PREGONES DE HARÍA > Índice
Sr. Alcalde, Corporación Municipal, amigos y vecinos de mi querido y mil veces recordado pueblo de Haría.
Hay acontecimientos en nuestra vida, muy importantes, que nos gustaría que nos sucedieran en la tranquilidad de nuestra casa.
Pero no siempre es así.
Hace más o menos un mes la voz de Luisa Lemes me sorprendió, a través del teléfono móvil, en medio de la calle de una ciudad del Sur de España para comunicarme que el Sr. Alcalde quiere hablar conmigo. La sorpresa es muy grande porque no todos los días te llama el alcalde de tu pueblo. En mi caso concreto es la primera vez que me sucede algo parecido.
Y D. José eso sí, con mucho tacto y agrado me propone que sea el Pregonero de San Juan.
No recuerdo bien lo que le respondí. Lo único que sentí en ese momento es que no encontré ni razones, ni motivos para negarme. Ciertamente me sentí halagado. Muy halagado. Como hijo del pueblo es un gran honor, por lo que me siento en la obligación de agradecer a la Corporación, a su Alcalde y a su Concejal de Fiestas la oportunidad que me brindan para rendir un tributo mínimo de agradecimiento al pueblo donde nací y transcurrió mi infancia. Sé la importancia que tiene las Fiestas de San Juan. Cómo año tras año se va superando y alcanzando renombre que trasciende los límites del entorno.
Pero al mismo tiempo que me sentí halagado, me invadió una serena y lógica preocupación.
Por ello, ya en mi casa sentado y pensando en lo sucedido me sentí bastante inquieto.
Pero enseguida, como en una vieja película en blanco y negro, ví a un niño delgaducho, alegre, juguetón que con una cesta de pan al hombro salía temprano a repartirlo por las casas del pueblo.
Tenía que hacerlo deprisa porque no podía llegar tarde a la escuela. Y casi siempre lo conseguía.
Veía a ese niño, alegre y juguetón, encaramado a los hombros de D. Domingo Valenciano subiendo los escalones de la torre del campanario y ver el pueblo, por primera vez, desde aquella altura.
Recuerda ese niño el estruendoso repique de las campanas de la vieja iglesia, la alegría de la altura y la seguridad al sentirse protegido por quien entonces le parecía alguien muy alto, enormemente alto.
Y a la mañana siguiente, con la cesta de pan al hombro, ya está tocando en la puerta de D. Javier Reyes y Dña. Domitila y saluda a Anisia y Ervigio. Sigue caminando hasta casa de Dña Melitona y ya están esperando Cristín y Segundo y continúa hasta la casa de Dña Paca Stinga y D. Manuel Torres. Saluda y más adelante charla y se ríe con las ocurrencias de Lala Stinga y sigue por la calle……Y toca en casa de Regino y sus hermanas y llega a la herrería de Arístides y se embelesa con los golpes de la fragua y llegaba hasta la casa de Tomás González y recuerda el bullicio de los hijos y continúa hacia arriba, hacia la calle El Molino, y aquel señor mayor, a mano derecha, vivía sólo y era muy agradecido.
Sigue subiendo hasta llegar a la última casa del pueblo. Allí Eloína o Filiberto o alguien de la familia siempre me esperaba con algún regalo: una galleta, un vaso de leche, recién ordeñada.
Muy bien debí hablar yo entonces de esta familia y de sus atenciones, porque con el paso del tiempo terminamos felizmente emparentados.
Y hoy, en esta noche de San Juan, aquel niño ya mayor, vestido con su imaginaria capa de pregonero quiere manifestar y hacer público la sensaciones que siempre le han acompañado.
Mi vida profesional como educador, profesor o director de residencias escolares ha estado siempre marcada por la obligación y necesidad de transmitir valores a los educandos. Valores sociales, valores de comportamiento, valores éticos-morales.
Valores, naturalmente, que con tu esfuerzo, tu trabajo, tus reflexiones se van perfilando, se van consolidando.
Pero tu esfuerzo, tu trabajo, tus estudios no tendrían ninguna eficacia si todo ese potencial cae en tierra baldía. Un campo bien abonado es garantía de buena y saludable cosecha. La semilla que cae entre las piedras se pierde.
