HISTORIA / Aproximación Hª Haría
Cuando hace unos días me pidieron que preparase el Pregón de las Fiestas de San Juan, tuve una doble preocupación: el poco tiempo de que disponía para ello y el qué podía decir de este pueblo que ya no se hubiese dicho; pero he sentido cierta alegría cuando apenas hace media hora he hojeado el programa de la fiestas y he visto en ese escrito titulado “Mi pueblo Guanche” que existe interés y gran ilusión por conocer algo de la historia de nuestro pueblo, y esa es precisamente la orientación que he querido dar a este Pregón…
Como cada año, el pueblo de Haría se dispone a celebrar la festividad de San Juan, y en esta ocasión me cabe el honor y la satisfacción de ser un pregonero, porque, sí “Pregón” es la promulgación en voz alta y en sitio Público de las cosas, de los hechos, de las ilusiones y esperanzas de las personas y los pueblos, de lo que conviene que todos sepan, nada mejor para ello que las Fiestas de San Juan.
No voy a limitar este pregón a anunciar lo que es propio del Programa de las fiestas, sino a hacer una rápida y pequeña referencia a distintos aspectos de nuestro pueblo a lo largo de su historia, partiendo de la relación con su Señor San Juan.
Hablar de las fiestas, que ya, en estos momentos, se celebran, es hablar de Haría. Referirse en Lanzarote a San Juan es recordar este pueblo.
- Configurando un perfecto valle, enmarcado entre el pico de la Atalaya, las montañas de Aganada, Faja y los Castillos, ofrece desde cualquiera de ellos una panorámica sin par; a cuyas laderas ha subido el poeta y se ha llenado de inspiración, porque Haría es la “Niña bonita de Lanzarote”. Ha merecido y sigue siendo objeto de los más bellos piropos. Hermosura y fertilidad son dos adjetivos que configuran su nombre. Se le ha llamado “Hermoso Valle”, “fértil y fecundo”; “Oasis de vistosos palmerales”; “Vergel lanzaroteño, de aromáticas flores, de variados matices y de pájaros cantores”.
Esta es la realidad física de Haría, y explicable el que impulse a sus habitantes, desde niños, y a los mismos visitantes a ascender por sus faldas y contemplar ese Arco Iris que forma el blanco de sus casas, a manera de palomas sobre un lecho de esmerada, como dijera Isaac Viera, refiriéndose al verde de sus palmeras; el azul del cielo y el negro de sus enarenados; y ¡qué más inspiración para el poeta que escuchar el canto de los pájaros a la puerta de su nido en los amaneceres soleados de Mayo y Junio, o el atender rojizo del crepúsculo despidiendo el día desde las alturas.!
Más, Haría no es sólo belleza de la naturaleza, también es una amalgama de “Valores humanos”, inmersos en sus gentes, puestos de manifiestos a lo largo de su historia, en sus actos, en su quehacer diario aquí y allá, donde quiera que se encuentre un hijo de este pueblo.
Como todos los pueblos, también éste tiene su historia, que nos llega a través de la tradición, de generación en generación, y mediante obras que aún perduran e incluso en la existencia de documentos escritos que testimonian una vida pasada: la vida de sus habitantes, su trabajo, sus dificultades, los frutos que obtenían de la tierra, la celebración de sus fiestas, etc.
Si grande fue, como obra del hacer comunitario de unos vecinos, la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, que permaneció en pie durante varios siglos, no menos importantes fue la construcción de la Ermita de San Juan, a la que luego haré obligada referencia, puesto que es su festividad la que pregonamos.
Por sus características, Haría debió ser desde épocas remotas un privilegio enclave humano en el contorno insular. La mayor frecuencia de lluvias que en el resto de la Isla y su situación entre montañas, relativamente alejado de la costa, y con ello de posibles injerencias de extraños, venidos de otras tierras, motivó el establecimiento de grupos muy reducidos que paulatinamente fue creciendo y organizándose, como núcleo de convivencia humana.
