PREGONES DE MÁGUEZ > Índice
Ilmo. Sr. Alcalde.
Dignísimas autoridades.
Sr. Presidente y directivos de esta Sociedad, queridos paisanos, queridos familiares, Sras. Y Sres.
Es para mí un honor pregonar las fiestas de Máguez. Es un orgullo, un regocijo y una prueba anunciar las fiestas de mi pueblo que yo, un soñador nato, ni por asomo pude imaginarme. Yo les ruego sean benévolos conmigo, con este maguero, escuchando mis palabras. Es lo más duro y orgulloso que he hecho en mi vida pero hecho con el alma. Y al fin sólo es un grano de arena que arrastra el viento, quiera Dios que a nuestras playas.
Dice la copla:
“Santa Bárbara bendita
no hace sino llorando
porque no se acuerdan d´ella
sino cuando está tronando.
Hoy toca acordarnos de Santa Bárbara y de Máguez. Por fortuna, cada año, no importa el pregonero, venimos al recuerdo de la ilustre patrona y de nuestro pueblo sin necesidad de que truene, al recuerdo de aquella virgen y mártir romana de Nicomedia del siglo III que cuenta la tradición que fue muerta a los doce años por su padre, quien a su vez como castigo fue fulminado por un rayo.
En nuestro Valle de Máguez fue necesario en aquel tiempo, cuando los bisabuelos se fueron asentando, protegerse al amparo de la patrona de los artilleros y de los mineros. Sin duda fueron sabios nuestros parientes porque eligieron nada menos como patronos a Santa Bárbara, guerrera y patrona de tormentas y a San Pedro que guarda tesonero contra su pecho las llaves del Cielo.
Cuando tronaba, después de años de sequía y de dejar los huesos emigrando quien sabe sin retorno, retumbando en nuestro hermoso valle entre sus cuatro soberbios puntos cardinales, se oía al clamor de nuestras madres y abuelas: “¡Santa Bárbara bendita, que es esto!, ¡Dios del Cielo bendito, pon tu mano!”.
Quién no se acuerda, si era nacido al final de los años 50, nada tan indeleble, el año aquel que se “cayeron los Helechos”; Ente la niebla se oía la tormenta y el ruido espantoso de las piedras sin saber que pasaba. Cuando todo cesó y fue clareando pudimos contemplar no sólo los caminos de tierra abarrancados sino decenas de finísimos barrancos rompiendo la laderas de Los Helechos y como lenguas de un glacial repentino arrastraron hasta las huertas impecables de las faldas lo que hallaron a su paso.
Recuerdo cómo sonaban los truenos y empezábamos a saber que eran poderosos y descargaban lluvia los caballos de Dios tronando por el cielo. Desde entonces rara vez han tronado tormentas y son más de treinta años de relativa sequía en nuestras tierra. ¿Habremos abandonado un poquito por eso a Santa Bárbara?
Vigilantes, envolviendo a Máguez estaban, cual regazo, sus montañas desde El Pico de Gallo, La Quemada y Los Helechos hasta la Hermosa Corona, La Montaña de los Llanos y La Atalaya. ¡Ay, la Atalaya! Todas llevaban dentro de sus cráteres y picos sus misterios para conquistarlos con el tiempo, pero La Atalaya desde mi casa todavía mantiene sus secretos que en el fondo del alma quisiera no se rompieran nunca. Observaba siempre aquellas puertas oscuras de las canteras bajo el cono con forma de sombrero y creía era verdad que en su interior había un bóveda gigante donde crecían los niños como plantas tiernas y minúsculas bajo las piedras como me contaba mi madre… Y yo me imaginaba, como he visto más tarde en el Arte, que aquel espacio tenía un boquete de luz en su cima donde en un trasunto mágico y divino entre el Cielo y la Tierra revoloteaban los niños y los ángeles y de allí los repartían las cigüeñas. Todavía imagino en los atardeceres multicolores y apacibles a esos angelotes volando graciosos y afanados, ajenos al tiempo, sin saber su misterio.
De donde vendrá el nombre de Máguez me pregunto siempre. Hasta ahora quise pensar que viene de “maguey” como llaman los mejicanos sus piteras. Yo no quiero aceptar el nombre de “Magua” y la tristeza que significa hoy. Si acaso lo aborigen canario de “doncella virtuosa”. Seguiremos buscando. Estos días un nombre de persona hizo “galusias” en mi mente: “MAGUED”. Anoté con cuidado ese nombre y he preguntado a marroquíes tantos que andan por el Puerto y me dijeron que en el mundo árabe significa: “Eterno”.
¡Qué hermoso nombre!, y yo sospecho a un morisco viejo que una razzia mora o una incursión canaria por Berbería, cosas muy ciertas en los siglos XVI y XVII, nos lo dejó para siempre y dio nombre a nuestra tierra. Esta tesis se refuerza con todas las referencias históricas a los moros cristianos, ¡ que remedio!, que hicieron hogar en Lanzarote y los numerosos topónimos con “T” inicial de origen árabe como Taoyo, Temisas o Tefío. (Teseguite fue poblado por moriscos).
Máguez: eterno, fundado en los arrecifes (otra palabra árabe) de las Montañetas, dominando La Vega y el agua de los barranquillos y fuentes de los Castillos y El Valle.
Máguez: eterno, entre el Tefío, brujo y misterioso hasta el nombre y las Breñitas, esas tierras que fueron, dice el diccionario, “quebrada y llenas de maleza”, quién lo diría…
Así quedó preparado el escenario donde en pocos siglos, quizá trescientos años, fundiéndose la Vida, labrando malezas y ordenando huertas creció eternamente Máguez. Despensa de Lanzarote y de más lejos como tal vez, si se quiere se demuestre.
