección de aquel letargo en que estaba sumido el núcleo poblacional escogido pretéritamente para descansos estivales de próceres lanzaroteños. Se puede manifestar y honestamente admitir ser, tal sacerdote, componente de un importante episodio jalonante si se albergan inquietudes tendentes acontecimientos locales.
Considero no equivocarme proclamando deudas de gratitud que este pueblo tiene pendientes. Las desinteresadas aportaciones pastorales protagonizadas por el ilustre miembro del Cabildo Catedralicio de Las Palmas, teniendo a Los Valles como receptor, estimo demandan público agradecimiento. Ha llegado el momento de saldar. ¿Perpetuar su memoria sería una manera de realizarlo? Tal vez. La nomenclatura vial quizás debería incluir nombre y rango eclesiástico de aquel que amó al pueblo y trabajó por él. La Excma. Corporación Municipal de Teguise está llamada a ese cumplimiento. Posiblemente las futuras generaciones tengan así oportunidad de evocar a un apóstol de la moral, cultura y anunciación de la Verdad.