En 1.587 se escribe que Faría tenía unos veinte vecinos, de ochenta a cien habitantes. Posteriormente, a lo largo de los siglos XVIII y XIX va aumentando su número hasta sobrepasar a principios del presente siglo los tres mil habitantes.
Si con la destrucción por el fuego de los Archivos Municipales en 1904, pierde el pueblo parte de su historia, gran cantidad de datos y referencias continúan en números y valiosas documentos, que merecen ser reproducidos antes de que el paso del tiempo acabe con ellos de forma irreparable.
Pero, ¿Cuándo surge esa “relación San Juan - Pueblo de Haría”?. Cuando se barajan fechas de siglos pasados, corremos el peligro de perdernos entre ellas, más es indudable que la devoción por este Santo se adentra en la lejanía de los tiempos.
En el año 1625, Manuel de Acuña de Figueredo, vecino del Lugar de Haría, pidió al Visitador General de la Isla, Pérez Criado, la “Iglesia Vieja” que hubo en este Lugar a fin de “Reedificarla”, dotarla y ponerla bajo la advocación de San Juan Bautista; cosa que se le concedió, alegando en su petición que por haber sido trasladada a otro lugar del Valle Nuestra Señora de la Encarnación y estar descubierta la “Vieja Iglesia”, desmantelada con el “Robo de los Turcos”, a fin de evitar que en ella entren animales; por devoción y por haber sido construida por su suegro Luis Rodríguez, quien la edificó a su costa, ya difunto (entonces), y por estar enterrados los que habían muerto durante el tiempo en que se celebró en ella los oficios religiosos, hacía dicha solicitud.
Concedida esta petición, se le dio el carácter de “Patronato”, encargándose de reedificar la Ermita, para lo cual destinó siete fanegas de tierra, a fin de emplear sus rentas en la referida obra, obligándose a otorgar la escritura de dotación, con lo que el Santo pasaba a ser el titular de las fincas. De esta forma fue el “Fundador del Patronato” y “Primer Mayordomo” de la Ermita.
Manuel de Acuña otorgó testamento el 10 de Mayo de 1655 y codicilio en 1657, conteniendo en ellos una cláusula en favor de la Ermita, dejándose unas veinte fanegas de terreno en los Castillos y en las proximidades de la propia obra, con la misma finalidad de destinar sus frutos y rentas a la reedificación que había iniciado.
Pasan los años, y los Mayordomos que le suceden continúan su obra, con lentitud, en ciertas ocasiones con descuido, según se desprende de las Daciones de Cuentas efectuadas a los Visitadores de la Isla. De este descuido de los patronos y del estado desordenado de la Ermita se habla en la visita de 1738. En 1751, se le indica al Vicario Don. Andrés Curbelo que mande hacer un establo y una tarima para el Altar, con el producto de un terreno del Patronato que se había vendido. Se sigue haciendo referencia en posteriores visitas del estado de la Ermita; en 1764 se menciona el estado ruinoso de sus techos y pavimento (Es de pensar que fueran los que quedaban de la primitiva construcción). En 1773 el suelo aún no tiene ladrillo y se habla de la “antigüedad del techo”. Se van sucediendo en las Daciones de cuentas las referencias a los gastos por diversos materiales, especialmente las de 18 de Diciembre de 1795 y 11 de Julio de 1800; en la 1ª se detallan los Reales y Maravedíes que costó acabar las paredes, la piedra que se compró. La cal, etc., y en la 2ª la madera para las puertas, tabla para la sobrepuerta, bisagras, encalado, albeo, peones y oficiales e incluso el brindis para los que ayudaron a poner el techo de gratis.
Aquí prácticamente estaba finalizada una obra, que como puede desprenderse de los numerosos datos que aporta, de los que he referido una pequeña muestra, forma parte de la historia palpable del pueblo, porque como ya indicamos éste manifiesta su pasado de diversas formas, aglutinándolo con el presente y mirándolo hacía el futuro.