Y se levantó la ermita de la Virgen niña entre 1729 y 1750. el Ingeniero Torriani, el del Puente de las Bolas y El Castillo, en 1590 en su plano no constata Máguez y me extraña. Sí en cambio, HARÍA el único lugar de Lanzarote con letras mayúsculas. Y George Glass, que tenía su barco fondeado en el RÍO, pasó para arriba y para abajo montando un burro en 1764 para ver al Gobernador de Lanzarote que vivía en Haría, muy bien según parece, y no menciona tampoco Máguez. Si la inhospitalidad de la gente de Haría, que seríamos todos supongo…
En 1904, casi el otro día alboreando el siglo cuando mi abuelo Tomás Niz tenía 15 años (1889-1978) Máguez tiene sólo 481 habitantes: unas 50 familias grandes; la de mi abuelo eran once y así por el estilo.
Se produce una eclosión entre los años 40-50, donde tantos nacimos después de aquella guerra que tantos barriera, con 1151 personas en 1955 y ahora casi estamos como en 1904.
Máguez yo no te olvido, no te olvidé nunca. Te defendí cuando en la prensa te confundieron en el 78 con otro pueblo del sur de parecida fonética y aproveché para hablar de ti orgulloso en el 85 en la presentación de la ponencia histórica sobre la Isleta Grata de los Arrecifes que un día tal vez será tal vez será esplendorosa. He defendido tus salinas, tus malpaises, tus frutales, tus vinos,… He hablado de tu entorno con cualquier pretexto. Desde la lejanía te he soñado tan cerca y está aquí nuestra residencia pensando volver siempre. Y he puesto un título y te debo a lo que empecé hace tiempo a escribirte; “Máguez en el corazón”.
Pero el tiempo pasa inexorable, nuestra pequeña eternidad es como una rosa con pétalos de tiempo. Una nueva generación ha nacido para contemplar tantas cosas perdidas y a ella dedico estas palabras, que espero no resulten huecas, de pasado, presente y futuro.
Desde los años cincuenta hemos ido perdiendo la gente y el ambiente: Se van perdiendo los campos, se han perdido los comercios, se ha perdido la vida cotidiana…. No sé como pero es un reto que ganar al mañana. No lo tenemos fácil.
¿Qué podemos hacer por ti, Máguez, sin destrozarte? Qué ideas, qué obras…., que te construyan y te den más vida….
Nuestros campos están abandonados. Solamente trozos casi por gusto se mantienen. Algunos con ilusión renovada arreglados de nuevo y plantado frutales para que la llama nunca muera. Nos venció el turismo; nos ha dado pan pero nos ha dado pan pero nos quitó la sal de nuestras salinas perdidas para siempre, se ve bien que no supe tanto defenderlas y ahora vienen a llamarlas, a buenas horas. Como yo. Los Jardines de la Sal. Es necesario seguir manteniendo los campos limpios. Al menos que no los invada la maleza de nuevo. Desde Los Llanos a Los Pedacitos, desde Las Quemadas hasta el Pico de Gallo vemos los ejemplos invadidos de pasto, de ahulagas y de “bobos”. Nuestros campos son los más abandonados pero en el fondo yo me alegro de no ver a nuestra gente jornalera y me alegro más porque se acabó una esclavitud y cuando te encerraban por coger un higo de una higuera o te daban una paliza por decir que te vieron.
Por eso yo me alegro. Ahora son otros tiempos y debe ser la hora; El mosaico ordenado de las huertas de Máguez, su geometría perfecta se está desdibujando en pocos años; Hace falta voluntad y ayudas que puedan conseguirse para conservar aunque sólo sea la imagen de Lanzarote.
Yo sé que es bastante pedir saber más de cómo y cuándo se plantan papas, millo, judías o lechugas que del último de la Conchinchina de turno cantando al son de culturas ajenas a todo lo nuestro. Eso no debe ser incompatible, pero no es fácil, quien lo sabe lo dice. Yo les digo sobre todo a los jóvenes que estemos muy alerta y que no es tarde. Tienes más Cultura, quién sabe de todo lo que pueda atesorar en su mente. Tiene más fortaleza y salud quien combina trabajo y esfuerzos con su inteligencia. Y la sabiduría no se consigue veloces pegados al asfalto sino con el estudio y el tesón; escuchando con “sesera” a todos y hurgando en el origen de las cosas.
Debemos fortalecernos. Yo no se si la fuerza nos la dará nuestra patrona Santa Bárbara guerrera o San Pedro, piedra dura y eterna que como Máguez permanece.
Sin duda nos la dará el Conocimiento; Quien no conoce, no sabe nada y no se ama lo que no se conoce.
Necesitamos atrevernos, necesitamos ideas nuevas, cursos y actos que desde el municipio puedan hacerse en Máguez, necesitamos frente a esta Sociedad-Casino una verdadera Plaza para reunirse al aire libre con árboles, palmeras y bancos. Necesitamos puntos donde el visitante pueda pararse un rato y si quiere no se marche. Necesitamos proyectos agrícolas y de turismo y comercio. Necesitamos embellecer nuestro pueblo desde su interior a sus accesos. Necesitamos obras de futuro que dejar en herencia, que no hemos hecho nada, pero hay que cuidar la Tierra.
Necesitamos apoyo, sensatez y concordia y que la nubes bajen a la tierra, no tronando para invocar a Santa Bárbara, sino como estos días de lluvia serena. Pero si ha de tronar que truene.
Alégrate, Máguez, inmaculado y luminoso, eterno, eterno…., con sequías o tormentas, que aquí está Santa Bárbara y aquí están tus hijos para disfrutar con alegría sana y diamantina tus hermosas fiestas. A todos, muchas gracias. ¡Qué comience la fiesta!