PERSONAJES > Segundo Rodríguez
Autoridades. Vecinos. Forasteros. Amigos y amigas.
¡Buenas noches!
Sr. Alcalde, quiero expresarle mi gratitud, por haberme permitido con su encargo, hacer algo, que solo las personas de mi entorno más cercano, sabían que deseaba fervientemente: Pregonar la fiesta de San Juan, pregonar la fiesta principal de Haría, mi pueblo.
Muchas gracias, por haberme concedido este honor.
Ha tenido nuestra fiesta, la fiesta de San Juan, magníficos pregoneros-as de extraordinaria categoría.
Unos describieron poéticamente Haría, otros escribieron sobre su historia y los hubo que contaron las bellezas del Valle. Yo, hablaré del Haría que conocí con el sentimiento y la emoción propia, de quien habla del lugar donde nació.
Recordaré vivencias de mi niñez y juventud hariana, leeré cosas y narraré anécdotas de un Haría ya lejano, pero también, me escucharán lo que pienso del Haría del futuro.
Ahora, comienzo mi pregón.
“A lomos de un caballo engalanado para la ocasión. Tal vez tocado con un sombrero que adorna una vistosa pluma y con un pergamino en la diestra, cabalga, para llegar a los lugares más recónditos, de mi imaginario pueblo, la singular figura del pregonero.
Rememorando los años de mi niñez, viene a mi mente la figura de un personaje canarión, querido en todo el Archipiélago: Pepe Cañadulce.
Pepe. ataviado con ropas de llamativos colores, cual arlequín dispuesto a divertir, con un tambor que repiquetea una y otra vez, recorre las calles y plazas, anunciando con su rústico megáfono de hojalata, el festejo inmediato.
Me parece verlo, con un batallón de chinijos a su alrededor, haciendo redobles con sus palillos y vociferando para anunciar una fiesta o quizá la llegada del circo.
El caballero con su pergamino y a caballo y nuestro Cañadulce con su tambor, en una ocasión como esta noche, desde el lugar que ocupo, pregonarían: Vecinos y forasteros, muchachas y muchachos, empiezan las fiestas de San Juan.
Con el barrón cubriendo las montañas que nos circundan y el corazón del Valle cubierto por brumas, tan características de este tiempo. Haría se preñará de alegría, y poco a poco, como desperezándose, los harianos y los visitantes llenarán la plaza, y juntos, entre el estallido de voladores, música, paseos, ruletas y ventorrillos, comenzarán San Juan.
Los laureles de indias y los viejos eucaliptos de nuestra plaza, embrumados por especial deseo de Aganada, Faja y la montaña, más brillantes y limpios que nunca, sabedores de la ocasión, acogerán gustosamente en sus copas a los asiduos y numerosos visitantes que pían y pían, como si con sus trinos quisieran incorporarse al festero jolgorio del pueblo.
Las mujeres, las guapísimas harianas, lucirán su traje nuevo. Seguro, que fueron confeccionados por las magníficas costuras del pueblo: Clotilde, Carmen Pacheco, Eustaquia, Luisa….. Pepita.
Los muchachos también estrenarán….., los pobres y los ricos, y hasta los forasteros que nos visitan….. es el momento de estrenar el equipo del año.
En los San Juanes de aquel tiempo, el Haría de los cuarenta, no había pregón, no se quemaba a Facundo, ni se hacía asadero popular…era distinto.
Función religiosa…. Vermut, baile, lucha canaria, alguna vez pelota a mamo y grandes verbenas, que amenizaban afamadas orquestas de Las Palmas o Tenerife.
Las vocalistas de estas orquestas, eran escrutadas por los jóvenes y no tan jóvenes, por si en algún rítmico movimiento enseñaban la rodilla. Claro, que antes de San Juan, Arturo con su gaita y su elenco artístico: Doña. Luz, Curro, Tere Robayna, Solita Ojeda etc. En “El Canuto” habían caldeado algo más que el ambiente... Eran otros tiempos.
Ayer como hoy, con San Juan se inician las fiestas de verano. Haría se ponía a reventar de gentes que acudían de los pueblos del municipio, de otros y hasta de otras islas. Para la ocasión, se enjalbegaban las casas, se preparaba comistraje suficiente y se arreglaba una habitación por si se necesitaba…. Estamos en fiestas y los harianos, hemos sido siempre espléndidos con nuestros amigos e invitados y hospitalarios con los forasteros.
Ahí arriba, en la esquina huele a tapas…. El Billar, Manuel López, Pepe Pérez, Rosendo, o tal vez el Bodegón de Feliciano, con sus puertas batientes estilo oeste, o el canuto de Andrés y Juan Villalba…. Son los culpables. Compiten entre sí para ofrecer el mejor vino de Lanzarote y los mejores enyesques.