Si hoy miro hacia atrás y desde la altura de mis años creo que he cumplido con mi tarea, a pesar de mis fallos, se debe en gran parte a que aquel niño delgaducho, alegre, juguetón, hijo de Félix y de Paca, nieto de Zenón Casanova, hermano de Marcial Armas y Carmita y Nicolás y Fefa, sobrino de Juana e Isabel Casanova, de Nieves y Fernando iba de casa en casa y veía y de todas ellas algo aprendió, algo vió porque venía feliz, no le importaba volver al día siguiente.
Y en la escuela se sentía feliz, a gusto con D. Juan, D. Cesar, D. Domingo, D. Santiago Calle.
Y con los amigos. Pasaba mucho tiempo en casa de Macario esperando a Andrés para luego salir juntos con Quique a jugar, a correr. Su madre, Juliana, siempre nos despedía con algún dulce. Y juntos el día de S. Andrés -30 de noviembre- íbamos los dos a casas de los familiares y conocidos a recordarles que era el día de nuestro santo y esperar que nos dieran alguna perrilla. Siempre caía algo y contentos y felices nos comprábamos las cuatro golosinas de la tarde.
Sí. De todos ellos, como una abejita hacendosa, iba libando valores y consejos, formando un pequeño laboratorio que interior que poco a poco transformaba en rutas de comportamientos los ricos y diversos valores que observaba.
Sí, me he sentido feliz. Me siento feliz. Porque en mi pueblo yo respiré felicidad. Me he sentido responsable, me siento responsable porque un pueblo, mi pueblo me enseñó y me obligó a serlo. Me he sentido creyente , me siento creyente porque mi pueblo me inculcó una fe activa y operante.
Y no sólo yo. Yo posiblemente sea de los menos significativos y no es falsa modestia; porque ¿cuántos hijos de nuestro pueblo se han introducido en tantos lugares de la geografía insular, regional, nacional e internacional?
¿Cuántos hijos del pueblo de Haría están hoy contribuyendo con sus conocimientos, con su trabajo, con su dedicación al bienestar de tantos ciudadanos?.
Médicos, magistrados, políticos, profesores, escritores, maestros, religiosos, oficinistas, agricultores, albañiles, etc.
En verdad bien puede cantarse: “¡Haría, eres tierra bien abonada, fértil, engendradora de valores!”.
Nosotros, los que estamos fuera, tenemos la desgracia de no compartir y vivir el día a día de este bello pueblo. Pero tenemos la suerte de ver desde la distancia el crisol de su fuerza creadora, la luminosidad maternal de su rostro cuando acoge a quienes tardamos, siempre a nuestro pesar, en venir a verla.
¡Haría, mi querido pueblo lleno de susurros en sus palmeras!
¡Haría, mi querido pueblo bañado sigilosamente con el rocío del amanecer!.
Hace muchos años que aprendí a quererte. Y lo aprendí desde la nostalgia que se siente cuando a los 10 años tienes que dejar tu casa, tus calles, a tus amigos y a tu familia y te llevas los aromas del pan recién hecho y el deseo, siempre presente, de que si las cosas salen algún día volveré.
Amar a Haría significa EN PRIMER LUGAR: sentirse comprometido con su historia.
Es en estos momentos cuando quiero volver a mirar estas calles, estas casas, estos muros y sin asfalto, sin el cemento de sus paredes, sin las losetas de esta plaza y contemplar a nuestros paisanos ilustres, a aquellos hijos de Haría, o a aquellos que no siendo nativos del pueblo sí que recorrieron nuestras calles polvorientas, trabajaron y dedicaron gran parte de su vida aquí y de quienes hoy nos sentimos orgullosos.
Y lo hago porque creo que cada año debemos recordarles para seguir transmitiendo de palabra a las siguientes generaciones lo que aquí sucedió y ocurrió.
Yo rindo homenajes a quienes sintieron la necesidad de hacer algo bueno por nuestro pueblo cuando las condiciones no eran tan propicias.
Rindo homenaje a quienes lucharon contra los invasores portugueses, franceses, bereberes, turcos o ingleses.
A quienes defendieron nuestras raíces desde la inexpugnable Cueva de los Verdes.
