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Queridos vecinos de Haría:
Bienvenido todos: hombres y mujeres, jóvenes y mayores, niños y niñas; gente de la Cuesta del Pozo, de la Vista del Valle, del barrio de San Juan, de la Vista de La Vega o del Pozo de Tenala; de Los Molinos, de La Cruz, de La Cañada o del Malpaso; de La Isleta, La Hoya y La Tegala o de cualquier punto de este acogedor valle. Amigos y familiares de los aquí residentes venidos de Arrecife, de otros pueblos, de las islas o de otros lugares de la geografía; bienhallados sean todos.
Hoy estamos aquí juntos, convocados por algo que muy profundamente nos une: es la festividad de San Juan y el arraigado vínculo con este lugar, que es Haría. Este valle que acoge y guarda un montón de vivencias, experiencias y emociones, para cada uno de nosotros.
Haría se convierte en nuestro soporte referencial que nos permite sentirnos asidos, apoyados existencialmente en medio de la inmensidad del cosmos, en cualquier lugar que nos encontramos.
El nacer, vivir o participar aquí en la realidad de este pueblo, nos deja impregnados de una esencia que nos marca como harienses. Este acogedor paraje, rodeado de montañas, pero abierto a la inmensidad del mar, salpicado de esbeltos baluartes, cual son las palmeras, que con el suave batir de sus hojas nos estimula a reconciliar el sueño cada noche y nos avisa delicadamente al amanecer de cada día que la vida sigue andando. Este pasaje norteño acariciado por el frescor de los alisios hace que los frutales y viñedos, en la austeridad del verano revitalicen el paisaje con el verdor y copiosidad generosa de sus frutos y que en el moderado invierno se enriquece con la verde alfombra de los sembrados y la alegría de las flores de la simiente crecida. Desde la cuna nuestros tiernos oídos fueron acostumbrados al deleite de los sonidos, que la disposición de las montañas de este cóncavo espacio, por el rebote de los ecos, transforma en armoniosa polifonía, entremezclándose los ruidos del ajetreo de las labores con el de los diversos pájaros y animales domésticos, destacando el desafiante sonido del gallo que después de emitirlo espera inmóvil la respuesta y el frágil balido de los cabritos que nos anuncia que estamos por navidades.
Haría se convierte, pues, en nuestro marco de referencia, donde conservamos nuestros recuerdos más tiernos y nuestros sentimientos más profundos.
Un observador que visite Haría, podrá percibir cómo es un pueblo con estructura urbanística radical, con una plaza central y unas calles que prácticamente confluyen al centro desde los distintos puntos del valle. Visto de noche y desde lo alto, resulta un paisaje estelar, formado por una gran estrella casi regular y simétrica, que se da de mano con otra hermana estrella el caserío de Máguez.
Posiblemente haya sido la iniciativa de los vecinos, desde hace varios siglos, cuyo buen sentido cívico les llevó a establecer la ubicación de su propia vivienda y la de sus enseres de labranza y animales, formando alineadas calles y dejaron el resto de terrero en la parte trasera para uso del cultivo y animales caseros; progresivamente se irían adosando nuevas construcciones, formando así calles bastantes regulares. Destaco este aspecto porque ello refleja el sentido comunitario de los moradores que nos han precedido e implica ser personas abiertas, tolerantes y sociables, que guardan muy buena relación de vecindad, que es muy frecuente en otras latitudes ver como los pueblos pequeños se forman de casas dispersas y poco ordenadas que mantienen una buena distancia con sus vecinos. También es frecuente ver como en otros lugares los ciudadanos hacen dejadez del cuidado y ornato del exterior de sus viviendas, mientras que aquí es de destacar como los vecinos de Haría se desviven por el cuidado y esmero con el entorno donde habitan. Normalmente los humanos proyectamos nuestros personajes rasgos en el medio donde vivimos y he aquí la demostración palpable del afán por cuidar nuestro espacio privado y público, donde cada uno se esfuerza por ornamentar su vivienda y los alrededores, albeando de blanco, pintando de verde, construyendo las viviendas de nueva planta y haciendo las rehabilitaciones ampliaciones o mejoras de acuerdo con el estilo arquitectónico que nos caracteriza; porque cuidamos con celo de que nuestro pueblo sea bonito. Es el propio habitante quien no se permite el abandono o la fealdad de lo suyo.
