PREGONES DE HARÍA > Índice
Sr. Alcalde, señores concejales, vecinos, amigos y amigas, visitantes y querida familia: ¡Buenas noches!.
Antes de empezar, quiero expresar mi agradecimiento al Sr. Alcalde, D. José Torres Stinga, y a su Corporación, por su invitación para que fuera el encargado de abrir, con este pregón, las sanjuaneras de Haría del año 2005.
El aceptar pregonar las fiestas San Juan 2005 de Haría es una enorme responsabilidad. Pero constituye, también, un orgullo y un placer para cualquier hijo de Haría la oportunidad de estar aquí en una noche como ésta.
Lo hago con todo el afecto que tengo al pueblo D.de uno comparte alegrías y tristezas. Trasladando a ustedes vivencias que me han acompañado desde mi infancia. Historias de hombres y mujeres humildes que, con su esfuerzo, han constituido la vida cotidiana de Haría. Este pregón quiere ser una afectuosa mirada al pasado que pretende, al tiempo, reconocer lo que hemos alcanzado y mirar con optimismo el futuro.
De Haría se ha hablado mucho, y se sigue hablando; unos aseguran que está muerta, que la juventud no construye en Haría…; otros, por su parte, señalan que es mejor así, que es preferible dejar las cosas como están; y los más optimistas dicen que nuestro pueblo es “el futuro de Lanzarote” y el lugar D.de se disfruta de mejor calidad de vida.
Yo quisiera quedarme con esta última visión.
Haría, en mi opinión, ha tenido desde los años 50 del pasado siglo cuatro fases o etapas, tanto en lo educativo como en lo económico. Las resumiré muy brevemente.
LA PRIMERA FASE FUE LA DE MAYOR POBREZA. Muchas personas tuvieron que emigrar a Venezuela, a Argentina como fueron mi padre y mi hermano, a La Palma y al sur de Gran Canaria (a la zafra del tomate), contratados por un señor de apellido Cazorla que por las fiestas ponía una ruleta en la plaza.
Por los años 50 ya había taxis en Haría. Y camiones, como el de D. Juan González, D. Martín Reyes, el de mi tío Juan Pérez y el camión de Juanito (El canario), que recogía la leche de todo el norte, para llevarla a Arrecife. Mi tío Romualdo llevaba alfalfa en ese camión; se la compraba a Ramón Cabrera (El Rayo) y a Salvadorito entre otros.
Los camiones se dirigían a Arrecife cargados de paja, animales, granos, papas, alfalfa y personas, todo iba junto; después llegaron otros camiones de unos señores de La Palma, que se dedicaban a enarenar para la montaña.
LA SEGUNDA FASE fue cuando D. Enrique Dorta comenzó a preparar a la juventud para hacer el Bachiller o mandarlos al seminario, pues en aquella época estudiaban sólo los más pudientes y esos eran pocos. Las clases se daban en la sacristía de la iglesia antigua, que fue construida por el pueblo en 1619.
Por cierto, a esta iglesia se le cayó parte del techo de la nave lateral izquierda el 22 de febrero de 1956. como estaba de sacristán, fui el primero en encontrármela así; después Dña. Ceferina Luzardo, que siempre venía a misa, y, más tarde, D. Enrique. Unos años después, en 1962, se tiró para hacer la que tenemos hoy. Como dato curioso, la última persona que se casó en ese templo fue Dña. María Delgado Betancort, un 29 de diciembre de 1955.
LA TERCERA FASE, MÁS PRÓSPERA, tanto en lo económico como en lo educativo, fue cuando se fundó la Academia y más tarde el colegio Libre Adoptado. Este último fue creado con el informe favorable de D. Joaquín Artiles, inspector de Enseñanza Media e íntimo amigo de D. Enrique.
Fue el primer Colegio Libre Adoptado de la provincia de Las Palmas. A él venían a estudiar muchas personas, tanto del municipio como de Guatiza, el Mojón, Teseguite y los Valles. D. Domingo Valenciano se encargaba de animar a la gente de los Valles para que estudiaran. Y con la venida de Dña. María Luisa salió adelante el Instituto.
Varias familias de la vuelta abajo vinieron como medianeros y la mayoría de los padres aprovecharon para que sus hijos estudiaban.
Y LA CUARTA ETAPA FUE CUANDO SE CREÓ EL INSTITUTO, y después la Residencia Escolar, se instaló la bloquera en Arrieta, se abrieron bares y restaurantes en varios pueblos del municipio y comenzaron las construcciones en las zonas costeras.
