En recuerdo de Mariano López
FUENTE: EL ECO DE CANARIAS (Miércoles, 15 de Mayo de 1968)
GÁNIGO DE PAPEL Por Juan del Río Ayala
Inopinadamente bajó a la tumba; Lanzarote está de luto porque su vida fue un romance por su isla y también Gran Canarias porque en esta tenia arraigos familiares y muchas amistades.
Nos conocimos desde edades tempraneras en encuentros y avatares de estudiantes, Mariano era nerviosamente ávido de saberes. Luego nos encontrábamos a trechos cuando recalaba por El Museo Canario, con embozadas de conchas en sus manos que recogía en las idílicas playas y en los fondos lávicos de Tite-Roy-Gratra, y permanecía absorto en observaciones comparativas sobre las vitrinas de la sala de malacología o en diálogo de expertos con aquel inolvidable conservador don Manuel Naranjo. Mariano era congénitamente naturalista, como uno de los más destacados herederos de aquel espíritu enciclopedista que en Canarias fue el ilustre Viera, y se afanaba sobre el suelo atormentado de su isla escudriñando los tres reinos de la naturaleza; porque andaba por las lavas sumiéndose en los cientos de cráteres y por las playas y calas observando peces y conchas y hacia la corte a la flora hasta el punto de hallar una nueva planta para la ciencia que le premió poniéndole su nombre.
Señor de rasgos patriciales, dio cuanto pudo en servicio de su isla desempeñando cargos públicos hasta llegar al ámbito legislativo con su credencial de procurador en Cortes. Desde los miradores de su casa, cabe el Volcán de la Corona, oraba cada día por su isla a la vista de la fragosa planicie de "El Maipés", la alborotada costa de Órzala y de Punta Fariones y en lotananza el cortejo gracioso de las niñas, mientras oficiaba ritos de anfitrión hospitalario dando a beber a sus amigos los sutiles caldos de sus viñedos. Por las calles de Arrecife su figura señorial, dispensando cordialidad y afectos, desde su confortante hogar a la Escuela de Artes y Oficios donde tenia depositada su maravillosa colección de conchas.
Historiador y arqueólogo también, su repentina muerte ocurrió en el precioso momento en que enseñaba a la arqueóloga portorriqueña, señorita Ana Margarita Basó, una serie de notas bibliográficas, tras haberle servido de excepcional guía por los complejos de Zonzamas. Esta señorita trae metida en su alma impresión trágica de aquel momento y me la ha contado dramáticamente.
Mariano López Socas es ya sólo un recuerdo. Pero un recuerdo entrañable de señorial patricio, no sólo para Lanzarote que es su isla sino para todo el archipiélago, tras la pena de haberle perdido para siempre.