Me atrevo a afirmar que esta armonía estética que Haría evoca, no sólo es fruto de las normas reguladoras, sino también de la arraigada actitud cooperativa de los moradores de esta localidad. Pues eso no se ha conseguido en otros sitios, donde también existen normas.
Es el trabajo cotidiano y anónimo de todos y cada uno de los que aquí habitan lo que le da a Haría su personalidad.
Son merecedoras de especial reconocimiento las mujeres. Si nos remontamos muchos años atrás, a la época de nuestras abuelas, veremos que la mujer ha tenido que cargar con un relevante papel en la vida familiar y en la economía domésticas como colaboradora en las tareas agrícolas y en la atención a los animales caseros. Para la generalidad de las mujeres casarse suponía contraer, además de matrimonio un sinnúmero de obligaciones, entre otras las de vivir fiel a su pareja y sacar adelante a los hijos, “hasta que la muerte los separe”. Ella, ante los avatares y las tormentas que se pudieran dar en la vida conyugal, debía salvar el equilibrio familiar. A ella correspondía el cuidado material de los miembros de la familia, a veces incluido algún abuelo o abuela, afrontar los problemas de salud que la mayoría de las veces se resolvían con un amplio botiquín de hierbas y remedios caseros. Tenía que coser, lavar y sobre todo remendar. Hacer equilibrios económicos para administrar los escasos recursos. Tenía que encargarse que los hijos fueran a la escuela y también a “la doctrina”. Mantenedoras y transmisoras de valores, ellas conformaban el componente ético, que interiorizado en nuestra conciencia nos capacita para ir por la vida siendo buenas personas. Ellas asumían la función de que las casas, aunque humildes, estuvieran limpias, e insistían en que al menos para las fiestas, estuvieran bien acicaladas, siempre previsora de que en la familia se diera algún evento trágico, procuraba tener algunos ahorrillos. Todo ello sin la ayuda de la tecnología de que hoy se dispone en cualquier hogar y con la limitación del uso muy racionado del agua. Queda claro pues, que ha sido la mujer la que ha sustentado la integridad de la familia y en muchas ocasiones en solitario, por la forzada ausencia del esposo.
La historia de este pueblo está jalonada con la labor de muchas personas sencillas y modestas, pero grandes en generosidad y altruismo. Creo que de justiciar es recordar a algunas, aún con el riesgo de dejarme atrás a muchas también dignas de mención. Invito pues, a que traigamos a la memoria con emotivo agradecimiento a la señora María Luisa Reyes y a la señora María Núñez, que cada una con su especial entrega, pusieron sus hábiles manos para ayudarnos a nacer. Somos muchos los hijos de este vecindario que en el momento de ver por primera vez la luz del mundo, ellas estuvieron allí, acompañando y ayudando a nuestras madres en ese trascendental instante.
Recordemos al señor Antonio Bonilla y a la señora Carmen Rodríguez Toledo, - Carmita la practicante, como cariñosamente la conocemos -, que siempre estuvieron prestos y gustosamente disponibles para acudir allí donde se les necesitara, pero cargados de una enorme delicadeza y humanidad que conseguían hacer gratamente llevadero el pánico que los niños solíamos tener a las inyecciones.
Al señor Rafael Betancort, siempre dispuesto a poner su intuitiva sabiduría sobre los músculos, nervios y huesos del cuerpo humano, al servicio de quien se lo pida, con total desinterés lucrativo aliviando acertadamente el dolor de las personas que a él acuden.
Al señor Nicolás, el que durante muchísimos años fuera el chófer de la guagua, hombre siempre presto a hacer las diligencias de cualquier servicio que se le pidiera realizar en Arrecife o en cualquier punto de su ruta. Excelente conductor de incuestionable calidad humana y profesional.
Tengamos presente también a Doña Encarnación Rodríguez Lasso, que todavía en el ocaso de sus años mantiene viva su inquietud por el teatro, mujer que sin hacer dejación de sus obligaciones familiares y profesionales ha dedicado mucho tiempo y entrega a que muchísimos niños y niñas, jóvenes y no tan jóvenes pasáramos por el escenario, generando y sosteniendo esta tradición cultural que hoy dignifica a nuestro pueblo.