Rindo homenaje a quienes se desvivieron porque nuestro pueblo contara con una magnífica biblioteca. La mejor biblioteca de la Isla de Lanzarote creada por D. Enrique Luzardo Bethencourt.
Y rindo homenaje a D. Rafael Cortés Spínola por su esfuerzo y generosidad en su donación a la parroquia.
Rindo homenaje a D. Domingo López Fontes, por su visión política tratando de reconciliar y restañar fuertes heridas ocasionadas por los fanáticos disturbios del principio del siglo XX. Su perdón a los culpables del incendio del Ayuntamiento y del Juzgado significó un volver página y un seguir avanzando en el tiempo.
De su visión de futuro y de su grandeza de espíritu da fe esta misma plaza creada y adornada por él, reservando y acotando el espacio, plantando los árboles y proporcionando a los vecinos de entonces un lugar donde concurrir y divertirse. Y hoy, después de tantos años, seguimos disfrutando de ella.
Y ya, avanzando en el tiempo, quiero rendir homenaje a D. Juan Arrocha. No nació en Haría. Pero sus más de 25 años ejerciendo su labor sacerdotal en el pueblo le hace digno de ser un importante punto de referencia.
Recuerdo a D. Juan tallando en madera, bustos, manos, animales. Recuerdo a D. Juan entrenando al equipo de fútbol y gritando y enfadado con las jugadas de Regino, Asterio, Santiago y Gregorio Pérez, Antonio Páez, Humberto y Antonio “El Tuta” cuando no salían bien. Recuerdo a D. Juan peleándonos en los sermones y nosotros calladitos por miedo a otra reprimenda.
Y mi ronda de homenaje termina con el recuerdo y el agradecimiento hacía alguien a quién prácticamente todo el pueblo, todas las familias del pueblo de Haría y de su municipio recibió parte de su corazón: DON ENRIQUE DORTA AFONSO.
Rindo un homenaje sincero y agradecido. Todas las horas del día las tenía ocupadas. Desde las primeras horas del alba, arrodillado ante el altar de la ermita de S. Juan hasta las tantas de la noche después de impartir clases o regresar de algún pueblo en donde había estado predicando.
Quiero unir mis palabras a las de mi buen amigo y compañero D. Juan Barreto Betancort con quien compartí tantos años, y hacer uso literal de lo que escribió hace mucho tiempo. Él, como yo, recordamos a aquel “D. Enrique de sotana remendada, pero limpia. El D. Enrique de una pobreza sin ostentación, aristócrata, hijo de una caridad discreta y exquisita. El D. Enrique paciente consejero y educador de espíritu. Fue pionero en juntar la preocupación pastoral con la sensibilidad ante las necesidades sociales de su gente. Aquel D. Enrique que en un novenario de ánimas nos reunió a un grupo de jóvenes para proponernos estudiar, creando el núcleo de lo que luego sería la Academia con sede en su casa primero y después en unas dependencias municipales y que más tarde se convertiría en el Instituto de Enseñanza Media de HARÍA….Ese D. Enrique improvisado árbitro de fútbol, de sotana empolvada en medio de la chiquillería. Aquel mensajero incansable, a caballo de su Ducati ligera que más de una vez lo dejó en los caminos aún sin asfaltar de Lanzarote. El predicador admirado, de palabra brillante y sincera. En él nuestro pueblo encontró uno de sus mejores exponentes”.
Es en verdad hermosa la historia de nuestro pueblo.
Pero la historia de Haría se escribe aún, todavía, ahora mismo con nuestra vida y nuestros hechos. Dependerá su brillo de nuestros trazos personales, de nuestra vivencia y de nuestros proyectos en común.
La historia del pueblo avanza y camina. No se estanca en glorias pasadas.
Por eso amar a Haría significa EN SEGUNDO LUGAR: crear su presente.
Y hoy, ya en año 2007, contemplando la realidad presente de nuestro pueblo vamos viendo cómo el esfuerzo y el trabajo, y en muchos casos el sueño, de todos nuestros antepasados se van haciendo realidad.
