PREGONES DE HARÍA > Índice
Dignísimas autoridades, queridos amigos:
Siento en todo mi ser una enorme alegría. La sentí desde el mismo momento en que nuestro alcalde, don Juan Ramírez, me ofrecía el pregón de nuestras fiestas.
Le pedí unos días para pensármelo, y a punto estuve de no aceptar. Mis muchos años, la enorme responsabilidad de pregonar lo que quiero tanto, la talla intelectual de anteriores pregoneros: Don Enrique, Agustín de la Hoz, Lolo Torres, Antonio Berriel y un largo etcétera; y también la emoción me hacían preguntarme ¿Podré yo pregonar las fiestas de San Juan?.
El ánimo que me infundieron mis hijos, el orgullo de hablar de mi pueblo, del sitio en que nací y viví tantos años, pesaron, y aquí en mi barrio de nacimiento, El Islote, estoy con todos ustedes para hablar de nuestro pueblo, de su historia, de sus personajes, de sus cosas, de sus fiestas, de sus gentes, de…San Juan.
Perdonad mi atrevimiento, convecinos.
Como celosos guardianes de un tesoro, las montañas de: Aganada, Malpaso, Faja y La Atalaya, custodian, con celo, el hermoso Valle de la volcánica Lanzarote.
Salpicado de innumerables palmeras y con una vegetación espléndida está mi pueblo, el nuestro, está Haría.
Es, sin duda, uno de los bellos lugares de la isla. Su hermosura no tiene parangón con ningún otro pueblo.
Ni los más estudiosos historiadores, ni los investigadores activos han podido conocer con certeza el origen y nombre de Haría.
Se habla de: “Faria”, “Valle de María”, “Lugar de Aria”, “Valle de los Castillos”, etc. sin embargo, aparece como “Lugar de Aria” en la mayor parte de los documentos referentes al pueblo, entre los siglos XVI y XIX.
No olvidamos que parte de la historia oficial de Haría se pierde en el año 1904, al arder los archivos municipales, aunque en la parroquia existen datos de gran interés para reconstruir parte de la pasada historia de nuestro pueblo.
Parece lo seguro que, en un principio, se trató de varios cortijos diseminados por tan feraz Valle, y luego, como en todos los pueblos, se fue formando un núcleo en torno a la ermita de San Juan y a lo largo del barranco, como parecen probarlo las antiguas edificaciones que hasta hace algunos años estaban en pie.
Con un enclave favorecido por las condiciones climatológicas y su propia situación, un tanto oculta, a la vista de posibles incursiones piratas, como se produjeron en algunas ocasión, hacen del “Lugar de Aria” un sitio adecuado para el asentamiento humano.
Curioso y digno de estudio es la referencia a gentes procedentes de Yaiza, que aparecen en los libros de la iglesia “ Matrimonios y Nacimientos”. Es de pensar que, a raíz de las erupciones habidas entre los años 1730-1736, parte de la población de los pueblos y aldeas afectadas por las mismas, se desplazaron hacia el norte de la isla; baste citar a los Valles, surgido como población por tal motivo, y no menos pudiera haber ocurrido con estas personas que aparecen en Haría con posterioridad a tales erupciones.
A pesar de lo que escribe Don Agustín de la Hoz, gran investigador y escritor de pro, en su libro “Lanzarote”, de que el cura de Yaiza, autor del manuscrito sobre las erupciones, había marchado a Las Palmas, donde murió, en los libros de la iglesia, durante los años posteriores (1745 a 1772) figura un tal Don Andrés Lorenzo Curbelo Perdomo, ejerciendo en la parroquia de Haría. (tenemos que recordar que las erupciones volcánicas de Timanfaya fueron desde 1730 hasta 1736). Además, en el cementerio de Haría, hasta hace unos años, existía una tumba en la que se podía leer el nombre de Don Andrés Lorenzo Curbelo Perdomo.
Esta serie de coincidencias y su enterramiento en el pueblo pueden confirmar la emigración desde los pueblos y aldeas, barridos por la dantesca erupción en Timanfaya hacia Haría.