Son los bares de la esquina lugares de encuentro. En ellos, se habla de las cosechas y de los precios, se comentan las noticias y unos a otros se cuentan el acontecer diario del pueblo. Como no podía ser menos, se juegan partidas de baraja, a la lotería en noviembre, y en algunos, en la calle, a las bolas.
En San Juan, competían con los bares los ventorrillos. Construidos con hojas de palmas y adosados a los muros y las fachadas de las casas de la plaza.
¡Qué bonitos y cuánto tipismo encerraban!
Oliendo a compuesto y adobado, acogían a las parrandas harianas, que con sus folías, isas y malageñas, traspasaban las artesanales paredes, para llegar nítidas a los curiosos, que desde fuera escuchaban las voces de Juanillito, Sr. Tomás, Eugenio, Pepe López, José García….. u otros, que harían interminable la lista.
El sonido de los instrumentos, deleitaba a la concurrida audiencia.
Allí en medio, donde podían, Acuña y Paco, que llamaban la atención haciendo sonar su trompetillas, con las garrafas en el suelo y con el hielo derritiéndose, vendían para delicia de todos, sus granizadas y helados.
Plaza arriba, plaza abajo, mi amigo Mingo, D. Domingo Pérez, en una bandeja vendía los ricos pirulines que hacia su madre.
Los niños, en los días previos a la fiesta, conversábamos sobre las atracciones que vendrían a San Juan…
Chacho Mingo, Carlillos, Juan Romero, Emilio, Tomás y Ladislado que nos observaba, nos hacíamos estas preguntas….¿vendrá la tómbola? y el de las escopetas de balines?.... y las ruletas?... y allí desde la noche de la víspera, ….. junto a la casa del Sr. Martín, estaba la ruleta de los premios y frente… otra, en la que se juega al dinero, y un poco más abajo, la de Pepe, el ruletero de la calle de San Juan, con la suya.
Así eran las fiestas de San Juan de mi niñez.
Mi memoria rebobina una y otra vez y me trae imágenes de un Haría con las calles sin imágenes, de un Haría con las calles sin asfaltar, la plaza sin losetas y en ese lado……. la iglesia.
Una joya arquitectónica que debimos conservar.
Cada día, calzado con unas zapatillas de goma, debajo del brazo un portalibros de madera y cuero, y con los bolsillos de mi pantalón arrequintados de higos pasados, camino un buen rato para ir desde el Islote a las casas de D. Pedro Verdugo, voy a la escuela. Don Ricardo, Don Cesar, Don Domingo y Don Juan Valenciano, fueron mis maestros. Mi agradecimiento a todos.
Por el camino, junto a la escuela de Don Santiago, está la latonería de Tomás González, el barbero. Un poco más arriba la pensión de Dña. Amalia y caminando hacia la Atalaya la herrería de Marciano.
Los que me escuchan y conozcan nuestro pueblo se habrán dado cuenta de que hoy, casi nada de esto existe.
Otras imagines captadas en mi mente de niño, tampoco se me han olvidado. Recuerdo los carros que construimos con tablas de cajones, y en los que nos montábamos uno o dos chiquillos, en ellos, bajábamos como balas por la cuesta de la Tegala, desde la casa de María Núñez hasta la de mi abuela Catalina. ¡Cuántos costalazos! Y ¡Cuantos leñazos! Los carros, la tángana, piola, el boliche…. Eran los juegos que llenaban nuestras tardes.
Pese a ser testigo, a muy corta edad, recuerdo una anécdota que sucedió en la zapatería de Feliciano que estaba en el islote junto a la casa de mi familia.
Con Feliciano trabajaba Pepe López, un hombre, con buen carácter y un poco pillo.
Era invierno y el día frío como casi siempre son los días de invierno en Haría. Entró a la zapatería un parroquiano, que quiero recordar era de los Cortijos de la Montaña, era un hombre regordete, con bigote y de aspecto bonachón.
El hombre dirigiéndose a Pepe López, a mi amigo Pepe, le dijo que quería que le hiciera unas botas. Pepe, que como ya dije era un pillo, sacó una plancha de hierro debajo de la mesa, le dijo al cliente: “para poderle tomar bien la medida, quítese los zapatos y apoye el pie descalzo en la plancha hasta que le avise. Esto lo hago, decía Pepe, para que el pie coja la forma”. ¡La plancha estaba helada!
En mi ya remota niñez, nunca llegué a comprender que estos años, los años cincuenta, eran extremadamente duros. Eran los años de la postguerra. Hay escasez de todo y para casi todos. Es el tiempo de la cartilla de racionamiento, del estraperlo y de los estraperlistas, del queso amarillo y la leche en polvo en la escuela.