Como dato significativo he de destacar que Haría en los años 80 al 90, fue el municipio que con menos habitantes de España tenía el mayor número de universitarios. Algo para sentirnos realmente orgullosos.
Tras esta pequeña introducción sobre las etapas relativamente recientes de nuestro municipio, pasaré a contar mis recuerdos, que son los de muchos de ustedes.
Sobre estas fiestas de San Juan de mi infancia me acuerdo cuando salían los cabezudos de la carpintería de D. Domingo Casanova. Uno de los que se disfrazaba era Aquilino, el del puente, todos íbamos detrás de él. Las calles se llenaban de niños, el bullicio era inmenso y todos saltábamos de alegría junto a los cabezudos.
En la plaza se realizaban los juegos infantiles: carreras de sacos, carreras de burros, juegos de la manzana, la cucaña. En una ocasión, mi hermano Santiago, logró llegar al final y conseguir el premio que consistía en 25 pesetas. pero lo que más nos gustaba era la carrera de cintas en bicicletas, para entrenarnos se alquilaban unas bicicletas que tenía D. Narciso.
Entonces se paseaba por la plaza, que era de tierra, y si la camisa era blanca se te volvía canela.
Íbamos a comprar a casa de las niñas de D. Zenón: agua de rosas, agua florida, trozos de hilos de la marca el Elefante, agua para los ojos, agua azul para las boqueras, alcohol, libretas, etc.
Recuerdo que era una casa grande, con un patio lleno de lajas y una escalera empinada de madera para subir al segundo piso. Estaba D.de hoy está la farmacia.
Jugábamos a la bola en casa del abuelo del mudo, D. Domingo Bonilla. Las bolas eran de madera, desgastadas de tanto uso. Si faltaba alguna se cogía de piedras no muy reD.das. Su esposa vendía velas y jabón, hechos por ella.
Las pelotas para jugar al fútbol se hacían con la vejiga de los cochinos y con las medias rotas.
En cualquier calle se jugaba, pero sobre todo en el barranco que está junto a mi casa. Y cuando llovía y corría hacíamos las maretas.
Eso sí, en la plaza no se podía porque D. Pedro, el celador, siempre estaba de un lado para otro, cuidando los árboles. Si te cogía jugando en la plaza, la alcanzabas.
Era el mismo D. Pedro que cuando se mataba un cochino o se abrían las barricas de vino, lo pesaba y las medía: HABÍA QUE PAGAR IMPUESTOS.
Por cierto, antes de caerse la Iglesia jugábamos al ping-pong en la parte trasera de la sacristía: Carlos Betancort Dorta y su hermano Ángel, Segundo Rodríguez, Guillermo López, D. Enrique y otros.
Por esta época, y en los meses de mayo, venía un señor de Las Breñas a pedir granos y papas. “Juanillo”, así se llamaba, estaba un poco cambado de cargar sal en las salinas del Janubio. A Juanillo se le daba unas perras y se ponía a bailar.
Y en la primavera también pasaban por Haría a pedir las monjas del Hospital Insular.
El transporte también evolucionó y mucho. La primera guagua que tuvo Haría fue la de Juanito Lemes, después la de Gildez, en la que estaban de cobradores D. Antonio Stinga, D. Antonio Caraballo, D. Tomás Torres y Angelito (conocido por el Bonito), que luego se hizo chófer.
En estas fechas hacía los mandados mi tío Juan Sosa, que iba todos los días a Arrecife y traía las muestras de telas en las fiestas de San Juan, comprando además las medicinas y cuántos encargos se le hiciera.
Había albañiles muy buenos y también “muy bromistas”, como Jesús Bonilla, Regino Montero y señor Manuel Torres, a los que les gustaba mucho la broma de la “piedra Cerda”, que no es más que meter una piedra dentro de un saco y mandárselo a llevar a casa de otro. O te decía que le trajeras las “estenazas” para sacarle la muela al gallo.
Me ocuparé, a continuación, de otros personajes y actividades muy relevantes en la vida de Haría.
Para empezar de la cartería, que ha estado desde siempre en las mismas manos y en el mismo lugar. Hoy en día, la “Vespa” de Carlos ha sustituido a la antigua lectura en alta voz.
Y ya que estamos en temas de comunicación, el teléfono. En el pueblo durante décadas existió un solo teléfono, que atendía Dña. Lala Stinga. Siempre tenía el mismo semblante para las buenas noticias o para las malas.