Así mismo hemos de recordar a Isabelita López, colaboradora también en estas tareas dramáticas y musicales, que en coordinación con la señora Encarnación preparó varias generaciones en el arte de los versos, los cantos y las danzas.
A Leonor Cabrera, mujer servicial, que además de ser una buena apuntadora, que nos trasmitía tranquilidad en los temblorosos momentos de debutar en el escenario, ha hecho de su dilatada juventud una generosa entrega de su vida, su tiempo y su persona, para estar allí, donde hay dolor por una enfermedad, por una intervención quirúrgica, por un fallecimiento, dispuesta siempre para acompañar o guiar, sobre todo, a personas de Lanzarote en Las Palmas encuentran dificultad, haciéndolo con verdadera alegría interna, portadora de conciliadora paz.
A Juanita Casanova, mujer muy sensible a las necesidades de los demás, sobre todo de los más menesterosos, que con mucha discreción y delicadeza, durante años ha ido haciendo llegar a quien lo precisara, los modestos recursos que administra Caritas Parroquial; así como su dedicación al impartir catequesis a muchos grupos de niños y niñas, junto a otras personas también dignas de mención.
He de resaltar la labor de algunos hombres, que desde muy jóvenes, han hecho entrega de sus vocación en pro de la animación social y cultural de nuestro pueblo, como son: Juan Betancort Barreto, Eduardo Betancort, Tomás Armas Sicigia, etc…
También deseo que tengamos presente a esas mujeres que calladamente semana tras semana preparan el templo parroquial para el culto, con su trabajo de limpieza, de decoración con flores, lavado y planchado de los ornamentos para la celebración de los actos religiosos.
Especial mención hay que hacer de Don Enrique Dorta Alfonso, hombre que dedicó muchos años de su sacerdocio a Haría, celoso de su función pastoral, pero no menos entregado e inquieto por los problemas cotidianos de las familias y del pueblo. Sabio conejero, coherente y fiel a sí mismo y a sus creencias. Defensor de la cultura y promotor e impulsador del acceso a los estudios, en tiempos donde ello suponía salvar muchas dificultades. Hariense que allá donde estuviera llevaba a Haría en su corazón, siempre dispuesto a cualquier paisano que lo necesitara.
Hemos de evocar el recuerdo de algunos hombres y mujeres que tuvieron el mandato de ser nuestros maestros y maestras y lo fueron en el sentido pleno del término. Cumplieron con su función de enseñarnos las primeras letras y a hacer las cuentas, pero además consiguieron crear en muchas el gusto por el saber y los estudios. Nos podemos remontar a Doña Mercedes Socas, que fue maestra de tres generaciones y ejemplar madre de catorce hijos que tanto han prestigiado el nombre de Haría. O a Don Juan Valenciano, maestro vocacional, enciclopédico guiador, que ya en sus desgastados años se empeño en que algunos empezáramos los estudios de bachiller, cuando en Haría no teníamos posibilidades. Además fruto del matrimonio con Doña Rosario del Castillo nos legó la descendencia de siete hijos maestros y maestras. Recordemos a Doña Melitona, Doña Marusa, Doña Eugenia, Don Cesar, Don Santiago, Don Manuel Perdomo, Don Domingo Valenciano, Don Juan Santana, Don Alejandro Perdomo, Don Jesús, y muchos otros que estarán presentes en las vivencias infantiles de nuestras vidas y que marcaron su impronta en nuestra persona.
También traigamos a la memoria a algunos sacerdotes que venidos de fuera, se integraron profundamente entre nosotros, que además de desempeñar sus funciones estrictamente eclesiales fueron apropiados guiadores de la juventud, cercanos y allegados a las familias, sociables y afectivos con todo el pueblo.
Fue Don Juan Arocha, aquel enérgico sacerdote, que le tocó ser párroco en los momentos, en que antigua iglesia de la Encarnación dejó de ser útil al culto y junto con Don Enrique tuvo que afrontar la habilitación de otro lugar para la celebración de las actividades religiosas.
Don Eusebio Delgado, hombre carismático, que se ganó el afecto de todos los parroquianos, incluso el de los menos cercanos a la Iglesia.
Don José Lavandera, hombre de paso callado, pero tenaz, que caló profundamente en el sentir de la gente, de gran sensibilidad por el arte y la historia y que se ha hecho merecedor de nuestra gratitud.