En estos históricos años, vivieron en Haría algunos militares ilustres, como Don Antonio Socas y Clavijo, vinculado a la fortaleza de Santa Bárbara de Teguise, y algunos más. Tenientes, Capitanes y hasta el Comandante de la mencionada Fortaleza, sin olvidar varios Presbíteros que ejercieron en Las Palmas en estos siglos pasados y estudiaron con el producto de las capellanías (conjunto de tierras vinculadas a esta finalidad), de las que existían en la ladera de San Juan, Los Castillos, etc.
Juegan nuestro municipio un interesante papel en la historia de Lanzarote, fundamentalmente un lugar del malpaís de La Corona: La Cueva de los Verdes.
Batían inexpugnable, La Cueva de los Verdes; toda la Historia dolorosa y cruel de los isleños, eternamente acosados, es sin duda nuestra Cueva de los Verdes.
La Cueva de los Verdes, un gran poema lírico en piedra, pero también un poema heroico de Lanzarote.
Ni Morato Arráez, con su Bárbara y sanguinaria incursión, pudo acabar con el magnífico palmeral de Haría, el más importante de Canarias.
Hablaré de tiempos más cercanos, dejemos la historia antigua de nuestro pueblo.
Haría abrigó la mejor biblioteca de la isla de Lanzarote porque Don Enrique Luzardo Bethencourt, político liberal destacado, tuvo la clarividencia de reunir, tomo a tomo, la más completa colección de obras que haya conocido la isla.
También fue importante la biblioteca de Don Rafael Cortés Spinola, hombre humano, caritativo médico ocasional. Haciendo gala de su magnanimidad la donó a la Parroquia.
Dos hombres, cuyos nombres permanecerán siempre ligados a la historia de Haría. Ellos iniciaron con sus bibliotecas la cultura de Haría, ellos tuvieron la inquietud de hacer de nuestro Valle un lugar de hombres cultos.
Otros hombres, y de otra forma, lucharon por su pueblo, y debo recordar aquí a Don Domingo López Fontes, impulsor del porvenir que hoy disfruta el pueblo. A él le debemos nuestra plaza, cuyos árboles plantó con sobrada visión de futuro. Dotó de muros a los barrancos sinuosos, cercó los pozos. Son otros tiempos de Haría, es la época de la tartana “Siño Damián”, que tarda seis horas y media de Haría al puerto de Arrecife.
No quedaron atrás Don Antonio Ramírez del Castillo y el beneficiado Don Rafael María Navarro; ellos con su labor en Ayuntamiento e Iglesia también contribuyeron a forjar las bases de la Haría actual.
Son personajes del ayer, son nombres para una galería de hombres de Haría. Desde aquí insto a nuestras autoridades para que estos hombres no permanezcan en el olvido. Son la historia de Haría. Ellos y otros que involuntariamente haya podido omitir, deben ser dados a conocer a las generaciones jóvenes; sólo así conocerán la historia de nuestro pueblo.
El culto a San Juan se pierde en la lejanía de los tiempos. Corre el año 1618 y se solicita autorización para reedificar la ermita -arreglando paredes, colocando puerta y terminando su techo. Todo esto lentamente y a lo largo de los dos siglos siguientes.
La existencia de la ermita es anterior, fue arrasada por la invasión de los moros (Arráez a su frente).
La reedificación de la ermita y su dedicación a San Juan en esta fecha mencionada, se debió a que la iglesia de la Encarnación se había terminado y se trasladó la virgen al nuevo templo.
La relación de San Juan con el pueblo de Haría ha estado de manifiesto a lo largo de su historia, dando el nombre del copatrono a una calle, la falda de una montaña, patronato de San Juan, etc.
Cada 24 de junio, día del santo, celebramos la fiesta principal de nuestro lugar. Durante los largos meses del año se piensa en el San Juan siguiente.
Dos o tres meses antes de las fiestas, la tienda de López, Dña. Pura y Don Emilio, vendían varas y varas de tela y no pocos zapatos. Había que estrenar, era la fiesta.