San Juan ha dado nombre a una zona del pueblo, la Ladera y la calle de San Juan, y es éste mucho más antiguo que el que ostenta actualmente de Villanueva, que sin duda representa un Barrio, a manera de las restantes divisiones del pueblo en Barrios, pero como tal calle aparece ya en escritos de mil ochocientos cincuenta y seis. Las casas de un pueblo, sus calles, son también expresiones de su vida, pensemos por un momento en el por qué de ciertos nombres que aún se conservan como calle la Cruz, Islote, Cañada, Malpaso, Sobre las Eras, Tegala, junto a otros desaparecidos, pero que tuvieron su razón de ser, como calle la Cilla, la Longera, o más sugestivos: calle de las Tejas, calle del Sol calle Real, etc.
Con estas referencias intentamos únicamente puntualizar en este pregón, preludio de unas fiestas, que nuestro pueblo tiene un pasado, en gran parte aún escrito, que manifiesta la obra de una gente que con su trabajo, en unas condiciones económicas muy inferiores a las actuales, dejaron constancia de su existencia, y vaya a manera de ejemplo muchos de los pozos diseminados por el Valle, a los que se hace referencia en escritos de hace dos o tres siglos.
El pueblo de Haría y con él toda su área municipal, debió experimentar un cambio muy grande con el sistema de enarenados en una época en que la agricultura constituía el único medio de vida. Aprovechando la humedad de las alturas se practicó el cultivo propio de cada siglo de demanda, como ha ocurrido con la cochinilla, la barrilla, la cebolla y otros tantos productos.
Desde finales del pasado siglo y comienzos del presente hay un fenómeno que va a caracterizar el pueblo de Haría, a medida que nos acercamos a las épocas actuales: La Emigración. Fenómeno que seguramente se inició a raíz de la fundación de las primeras ciudades americanas, como ocurrió con San Antonio de Tejas fundada por un grupo de familia lanzaroteñas. No en vano representó el índice mayor de emigración de nuestra Provincia. Esta corriente emigratoria fuera del pueblo, motivada por justas razones económicas, climatologías y de otra índole, va a condicionar a un pueblo que en la década de los sesenta se encuentra prácticamente sin juventud entre trece y cuarenta años. Como contrapartida a esto se ha venido observando en los últimos años una cierta estabilidad en la población, debido a múltiples razones: insularización del trabajo, con la extensión del lugar de trabajo a sitio diferente al de residente, facilitar en los medios de comunicación y transporte, obras en el área municipal, y principalmente porque todo acontecer insular repercute en cada pueblo de una forma o de otra.
Basta mirar unos años atrás para ver los cambios que se han venido produciendo de todo tipo, económicos, culturales, de obras y servicios públicos unido a la colocación comunitaria de los vecinos de toda la comarca del Norte de la Isla. Ahí está esa obra que es el Colegio, donde las nuevas generaciones tienen las puertas abiertas a una enseñanza media y luego poder ascender a la superior, con unos medios y en unas condiciones que no disfrutaron las anteriores; en esa formación necesariamente más perfecta que antaño se va fraguando el futuro del pueblo, su propia gente.
Podemos mirar igualmente a todo lo realizado en los últimos diez o quince años, en una forma diferente a aquella construcción de la Ermita de que hemos hablado; ahora se suceden las cosas con mayor rapidez, calles que se asfaltan, jardines, etc., de todas bien conocidos, y asimismo podemos mirar hacia delante y ver las obras muy próximas a realizar: el Alcantarillado y Agua corriente, el Polideportivo, la nueva electrificación, que de alguna forma repercutirá en beneficio de todos.
Haría, de pueblo exclusivamente agrícola prácticamente hasta los años cincuenta y tantos, ha pasado a tener una imagen más variada, “mitad pueblo, mitad ciudad”, en su aspecto y en su gente, en su quehacer diario, costumbres, obras y proyectos.
Las Fiestas de San Juan seguirán estando en el ánimo de todos como un medio de reunión de los hijos del pueblo, un alto en el trabajo, una ocasión de esparcimiento y de comunicación social.
Sin dejar de atender el presente, debemos conservar el pasado, su historia, que le ha configurado a través de los tiempos, y mirar hacia el futuro de un pueblo que cada año, en estos días se reúne para celebrar la festividad de San Juan.
Muchas gracias.- Felices Fiestas.