Don Manuel Reyes, hombre de carácter abierto y cercano, campechano y cordial que imprimió en Haría un nuevo estilo de ser cura.
Don Germán Cristiano, hombre dinámico y emprendedor, que en Haría se le recuerda con agrado.
Don Judas, hombre de quien conservamos todavía muy fresco el recuerdo.
Y finalmente el joven Don Sergio, de quien estamos encantado al tenerlo entre nosotros.
En el campo de lo cultural y más de lo cultural y más en concreto en la enseñanza, Haría, en el marco de la isla de Lanzarote, ha desempeñado un papel relevante, de despegue y avance. Fue el primer municipio después de Arrecife en conseguir un centro de Enseñanza Media. En este logro tenemos el empeño que puso Don Enrique Dorta, el apoyo de la corporación municipal y el afán de algunas otras personas. Más tarde se consiguió también la Enseñanza de Formación profesional de Primer Grado y la residencia escolar. Contribuyendo todo esto a que Haría se haya convertido en un fuerte potencial de desarrollo cultural. Es de obligación mencionar aquí a Doña María Luisa Perdomo Sosa, por su especial entrega de muchos años de su vida docente a este pueblo, al que sigue afectuosamente vinculada. Ella consiguió imprimir a su labor de enseñante un inmensurable interés por el desarrollo global de la persona, permitiendo que sus alumnos alcanzaran un bagaje humanista inspirado en los más genuinos valores cristianos. Esta desprendida profesora consiguió darle un talante personal a lo que comenzó siendo el Colegio Libre Adoptado de Haría, marcando implícitamente un buen ideario. Luego el Instituto de Bachillerato tomó un nuevo ritmo, cuando la relevó en la dirección el joven profesor Don Mario Pérez Hernández, que ha conseguido con su equipo marcar una línea de trabajo, en un centro donde el profesorado es muy itinerante, logrando que hoy el Centro de Enseñanza Secundaria de Haría sea una referencia destacable dentro de la Consejería de Educación, cuando se hable de Reforma educativa o de LOGSE, por las numerosas aportaciones de experiencias didácticas innovadoras.
Haría es un pueblo con un buen nivel de desarrollo social y económico, bien dotado de los elementos básicos de infraestructura, como son: redes de alumbrado, agua corriente y saneamiento; calles asfaltadas, servicio de recogida de basuras, mercado municipal, instalaciones deportivas diversas, biblioteca, parque infantil, una amplia plaza bien pavimentada, local social y cultural, centros escolares, etc., etc. lo cual permite a los que aquí residen, disfrutar de un buen nivel de calidad de vida. Y es por ello, justo reconocer la labor realizada por las distintas corporaciones municipales, que con hábil gestación han ido procurando recursos, lo que sitúa a Haría entre los municipios mejor dotados, de la Comunidad Autónoma, dentro de su categoría.
Son muchas las páginas que llenan la historia de este municipio con los nombres de los alcaldes que han contribuido a que Haría sea lo que es. En nuestra memoria estarán presentes, entre otros, Don Mariano López, Don Juan Pablo de León Guerra, Don Domingo Valenciano del Castillo, Don Juan Santana de León y, por último, Don Juan Ramírez Montero, que acaba de renovar su cargo.
Haría es mucho más que todo ésto que parcialmente he descrito. Tenemos, pues, motivos para sentirnos muy orgullosos y para mirarnos en el espejo de nuestro pueblo porque somos parte de él.
Estamos llamados a continuar, desde unas amplias perspectivas, con el desarrollo del potencial que los hombres de este pueblo encierran en sí, y transferir a las nuevas generaciones el cúmulo de valores que hemos recibido de nuestros antepasados.
Vivamos la fiesta, y potenciemos nuestras señas de identidad. La celebración de la fiesta de San Juan debe tener un lenguaje propio, el que se expresa con los elementos de nuestra idiosincrasia.
Que suenen las campanas, que silben los cohetes, que ardan las hogueras, porque Haría está en fiesta y ésta es noche de San Juan. Derrochemos la alegría y que el fuego purifique nuestro espíritu.
¡FELIZ FIESTA DE SAN JUAN PARA TODOS!
Muchas Gracias.