Se blanqueaban las casas, se hacía el amasijo y todo el pueblo era un hervidero de entusiasmo para recibir a los forasteros.
En la víspera habrá hogueras y los jóvenes saltarán entonando alegres canciones.
La alegría les invade, la fiesta se acerca. Y llegará el amanecer y habrá nacido otro San Juan. Habrá alegría, bullicio; la plaza se llenará de gente. Visitaremos los ventorrillos y vendrán los ruleteros de siempre y alguno nuevo, y la luz de carburo alumbrará su espacio.
Nos encontramos con los amigos y compañeros del resto del municipio y de otros pueblos de la isla. Vendrán familiares y amigos de otras islas. Faltará alguna cara conocida y por un momento se ensombrecerá nuestro rostro, pero es nuestra fiesta y con los que han venido tomaremos unas copas, y los más íntimos comerán en casa.
Por la tarde habrá paseo, ¿cuánta gente? Calor y polvo. Huele a tela y piel nueva. ¡Estamos estrenando!
Los bancos de la plaza están todos ocupados y las parejas, y las que aún no lo son, pasean plaza arriba y plaza abajo.
Así se encuentran los jóvenes, nuestra fiesta y su plaza; marcan el inicio de unas relaciones; es el lugar de encuentro de los jóvenes. Es el “Escaparate”, donde se luce el nuevo traje o los zapatos del “Trinque”.
¡Ahí están las bellas mujeres de nuestro municipio!
Luego habrá baile. Han traído una buena orquesta de Las Palmas. Y casi amaneciendo cesará la orquesta y, cansados pero alegres, nos retiraremos a casa. ¡Pasó San Juan! Así eran nuestras fiestas.
A pesar de ser Haría una zona de privilegiadas condiciones agrícolas, no dejaba de ser un pueblo humilde, cuya base económica se sustentaba en su riqueza agro-pecuaria. Estrecho horizonte para los jóvenes residentes. Quizá por eso, siguiendo la tónica impuesta, por diversas causas: colonias de Canarias en América, reales disposiciones, etc., se convierte también nuestro municipio en emigrante; y hombres jóvenes, en algunas ocasiones familias casi completas, emigran a: Cuba, Argentina, Uruguay y -bastante más tarde- a Venezuela.
Con desigual suerte se desenvuelve la vida de los harianos en los distintos países. Unos siguen ganando honradamente su sustento, y aún le sobran algunos pesos para mandar a la familia que un día dejaron en Haría.
Otros se perdieron para siempre en aquellas lejanas tierras, y en nuestro terruño los suyos lo pasaron muy mal.
Y por último, los que hicieron fortuna, los menos. Fue la vuelta de los “Indianos”, bien vestidos, viéndoseles lucir flamantes leontinas de oro, cuánto más gruesas mejor. Y con nuevas formas de hablar y de vivir.
Recuérdese, a título de ejemplo, a Don Antonio Ramírez, del que ya anteriormente nos ocupamos. Afincado en Buenos Aires, fue el mas pintiparado cónsul de los canarios. A él se le debió que la antigua iglesia de la Encarnación contara con torre y además con reloj.
Pero no sólo fueron las rutas americanas las que siguieron nuestros paisanos a la hora de emprender su marcha. Otras islas del archipiélago, entre los años cuarenta y sesenta, conocen el buen hacer de los hombres de Haría. En este caso, casi siempre.
La permanencia de un batallón del ejército en Haría, entre los años 1939 y 1946, frena la emigración y da cierta animación a nuestro pueblo. Es otra etapa de Haría.
Corre el dinero y las calles y plazas de nuestro pueblo se convierten en un gran cuartel.
Los bares empiezan a tener vida y la población civil armoniza perfectamente con los oficiales y soldados.
¡Cómo resuena aún en mis oídos “el toque de diana”; ¡Los desfiles por nuestras calles!; ¡La instrucción en la carretera que va hacia la montaña!, ¡Los carros cargados, transportando los productos agrícolas que compraban a los agricultores sobre el terreno ¡El reparto de la comida, frente al solar que hay junto a la molina de Don Gabino!. etc.