Si teníamos que sacar una partida, inscribir un hijo o casarte por lo civil, estaba D. Ramón Méndez. En el juzgado o jugando al dominó con Tobías Perdomo, siempre nos atendía de buen grado. Lo mismo hacía D. Antonio Matías que estuvo de juez durante treinta años.
Para ponernos una inyección siempre estaba presto y a cualquier hora D. Antonio Bonilla, con su cajita de acero para desinfectar las jeringuillas. E igual Dña. María Luisa Reyes, que además hacía las funciones de partera.
Teníamos varias lonjas (tienditas pequeñas que vendían de todo). Una que llamaba la atención era la de la señora Frascorra (palmera), que usaba tabaco en polvo. Estaba casada con el señor Julián Romero, que tenía las cabras en una habitación junto a la tiendita.
Para comprar las mejores algarrobas había que ir a la tienda de D. Domingo Reyes y para encontrar picadura de tabaco, al que también llamaban tabaco Birriango, a casa de D. Manuel Berriel.
Y antes de las fiestas siempre venía D. Miguel Lugares a vender telas envueltas en una sábana junto con una vara de medir.
Desde que llegaba el mes de abril se avisaba a D. José Betancort y a su hijo Juan para albear las casas, ya que todo el pueblo quería tenerlas bonitas para la ocasión. No se usaban ni brochas ni rodillos. Se albeaba con escobas de palmitos, hechas por D. Eustaquio Betancort (marido de María Méndez). La cal blanca se traía de Órzola, la quemaba Tito Dorta; y después se empezó a traer la de D. Luciano, desde la Villa.
La zapatería de Feliciano se convertía en un pequeño taller al estilo cubano, donde leíamos en voz alta la novela de Juan León y algunas del oeste, Carlos Betancort, Emilio Betancort, Juan Romero y Segundo Rodríguez.
Hubo varias cantinas y entre ellas destacaban la de D. Manuel Jordán, porque cuando se le pedía un cortado ordeñaba la cabra. Y la de Amadeo, que estaba ubicada donde hoy está la boutique del pan y en la que despachaba su hijo, José Luis; en esta cantina le gustaba mucho jugar al ajedrez a D. Pedro Luzardo, que aunque era de Máguez siempre estaba en Haría.
Y no me olvido que fue célebre matarife D. Eugenio Hernández, con su burro blanco. Preparaba muy bien el tocino planchado y los jamones.
Otras muchas cosas tuvimos y cambiaron o desaparecieron con el tiempo.
Por ejemplo, el cine.
Hubo uno en donde hoy está el supermercado la Plaza. Las películas las proyectaba D. Antonio Mesa. Primero lo hacía en Máguez y después en Haría. Cuando se cayó la iglesia, la misa se decía en el mismo salón.
En tiempos de D. Juan el cura teníamos el cine en la verbena del bar Tres Hermanos; se encargaba de cobrar D. Juan y de ponerlo Meluco, Armando Acuña y, por último, Colacho el de Fernando.
Después del cine de D. Juan, vino el de Paco: lo proyectaba en la verbena y luego hizo su salón. “Hoy por desgracia no tenemos ninguno”.
Y de película eran estas fiestas de San Juan, por toda la ilusión y preparativos que conllevaban.
Desde que llegaba abril se empezaban a encargar las telas y los zapatos para las fiestas. Los más pudientes, los compraban para pagarlos cuando se recogía la cosecha y los otros iban entregando rosetas en las tiendas, a cuenta de las telas y zapatos.
En casa de López recogían las rosetas Rosalía Acosta y Margarita Zerpa, pero las cuentas las repasaba D. Macario Acosta que, en mi opinión, era el hombre que más rápido sumaba, utilizando un lápiz pequeñito que siempre llevaba detrás de la oreja.
Las rosetas también se le entregaban a D. Paco Cabrera, que daba un vale para comprar en casa de D. José Arencibia.
Los productos del campo y quesos se vendían a Dña. Margarita Torres, después a su hijo Miguel, a D. Guillermo Dorta y a D. Antonio, al que también llamaban el Desconocido, que procedía de Yé.
Las telas se les llevaban a las costureras de aquellos tiempos y más tarde a Eligio Perdomo y Pepe Bonilla (conocido como el sastre).
La gente de la Graciosa por las vísperas de San Juan traía sus mejores pescados a vender y luego regresaban a su isla cargadas con gofio, granos y papas.
