PERSONAJES / Jordán Franchy / Portada
Fuente: : La Provincia
25 Marzo 2004
Gracias a la meritoria iniciativa y a los desvelos del poeta, hombre de cultura y prestigioso editor Carlos Gaviño de Franchy, vio la luz recientemente un singular libro, que inicia la colección Biblioteca Julio Castro de Autores Canarios, en memoria del fallecido impresor de Santa Cruz de Tenerife. En la portada se lee: Francisco Jordán, Tinerfe (Poesías), Santa Cruz de Tenerife, Imp. de Félix S. Molowny, San Francisco 32, 1913. En la anteportada aparece un excelente retrato del poeta firmado por Carmen Cólogan.
Se trata de una edición facsimilar de uno de los tres pequeños tomos publicados aquel mismo año, 1913, por Francisco Jordán en la imprenta de Félix S. Molowny (Tinerfe, Espigas y Amapolas, adelfas y cardos). Reúne el plaquette que presentamos nueve poemas y una dedicatoria en verso, de los cuales algunos ya se habían publicado en la prensa local (El Tiempo, Santa Cruz, Trofeo, La Laguna, Baile de candil). Según las investigaciones de Carlos Gaviño de Franchy (Vid. la breve presentación que encabeza el libro), es de suponer que todos fueron escritos después de 1908, a la llegada de Francisco Jordán a Tenerife.
Indudablemente, muchos se preguntarán ¿quién es Francisco Jordán? Nació Francisco Ignacio Jordán en Haría de Lanzarote, en 1886. En 1898, su padre, en su calidad de miembro del Cuerpo de Torreros de Faros, fue destinado a la isla de Alegranza, donde el futuro poeta vivió entre los 12 y los 15 años en la soledad del "mar océano" como a bordo de un gigantesco barco. En 1908, ingresó en la Escuela Superior de Náutica de Santa Cruz de Tenerife, donde obtuvo el título de piloto en 1912 y de capitán de marina mercante en 1918. Durante toda su vida de permanente viajero por los mares del mundo, fueron las Islas con sus paisajes, el mar y las nostalgias del marinero -amores, amigos, familia, lugares- las realidades que le obsesionaron y se convirtieron en Leitmotiv de sus poemas.
La relativamente escasa producción literaria de Jordán (seis libros, de ellos dos en La Habana), las ediciones de reducida tirada y, no en último lugar, una obra en total disonancia, a nuestro juicio, con las nuevas orientaciones de la literatura europea y canaria de su tiempo (en plena ebullición y florecimiento del simbolismo, modernismo y los ulteriores "-ismos", emblemáticos movimientos de vanguardia) fueron los principales factores que contribuyeron al olvido de Jordán, así como de otros autores canarios -Antonio Zerolo, Diego Crosa, Manuel Verdugo, que, curiosamente, gozaron de gran popularidad en su tiempo-todos agrupados por la crítica literaria bajo el denominador común de "Escuela regionalista".
La poesía de Francisco Jordán pertenece a lo que podríamos llamar romanticismo tardío. Y, sin pretender entrar en un análisis académico del romanticismo en las letras españolas, no podemos dejar de recordar unos cuantos aspectos fundamentales. A pesar de que románticos son algunos de los nombres más populares de la literatura española (Espronceda, Larra, Zorrilla, Duque de Rivas, Bécquer, Campoamor Gertrudis Gómez de Avellaneda, Estébanez Calderón, Mesonero Romanos, por citar sólo a los más destacados), parece que el romanticismo español "goza entre nosotros de muy escasa estima" (J. L. Alborg). Se le considera, por lo general, un producto importado, de imitación foránea, falta de autenticidad y sinceridad, retórica y convencional, a pesar de la tradición épica medieval, el romancero, las crónicas y las tragedias de la literatura española, es decir de una evidente predisposición hacía los ideales románticos (A. Valbuena Prat). Por otro lado, el romanticismo español surge tarde, cuando en otros países europeos había llegado ya casi a su ocaso. No olvidemos que la famosa "batalla de Hernani", auténtica partida de nacimiento del romanticismo, se había "librado" en París en 1830. No es ése el momento de juzgar tales opiniones, pero está claro, a nuestro parecer, que, si bien en ciertas ocasiones pueden ser correctas, requieren matizaciones y puntualizaciones. Y, por tanto no se pueden generalizar. Consideramos necesario el breve inciso anterior para intentar justificar hasta cierto punto la actitud de la crítica literaria y de los propios, miembros del gremio hacia un poeta como Jordán, representante tardío de una corriente literaria tardía en un ambiente de efervescencia modernista -futurismo, surrealismo, dadaísmo, ultraísmo, era tan magistralmente descrito por Alejo Carpentier en su Consagración de la primavera, ambiente entre cuyas reivindicaciones figuraba en destacado lugar la negación de todos los valores del pasado.
La poesía de Jordán es una poesía sencilla, sincera, llena de frescura y de colorido, una poesía romántica costumbrista. Podríamos decir que es la textualización de sentimientos y meditaciones espontáneos, sin versos y frases rebuscados, sin excesivo cuidado por las formas y los cánones, aunque se nota una clara predilección del poeta por el soneto: Dormita, de encantos llena,/ sobre la mar fulgurante,/ y es una odalisca amante,/ que a eterno amor se condena!...// ¡Su dulce voz de sirena/ esclaviza al navegante/ y vibra el Sol lujuriante/ sobre la tostada arena!...// Ninfa, que en la tarde gualda,/ sobre alfombras de esmeralda,/ tiñe su faz de arrebol...// Su abanico abre la tarde.../ y entre tanto en oros arde,/ se abanica con el Sol! (Nivaria).
Los poemas de Jordán podrían compararse con los cuadros de los pintores naif: La pradera respira la poesía,/ que en los atardeceres se presenta,/ cuando tras de una lluvia triste y lenta,/ se ve en Ocaso desangrar el día...// Llega el mozo a la rústica alquería,/ cuya tardanza un corazón lamenta,/ y la belleza del paisaje aumenta/ el gris de la borrosa lejanía/...// [...] (Acuarela).
Más allá de su indudable ingenuidad y cierto descuido por las formas, la obra de Jordán representa un momento en la historia de la lírica canaria de las primeras décadas del siglo pasado y merece ser rescatada del olvido, como han hecho Carlos Gaviño de Franchy y la Imprenta Nueva Gráfica con esa saludable iniciativa.