Era una vida bulliciosa. El pueblo en estos años no sólo vivió de la agricultura, sino también del dinero que gastaban los militares.
Algunos oficiales y soldados contrajeron matrimonio con mujeres del pueblo.
Pero, la agricultura y casi nada más, dan para poco; y la juventud busca ansiosamente mejorar. De nuevo aparece el fantasma de la emigración, mejor dicho de salir fuera de nuestro municipio a trabajar. Arrecife comienza a fundar las bases de un desarrollo alentador, es el comienzo del despertar de la capital de la isla. Y ello va a producir la más numerosa emigración de nuestro pueblo.
Tras la obra realizada por el Cabildo Insular de Lanzarote llega el agua domiciliaria a la capital, el agua de Famara, entre salobre y dulce. Se acomete la construcción del muelle de los Mármoles y muchos hombres de Haría trabajan en él. Primero viajan cada día, luego viven toda la semana en Arrecife y suben a Haría sólo el fin de semana, y terminan viviendo en la ciudad. Testigo: el barrio de Altavista, fundado por familias de nuestro municipio y al que se le conoce popularmente con el nombre del barrio de los Harianos. El éxodo desde todo el municipio es imparable, desbordante y acelerado.
Paralelamente al cambio de la situación económica de Arrecife, Haría ve como paulatinamente pierde vecinos y empeora su situación financiera. Da la impresión que va a ser el final de Haría.
Es la historia próxima, triste, pero la vida sigue y algunos harianos siguen confiando en la agricultura, en la belleza del Valle, en la magnanimidad de su clima, son los menos, esperan pacientemente un cambio en la situación que desgraciadamente algunos no conocerán.
Pasaron muchos San Juanes, quizá con menos gente, pero los habitantes y forasteros seguían festejando las fiestas.
Los niños asisten a las escuelas. Los padres entienden que se han de formar. Hay tres escuelas de niños y tres de niñas; por las manos de maestros serios, responsables y trabajadores pasan forjándose los niños del ayer y hombres del Haría de hoy.
Me van a permitir, queridos vecinos, que dedique mi recuerdo emocionado a mis compañeros maestros que ejercieron aquí; algunos, durante muchos años: Dña. Mercedes Socas, Don Antonio Betancort, Don Santiago Calle, Don Juan Valenciano, Don César García, Dña. Isabel Martín, Dña. Eugenia Torres, Don Manuel Perdomo, Don Domingo Barreto, y otros muchos.
¡Cuánto esfuerzo de estos hombres y mujeres! Casi sin medios, con locales en pésimo estado, consiguieron preparar a jóvenes que hoy ocupan cargos de responsabilidad en distintos estamentos, terminaron carreras, o quedaron en meros agricultores o trabajadores, pero preparados.
Estos maestros, con otras personas, fueron los forjadores del Haría intelectual, a ellos y también a otros que habré olvidado, debe Haría un reconocimiento. Y me tendrán que disculpar el Sr. Alcalde y los vecinos, que sea yo la que recuerde a este pueblo, a su ayuntamiento, el reconocimiento que, más ellos que yo, merecen.
Como no recordar a otros hombres y que desde distintas parcelas dieron fama y honor a Haría: El sacerdote Don Juan Ayala, 25 años con nosotros como párroco, Don Mariano López, excedente político y luchador incansable por su pueblo, y tantos y tantos otros que en su diaria labor, callada, sorda pero eficaz han dado brillo al nombre de Haría.
Mención aparte merece un hijo ilustre de nuestro pueblo, por su labor educativa, cultural y religiosa, a él le debe este pueblo muchos bachilleres, muchos maestros y alguna carrera más. Se trata de Don Enrique Dorta, coadjutor y párroco de Haría. Tuvo este inestimable valor de Haría la visión suficiente, con algunos maestros, de fundar una academia que más tarde daría lugar al nacimiento del Colegio Libre Adoptado de Haría.