Y en San Juan tampoco faltaba la carne. Los Carniceros D. Marcial Fernández, D. Manuel Pérez y D. Juan Callero recorrían las casas unos días antes de las fiestas para que se les hicieran los encargos. En la víspera de San Juan iban con una cesta al hombro a entregar la carne envuelta en papel vaso.
Por las mismas fechas pasaba por las casas a pelar y afeitar D. Silvestre Betancort, que llevaba los enseres de la barbería en una maletita de madera. Cuentan que un día lo invitó D. Gabino Hernández con un vaso de vino y le preguntó:
- ¿Cómo está el vino Silvestre?
- Vinito, D. Gabino, pues ya no lo probó más, porque a D. Gabino no le gustó el poco elogioso comentario sobre sus caldos.
En las panaderías se encargaban para las fiestas panes redondos, mantecados, bizcochos lustrados y, sobre todo, magdalenas.
Llegamos a tener unas cincos panaderías. Después empezaron a traer pan de la panadería de mi tío Pedro Pérez, primero en un burro y luego en una moto. Más tarde comenzó a venir Claudio Figueroa, con pan hecho por D. Luciano en Yé.
Al llegar el mes de mayo, la familia de D. Carlos Zerpa empezaba a pedir dinero a los vecinos de la calle San Juan para pintar la ermita, comprar velas y flores, pues el Ayuntamiento no les daba nada en aquella época.
Llegaba el día de San Juan se celebraba la función, menos cuando había baile, ya que lo prohibía el obispo, ¡o una cosa u otra!
Si estrenábamos ropa en el día de San Juan nos solíamos sacar un retrato en casa de D. Asterio Acuña o D. Javier Reyes, para tenerlo como recuerdo.
No me olvido, tampoco, de que Manuel Perdomo y Cristín Rodríguez me acechaban en las puerta de la iglesia siempre que había un bautizo o una boda, esperando a ver si había suerte y me daban propina, para tomarnos un vasito de vino con tapita.
Los bailes se celebraban en el bar Tres Hermanos (que estaba en la plaza), en la parte alta del Billar (hoy bar Ney-Ya) y en el Canuto.
Se organizaban los bailes de piñata y el baile de San Pascual, donde las mujeres invitaban a los hombres a bailar y si tenía una pretendienta y ésta no te invitaba a bailar, “A ÉSTE LE DIO CACHORRO” decía la gente; cosa que me pasó a mí con lo que luego reía mi mujer.
Venían de la Villa a tocar los llamados TROMPETEROS, en los cuales estaban Bolo, Juanele, Sindo, Antonio y Marcial, quienes cuando terminaba el baile iban a Máguez a la panadería de mi tío Pedro (los cangrejos) y se ponían a tocar hasta que saliera la guagua, echando de vez en cuando un trago de vino y una tapa de pan o bizcocho con chorizo y pejines. Así mismo, venían de Arrecife a tocar Castellano, Hernán, Benito y Castillo.
También amenizaban bailes Cejudo, Aquilino, Jerónimo, Ginesa, José Domingo Feo, Fermín Borges y Pancho Figueroa, que eran del norte y de Guatiza.
La rivalidad entre Haría y Máguez estaba presente en los eventos deportivos y en los bailes. En fútbol destacaba Haría, y en lucha Máguez, por sus grandes luchadores, entre ellos Pepito Feo, el Pollo de Máguez, Rafael Hernández, Nono el artista, su hermano Manolo, Pancho Curbelo, Ángel Viñoly, su hermano Jesús, Ismael Zerpa y Camurria, entre otros. Y hablando de lucha no podía faltar en esta noche, un recuerdo para Tony, que tantas alegrías nos dio tanto a nivel local como Insular. Y un abrazo para su familia.
Por Haría lo hacían El Pollo de Haría, Agapito Curbelo, Paco Reyes, Manuel Perdomo, Juanín, Tomás Rodríguez y Antonio el Pichón, entre los más destacados.
Las luchadas se celebraban en la verbena, en la plaza y en un huerto donde hoy está mi casa.
En Fútbol se lo llevaba todo Haría. Destacando Antonio Cabrera, su hermano Humberto, Jesús Betancort, Miguel Torres, Paco Reyes, Antonio Montero, Eugenio González, Antonio Páez y Agustín García…Por Máguez teníamos a Zenón Betancort, el mismo “Pollo de Máguez”, Rafael Rivera, Pancho Figueroa y Severo Villalba. Si el partido era interesante le pagaban a Damián Barrios, que estaba fichado en el Lanzarote, para que viniera a jugar. Pero con la Academia y el Instituto la rivalidad desapareció. Hoy sólo existe un equipo de fútbol y uno de lucha.