Algunos harianos se embarcan en la aventura americana. Argentina, Uruguay y más tarde Venezuela, al que muchos antes lo fuera Cuba, son destino de nuestros emigrantes.
Recuerdo, por la estrecha relación de vecindad y amistad que he mantenido siempre con la familia de María Núñez, cuando su hijo Enrique, casi un niño siguiendo los pasos de su padres, Domingo, partió para Argentina.
Otros hijos de este pueblo, muchos, buscando un mejor porvenir para ellos y su familia, siguen el mismo camino que los Pérez.
La suerte, fue dispar; unos pocos regresaron con dinero… otros, con lo puesto y los hubo que nunca volvieron porque organizaron su vida en aquellas lejanas tierras.
Sin embargo…, está el día a día de Haría.
A eso de las cuatro y media de la mañana, en algunas casas del Valle, se enciende la luz. Una vela que a lo mejor fabricó seña Catalina la viuda, así se conocía a la que fuera la madre de mi madre y abuela mía.
A lo mejor la llama correspondía a un farol de petróleo que nuestros costeros trajeron de Port Etienne, tal vez un candil. Cualquiera de estos artilugios pudo producir la luz. Con esto nos alumbrábamos en Haría.
Bueno… con eso y con la luz que un motor propiedad de Don Gabino, el de la molina, producía.
Don Gabino nos proporcionaba luz eléctrica desde el oscurecer hasta las once de la noche. A esa hora y después de hacernos señas, apagaba.
De madrugada abren los bares de Rosendo y el de Pepe Pérez., allí se reúnen los agricultores para hablar de todo……… tomar café, y comenzar el día.
Con sus burros y algunos con camellos van hacia sus tierras unos, los más pudientes se ayudan de peones o peonadas, otros, los más, irán solos, preparan las fincas, plantan, recogen y así año tras año. Es la vida del agricultor de Haría.
En general de Lanzarote. Es la vida de un agricultor de secano, que mira e implora al cielo para que llueva. Que llueva hasta que corran los barrancos del Rincón y de Faja porque entonces la cosecha del año está asegurada.
Para Navidad habrá cabrito, queso, y papas nuevas de Evaristo, se recogerán legumbres, y abundará la fruta, habrá de todo.
También hubo años de sequía, las familias pasaban casi sed y muchas estrecheces. En algunos momentos hubo que traer el agua para beber del Chafariz, y desprenderse de los animales porque no había nada que echarles.
Con esta descripción, he querido retratar la forma de vivir de un hariano agricultor, de mi época.
La jabonería la Cruz, de Don Agustín Cruz, las molinas de Fernando Betancort y Don Gabino, las zapaterías de Juan Delgado, Sr. Pepe en la calle San Juan, junto a la de Feliciano, y la del Sr. Pablo Cabrera, los comercios de los López, Don Segundo Barreto, Don Emilio. Y otras tiendas, con las carpinterías del Sr. Domingo Casanova, la del Sr. Pepe Luis, la de Antonio Cabrera y la de Manuel Perdomo, juntamente con dos herrerías, una latonería, dos barberías, varias panaderías y unos cuantos taxis, componían el tejido empresarial de Haría.
Claro, que Máguez, la tienda de Salvador Borges y en Mala la de Juan José y la de Placeres, también formaban parte de este tejido.
Tabayesco, Guinate, las Quemadas, el frondoso Valle de Haría, con Máguez, Ye, y todas las tierras de labradío, eran el soporte agrícola del Municipio. No podría olvidarse de la Montaña, donde dos o tres cortijos situados en las bocas de los Valles del Palomo y la Triguera, conjuntamente con la fruta recogida en los Valles de Temisa, Malpaso o en la zona volcánica de la Corona, contribuían a generar riqueza.
Vagamente, recuerdo que junto a la casa de mis padres, aquí en la plaza, en lo que hoy es la sociedad, había un destacamento de diez o doce soldados, y en Arrieta, junto al muelle acampaba otro grupo. El ejército, ejerció sobre Haría una gran influencia y económicamente supuso un extraordinario soporte facilitando la comercialización de los productos agrarios y contribuyendo al desarrollo de otros sectores como el comercio y los bares.
Los hombres de Haría, se cansan de implorar y mirar al cielo. Se cansan de trabajar mucho y ganar poco. Se cansan de ser agricultores de secano. Y poco a poco, se convierten en peones pero de la construcción y los albañiles y los carpinteros, saben que en Arrecife los necesitan, hay trabajo y se gana más.