Ello contribuyó a frenar en mucho el despoblamiento de nuestro municipio.
Podría seguir nominando y citando hombres de Haría, pero la lista se Haría interminable, a ellos y/o a su familia mis disculpas por mis omisiones.
Si algo mantuvo con claridad el vecindario de Haría es que sólo la cultura y la educación podrían salvar a nuestro municipio.
Y hombres inquietos, siguieron al pie de la letra las pautas marcadas por el pueblo y consiguen que se cree: Escuela-Hogar, una extensión del Instituto de Bachillerato y algunas ramas de Formación Profesional.
Y así, se transportan alumnos de otros municipios, se internan niños en la Escuela-Hogar y escolares de Haría y hasta de otros Ayuntamientos asisten a las clases de bachillerato. Nuestros jóvenes se preparan asistiendo a clases de Formación Profesional.
Se ha abierto el camino, no podemos perderlo de vista. Es el camino seguro que nos lleva a pensar que el antiguo pueblo de Haría, el culto palmeral del norte, resurgirá de pilares firmes: Cultura, educación y trabajo.
Como no recordar el trabajo de otros, algunos ya desaparecidos. Valorar su esfuerzo y pensar que este no fue baldío. Hoy las familias del municipio, empiezan a recoger los frutos de la semilla, que otros, escogiéndola con delicadeza y eligiendo perfectamente las tierras, sembraron. Recuerden a Don Enrique Luzardo, Don Rafael Cortés, Don Antonio Ramírez, Don Domingo López Fontes y muchos más, que con su afán por el saber, por el hacer o por el estudiar han permitido que Haría se coloque en el camino del progreso.
Un nuevo fenómeno social será un coadyuvante mas a la despoblación de Haría.Es el inicio del Turismo. En el sur, en la Tiñosa, hoy Puerto del Carmen, municipio de Tías, florece una nueva industria: La construcción. Nace el primer hotel turístico de Lanzarote: Los Fariones, y junto a él la urbanización Playa Blanca.
En sus cabildos de las largas tardes de sus pagos, el otro Haría, el Valle que lleno de vida y del singular bullido conocieron. Y por su mente pasarán imágenes de regias casonas de las que hoy algunas se conservan, de las casas de los comerciantes, de las casas de los agricultores, todas, las de los pobres y las de los ricos, sin distinción, preñadas de blancuras.
Y verán la plaza amplia, polvorienta, de bancos de verdes tirrillas que nuestros pájaros salpican de blanco. Y vendrá a su mente la vieja imagen de la iglesia de la patrona; La Encarnación, una de las más antiguas de la isla, que el pueblo en 1619 construyera con su esfuerzo. ¡Qué hermosa era nuestra iglesia! Sus tres naves, la sacristía, el cementerio viejo, el cuarto de los santos, el coro, el viejo reloj y el campanario, y sus imágenes, les harán recordar a Luján y a algún otro imaginero. Y recordarán su vieja puerta principal, su vieja mimosa que un fuerte temporal arrancó un día pese al esfuerzo de la vieja escalinata de la sacristía, que luchó para que no cayera. Y recordarán con tristeza la destrucción de la iglesia, el 22 de febrero de 1956.
Hablarán de La Hoya y no se olvidarán de la esquina, que no es una cualquiera. Es la esquina de Haría.
Pensarán en el Billar y recordarán a los forasteros que durmieron en casa de Aquilino. Recordarán el café de Rosendo, el de Manuel López o el de los Pérez. Nuestra esquina, es el corazón del ocio de Haría. Son los lugares para los tratos. Y pensarán en los comerciantes, en los pescadores y en los agricultores. Y muchas tarde más, en cualquier lugar, nuestros mayores recordaran y seguirán hablando del Haría que ellos conocieron.
Bullen en mi mente, y se agolpan, queriendo convertirse en palabras los recuerdos de Haría de mi vida, de toda mi permanencia después otra y otra, es el inicio de una forma nueva de vivir. Se necesitan albañiles, peones, carpinteros, personal de servicios etc. Y ahí llegan los hombres de Haría.