Los que tardamos tiempo en venir vemos con más impacto esa notable evolución. Han ido apareciendo Centros de Enseñanzas nuevos. Centros culturales, deportivos, fiestas y tradiciones recuperadas y se ha coronado toda esta etapa con esa preciosa realidad de la Casa-Residencia de los Mayores.
Todo eso lo único que indica es que aquí, en mi pueblo, ha habido un esfuerzo y un trabajo de mucha gente, de muchas instituciones. No puedo dar nombres porque no los he vivido, pero sí puedo dar fe de unos magníficos resultados.
Aquí se ha trabajado y se trabaja bien. Habrán pasado momentos difíciles, pero los resultados me están gritando que aquí alcaldes y maestros, párrocos y profesores, concejales, catequistas y hosteleros, restaurantes y trabajadores municipales, todos han hecho un buen trabajo. “Por sus obras se les conocerán”. Y aquí están las obras.
Y por eso hoy, mi pueblo de Haría está muy bien considerado como uno de los mejores municipio de la isla. Posiblemente no sea de los más ricos en posesiones ni monumentos pero sí que lo es en el empuje cultural, lleno de inquietudes y con la vista siempre al frente porque sabe que no debe reducirse a ser un rincón bonito y pintoresco.
Haría seguirá escribiendo su historia en este siglo XXI con la tinta que ahora mismo se está preparando y seguro que esta tinta mezclada de juventud y experiencia mejorará cada día en valores y se irá forjando un futuro justo, libre y próspero.
Por eso amar a Haría significa en TERCER LUGAR: trabajar por su futuro.
Y este será, sin duda, uno de los lemas de esta nueva Corporación Municipal, recién estrenada, presidida por D. José Torres Stinga. Felicito al Sr. Alcalde y a todos los Concejales en cuyas manos el pueblo ha puesto su destino. Y en esta recién estrenada singladura estoy seguro que hay un colectivo que espera mucho de la nueva Corporación y una Corporación que ofrecerá mucho a este colectivo: Me refiero a los JÓVENES.
No quiero irme sin antes mirar al futuro y mirar a los jóvenes de nuestro pueblo.
Les animo a participar en esta tarea apasionante. Los brazos de los mayores, portadores del testigo, ya quieren entregar esta antorcha del relevo. Esta antorcha necesita nuevos bríos, nuevos impulsos. No queremos abandonarla. Solamente queremos potenciarla.
Vivimos unos tiempos que nos pide unión y amistad, huída de la soledad y de los egoísmos.
Aquí estamos nosotros, los que seguimos con nuestros años, y ustedes los jóvenes que son nuestro mañana y lo mejor de nuestra esperanza.
Es cierto que nos rodea unos vientos de desaliento y desencanto, de horizontes oscuros, o sencillamente, de falta de horizontes. Pero estoy seguro que desde el seno del gobierno municipal y desde todas las entidades gubernativas se encontrará el modo de dar respuesta a lo que es un grito de futuro.
Y en esta noche de fuego y luminarias, NOCHE DE SAN JUAN, toda la isla de Lanzarote mira hacia el norte.
Y muchos, como yo, vendrán por la carretera del Malpaso y al verse en medio de los tres torreones naturales, que son las Montañas de Aganada, Malpaso, Faja te sientes como en un precioso lugar de encuentro.
¡Qué impresionante! Si te paras en el Balcón de los Helechos todo es indescriptible. Da igual que el día sea luminoso, brumoso, que sea por la mañana, que sea por la tarde. La vista se desparrama por todas las laderas y es una hermosura imparable. Es siempre mi primera visita turística que hago cuando vengo al pueblo. Ya la he hecho esta mañana. La montaña de la Corona, las playas de Arrieta, el Valle de Temisa, el pueblo de Máguez pegadito, el bello palmeral de todo el contorno.
Siempre que puedo llego a Haría por la carretera del Malpaso y según avanzo parece que voy entrando en un lugar de ensueño. Bajo despacio, no sólo por prudencia de conductor, sino por irme impregnando de serenidad, de su murmullo.
Es como si me metiera en un inmenso tobogán ralentizado que poco a poco, despacio, te va llevando al Centro del pueblo, a su plaza, a sus oficinas, a sus bares, a sus fiestas.
Y otros vendrán por Trujillo, y otros por Tahoyo y otros por Tabayesco.