En los años 70 se empezaron a traer para las fiestas orquestas de fuera de la isla, como la orquesta España de Tenerife, que además de tocar en los bailes lo hacía en la procesión.
Al principio de los años 80, las fiestas cambiaron. Eran organizadas por el pueblo y para el pueblo; una de las que más recuerdo fue la del 81. en este San Juan, Pepe López, Tito Martín, su hermano Servando, Basilio Pérez, Feluco y Paco Fontes, pertenecían a la Comisión de Fiestas. un grupo de jóvenes hizo las banderas para engalanar el pueblo. El pregón lo pronunció D. José Domingo Reyes (Paco para los amigos).
En la procesión vimos junto al santo una réplica de la ermita de San Juan, que hizo Meluco en casa de D. Eduardo Villalba, la cual se paseó llena de niños tirada por un Land Rover, prestado por D. Juan María Perdomo. En ese día no faltaron ni los cabezudos, comenzando el día, ni el desfile de los soldados en la plaza ante el Santo. Terminando con la elección de las bellezas del pueblo.
Otro año se hizo el baile en el Canuto, trayendo la banda de Agaete, que animó la plaza y la procesión, pero en los bailes no gustó.
En mi modesta opinión, las fiestas desde hace años han cambiado, tienen otro sentido y otro componentes.
Aunque sean pagadas por el Ayuntamiento y organizadas por su personal, son menos participativas, es decir, nos involucramos poco. Desde aquí, les invito a participar y que se unan a la comisión. Para que sean unas fiestas llenas de juegos infantiles, atracciones para todas las edades, rescatando lo de antaño; y para que no queden en el olvido aquellos juegos, paseos, bailes, la alegría de ver la plaza llena de juventud, niños y mayores como en otros tiempos.
Por las fiestas se siguen celebrando luchadas, torneos de fútbol, campeonatos de envite, dominó, bola de pasta, truco, y atracciones infantiles y se hace la romería unos días antes del día de San Juan.
Los ventorrillos ya no son de palmas ni huele a carne frita en adobo, ni el vino es del país, no hay parrandas ni ruletas, la juventud se divierte de otra manera.
La víspera de San Juan es noche de magia, noche de fuego, noche de pedir deseos, noche de hogueras, noche de raras creencias, noche de supersticiones, noche de alegría…
-¡Hila María!
-¡hilando estoy!
-¡amasa barro Juan!
-¡amasando estoy!
-¡toma esta niña/o rota/o y quebrada y
San Juan y la virgen te la entregarán sana!
Al finalizar, brindaban con anís y dulces. Durante 10 días se regaba la caña, y si brotaba era señal de que el niño/a se curaba.
Antes de finalizar, permítanme evocar a mis maestros y profesores: D. César García, D. Enrique Dorta, D. Ricardo Ramírez, D. Domingo Valenciano, D. Domingo Barreto, D. Paco Reyes, D. Enrique Rodríguez y D. Juan Valenciano (de todos mis maestros y profesores guardo muchos recuerdos pero el que más me impresiona era cuando D. Juan Valenciano caminaba en la escuela de una punta a otra, hablando solo, yo me preguntaba si estaba loco, pero con los años y la experiencia he descubierto, “que de loco nada”, le pasaba que tenía cinco hijos estudiando fuera).
Así como a mis amigos de infancia y juventud: Manuel Perdomo, Agustín García, Segundo Rodríguez, su hermano Cristín, Pedro García, Juan Rodríguez (el cojo), a Ladislao Rodríguez y a Jesús Perdomo Ramírez, por poner a mi disposición su archivo sobre Haría.
A Mari Juli y Chago porque siempre han estado con nosotros.
A mis hermanos y a toda mi familia.
A mi madre, y a mi hijo en especial, que le hubiera gustado vivir este momento conmigo.
Pido disculpas a todas las personas y entidades que aún siendo importantes, no las he podido nombrar, pero sepan que en todo momento las he tenido presentes.
Espero que hayan pasado un rato agradable y al mismo tiempo les haya servido para rememorar el pasado de nuestro querido pueblo.
Y como hijo de Haría les planteo algunos de mis sueños para este municipio: un teatro, un instituto nuevo, que la gente pueda construir su casa con más facilidad y que se produzca menos abandono de los estudios por parte de la juventud.
Termino felicitando a las Juanas y los Juanes.
¡Muchas gracias y que disfruten de las fiestas de San Juan!