Comienzan por bajar y subir cada día, luego bajan los lunes y suben los sábados, así, poco a poco, casi sin darse cuenta, dejan de ser vecinos de Haría. Da pena ver como el bullicioso lugar, se convierte en un pueblo silencioso, triste y casi vacío. En cada calle muchas viviendas cierran sus puertas. Haría se despuebla y lo peor, es que ni a corto ni a medio plazo, se vislumbran soluciones.
Esta es a grandes rasgos la historia del despoblamiento del Municipio, pero de manera especial, del casco de Haría.
Hoy, cuando han pasado más de cincuenta años, Haría es un pueblo envejecido que parece comenzar de nuevo a salir de su letargo. No obstante, aun podemos observar que existen muchas casas abandonadas. Y las calles están casi desiertas. Los hijos de este pueblo viven fuera del casco o en otros municipios. Los núcleos poblacionales de la costa, Arrieta, Punta Mujeres u Órzola, se han convertido en lugares para vivir habitualmente o donde los harianos pasan los fines de semana. Este cambio ha traído consigo, que muchos paisanos hayan vuelto a cultivar sus tierras, como actividad de fin de semana, y que los hijos o nietos de los que un día se fueron, conozcan y amen el pueblo de sus ancestrales.
Yo también dejé Haría muy joven. Salí a estudiar fuera y mi profesión de maestro me llevó a otras islas, a otros pueblos, Tinajo, Arrecife, pero por los cuatro costados soy hariano. Nací aquí, en esta plaza un nueve de marzo, en el preámbulo de la primavera. Es tiempo de luz, de belleza, y alegría. Curioso desde pequeño, leí un día, seguramente en el horóscopo, que los nacidos en marzo, los piscis, entre otras cosas somos soñadores y perseverantes.
Por eso, sueño. He soñado muchas veces, con un Haría del que todos los que aquí hemos nacido, y los que aquí viven, nos enorgullezcamos de ser harianos.
Sueño, con un pueblo como aquel que mi mente de niño fotografió, incorporando a la modernidad, pero conservando la riqueza patrimonial, cultural y paisajística del ayer.
Sueño, por convencer a este alcalde, a mi amigo Pepe, al siguiente, al otro y al otro, hasta que San Juan me de fuerzas, para que enarbolen la bandera de la conservación patrimonial.
Sueño, que un día queridos amigos y vecinos, se convenzan de que salvar nuestro palmeral, nuestra arquitectura, nuestra artesanía, salvar lo nuestro, es salvar Haría. Sueño con que un día, sigamos el camino de los inteligentes, de aquellos que saben conjugar el progreso con la conservación de lo de ayer.
Sueño, con las casas de Haría recuperadas. Con jóvenes harianos que han conseguido que sus iniciativas empresariales hayan sido apoyadas.
Sueño, para nuestro municipio con una actividad agrícola planificada.
Soñando, que nada cuesta, he visto como nuestro Ayuntamiento, nos escuchó, e involucró al Gobierno de Canarias, al Cabildo Insular y al propio Estado, en un plan General de recuperación y conservación de Haría.
Me ofrezco abiertamente a colaborar, desinteresadamente, con quien o quienes estén dispuestos a trabajar en esta línea, y me consta que también otros harianos están dispuestos.
Mi perseverancia me lleva a conservar en mi mente este proyecto, que es viable, porque creo en él, y desde mi mente de soñador, vislumbro un Haría que ha salvado su patrimonio, sin dejar de incorporarse al progreso y a la modernidad.
Insisto, este proyecto es viable porque está lleno de realidades: Jameos del Agua, el Mirador del Río, la Cueva de los Verdes, la casa de César, las magníficas casonas de Haría, nuestro palmeral, las playas, la pesca, senderos….. naturaleza…..gastronomía, artesanía, tranquilidad… sus gentes.
Estoy soñando, me despierto, y comprendo que estoy hablando de uno de los rincones más hermosos de Canarias, hablo de Haría.
Por eso, amigas y amigos, vecinos y forasteros, porque soy un perseverante soñador, les insto a que trabajemos juntos por Haría. Por el Haría que soñadores como yo, hemos pergeñado en nuestras mentes. Es el camino, lo tomó Cesar Manrique y otros, que viniendo desde lejos, eligieron para vivir el palmeral de Haría.
Con el ferviente deseo de haber conseguido llevarles a la reflexión y ayudarles a divertirse, digo:
“Noche de agua y fuego
Noche para disfrutar
Vecinos y forasteros
Ha comenzado San Juan”
Por orden del Sr. Alcalde, les ordeno se diviertan sanamente y gocen plenamente de San Juan. Ahora la fiesta. Un sueño se ha hecho realidad entre las brumas. Haría está en fiestas.
Gracias