Se siguen perdiendo habitantes. Se cierran, las calles están vacías, desaparecen comercios y bares, etc. Esto es imparable, parece pensar algunos.
Y Lanzarote crece…, pueblos pobres como Tías y Yaiza, se convierten en municipios ricos. Teguise le sigue de cerca. Los ingresos son generados por el fenómeno turístico. Otros Ayuntamientos, como San Bartolomé, Tinajo y Haría, sin turismo luchan por tener más medios. Arrecife, albergando la mayor parte de la población de servicios, crece desmesuradamente, y el cemento empieza a cubrir la faz de Lanzarote.
La agricultura y los municipios que viven de ella, empobrecen. Solo los enarenados y esas paredes perfectas de piedras, que parecen trazadas por hábiles arquitectos, son testigo vivo del ayer. Hoy nuestra agricultura es una actividad de segundo orden. Es la tarea del fin de semana. Es el esparcimiento. Es la frustrada vocación de los que un día tuvieron que emigrar hacia la ciudad. Es el vivo deseo de mantener el recuerdo del ayer, el recuerdo de la riqueza agrícola del Valle de las diez mil Palmeras y los Valles que le circundan: Tahoyo, La Vega de Máguez, de Machín, Guinate, La Hoya de La Pila, Ye, Vega Chica y Vega Grande, Los Lajares, El Raso, Temisa, etc. ¡Cuánta riqueza agrícola albergaron!. Fueron otros tiempos.
Hoy es distinto, el turismo lo compra todo, lo destruye todo y trae formas y costumbres nuevas. Es el final de un siglo.
Y… los viejos campesinos de los pueblos, los pescadores sexagenarios de La Graciosa, Órzola y Arrieta, seguirán recordando en mi pueblo; necesitaría mucho tiempo y no quiero que os canséis. Pero me gustaría convencerles, aunque sé que la historia no mira hacia atrás, de que el Valle de Haría ha sido un pueblo del que los que hemos nacido de él, de los que aquí viven, podemos sentirnos orgullosos. “Lugar de Aría” del ayer fue un pueblo culto, educado y próspero.
Hoy todos los indicios apuntan hacia su resurgir. Se recuperan habitantes, se abren negocios, se arreglan calles, casas, plazas e iglesias, y Haría poco a poco parece despertar de su letargo.
Sin duda, caminamos hacia adelante y dentro de unos años, estoy segura, vamos a tener de nuevo un pueblo lleno de vida, eso sí, distinto, porque lo que deseamos todos es un Haría que, sin pausa, camine y se oriente mirando hacia el siglo XXI.
Nuestra joven corporación municipal, con Don Juan Ramírez a la cabeza, tratará de seguir por la senda ya abierta, la tarea iniciada y hoy podemos mirar con orgullo la gestión que han realizado durante los pasados cuatro años. En estas nuevas singladuras que ahora comienzan, nosotros los vecinos no podemos permanecer impasibles, tenemos que ser con ellos protagonistas del resurgir de Haría.
No les volvamos la espalda, y juntos, sin diferencias, luchemos por dar al municipio del norte el protagonismo que nunca debió perder.
Que San Juan nos siga tutelando y nos ayude a convertir a nuestro Valle, a nuestro pueblo, en un lugar del que nuestros hijos y nuestros nietos se sientan orgullosos.
Porque es San Juan, nuestra fiesta, la fiesta de Haría, y porque como pregonera inmerecida de nuestra fiesta, me siento en el derecho de hacerlo, invito a los campesinos de Máguez, Guinate, Yé, Tabayesco y Mala, y también a los pescadores de Punta Mujeres, Órzola y Arrieta a que acudan a San Juan.
¡¡Campesinos!!... ¡ ¡Marineros… !!
¡¡ Harianos y Forasteros, Venid !!
A San Juan, Haría nos espera!
¡¡Viva San Juan !!
¡¡Viva Haría!!