Y por todos los caminos y veredas parecen oírse los versos de una bonita composición poética que en muchas tardes de verano he escuchado a mi tía Isabel Casanova:
Por suave arrullo mecida
por su aroma perfumada
por tu fama y nombradía
eres, pues, gentil Haría
cada vez más admirada.
Es tu pueblo hospitalario
y tu gente cariñosa
consecuente, generosa
honra del país canario.
No adulo. No es necesario.
Es la verdad al desnudo
por eso en ella me escudo
y puedo decir francamente
¡Salve, Haría! Sonriente
de rodillas.
Vuelve, puntal, como cada año, San Juan a inaugurar el verano. Hay algo de emoción y mucho de regocijo en estas fiestas donde lo cristiano y lo pagano intentan reconciliarse en un abrazo sin fronteras.
Y todos corren presurosos al encuentro de una fiesta que cada año se hace más importante.
Y no sólo la isla. Todos los que pueden, de cualquier sitio, vienen porque sabemos que aquí está lo auténtico: el brazo emocionado de la familia, el abrazo sincero del amigo, el saludo cordial del vecino.
Noche de San Juan cantada por enormes tradiciones populares y festejadas por muy diversas y variadas formas de celebrarla.
Lo que realmente nos reúne aquí esta noche a todos es el calor del encuentro, de las vivencias y los recuerdos personales.
Estamos muy ocupados en nuestra vida diaria. Descuidamos nuestros sentimientos porque hay que trabajar y cumplir con nuestras obligaciones. Pero hoy no. Esta noche, no. Mañana, no. Es la fiesta. Es San Juan. Es el DÍA GRANDE. ES LA NOCHE LUMINOSA. Hay que olvidarse.
Todos tenemos muchas cosas que quemar. Pues ahí está la hoguera. Arrojemos a ella, siquiera por una noche, lo que nos acobarda y oprime.
Vuelve “FACUNDO” y su fuego en ese momento mágico en que más horas conquista el día a la noche. Es en el solsticio de verano cuando la noche se ilumina de mil sueños y esperanzas. Cuando echamos en la gran hoguera todo lo que nos estorba.
Hagamos una hoguera inmensa, grandiosa. Tan grande como el corazón de nuestro pueblo. Una hoguera capaz de iluminar las noches de nuestros días.
Activemos el fuego de las ganas de vivir, de compartir y de disfrutar.
Un pueblo es grande y noble no solo porque lucha, se esfuerza y sufre. En la alegría, en sus fiestas, en sus conmemoraciones lúdicas un pueblo va estrechando lazos, engarzando ilusiones, compartiendo intereses, entrelazando raíces. Y todo junto. Esfuerzo y alegría, trabajo y fiestas, risas y lágrimas van componiendo un armazón inexpugnable.
Sr. Alcalde, amigos y vecinos, termino.
He venido a mi pueblo. He vuelto, a través de estas letras, a respirar de nuevo el aire limpio de mi infancia y juventud. Y al mismo tiempo que lleno de oxígeno mis pulmones cargo y almaceno las bodegas de mi alma con todos los esfuerzos y las virtudes de todos ustedes como lo hacía entonces.
Y cuando regrese de nuevo a la normalidad diaria dejaré salir, como lluvia tempranera, las buenas y fructíferas sensaciones que me llevo de mi pueblo.
Y soñaré con ir dejando una estela transparente de sosiego, paz y esperanza en un mundo más feliz y mejor.
Les deseo a todos, autoridades, amigos, vecinos y visitantes lo mejor. Y lo deseo con la misma intensidad con la que les quiero manifestar mi agradecimiento por permitirnos a mí y a Chelo, mi esposa, estar esta noche con ustedes y hacernos partícipes de su alegría.
Y cumpliendo con la tradición del pregonero y respetando su tarea anunciadora digo para terminar:
“Con el permiso de la Autoridad, hago saber que las fiestas han comenzado y que quedan convocados a las mismas los habitantes de toda la Isla y, en particular, los nacidos y habidos en este lugar. Que la alegría de este S. Juan de 2007 inunde por unos días las calles y viviendas de nuestro municipio”. Muchas gracias.
¡VIVA SAN JUAN! ¡VIVA HARÍA!