PREGONES DE MÁGUEZ > Índice
Constituye para mí, un motivo de enorme orgullo y satisfacción que la Comisión de Fiestas me haya elegido para ser el pregonero de Santa Bárbara 2000, no sólo por lo que representa para todos esta fecha tan nombrada con el ambio de siglo, el fin del milenio y además, sino por lo que conlleva espiritualmente para el que les habla, ya que no en vano soy hijo de este pueblo y eso no se lleva en ninguna etiqueta sino en el corazón.
Para los más jóvenes, que quizá no me conozcan, (ya que pues no en vano), llevo muchos años viviendo fuera de aquí, en Fuerteventura, decirles que yo soy Chano Rivera o Chanito el del Callejón como me decían de pequeño, ya que en casi todas las casas, en nuestras época, si el padre se llamaba Chano, el hijo Chanito, si Juan Juanito, si Pepe Pepito, etc. yo me crié en el Callejón y corrí, unas veces en bicicleta y otras, a pie, por todas las calles de Máguez hasta que me hice pollillo y me fui a estudiar C.O.U. a Arrecife y luego Magisterio a Las Palmas, para regresar en el año 1980, y ya en el 81 me fui para Maxorara donde me casé con mi señora que es majorera. Luego en el 82 regresé de nuevo a la isla para trabajar en Iberia hasta el 85. Durante este periodo nació mi hijo el mayor, que por suerte para su padre nació también en Lanzarote, y para que no se enfadara su madre también tengo otro majorero. Y ya desde 1985 hasta hoy resido en Puerto del Rosario antiguo Puerto Cabras, aunque todos los veranos y en alguna que otra ocasión me echo mis escapaditas a ver a mi familia, y de paso a recordar viejos tiempos jugando a la bola y al truco con los amigos de siempre.
Y dicho esto, voy a pasar a relatarles algunos retazos de mi niñez y juventud en aquel Máguez de hace treinta años o más, cuando todavía no existía la democracia, ni nosotros sabíamos lo que eso significaba, ya que este pueblo fue especialmente castigado durante la posguerra y nunca se hablaba de política; solamente escuchábamos que a los de Máguez les decían los rusos o los comunistas y nosotros constatamos con las personas mayores del pueblo, que fue debido al hecho de que durante la República, impartía clases en el pueblo un maestro catalán, Don José Forna, que pertenecía a esta opción política, y que quizá influyera entre nuestros vecinos que también tenían tendencias de izquierda.
En aquella época, no en la de la República, sino mediados los años sesenta, los niños asistíamos a las cuatro escuelas que habían en el pueblo, dos en la parte de abajo, y dos arriba en Las Casillas, (donde hoy se encuentra el Aula de la Naturaleza). No existía la enseñanza mixta, sino que los niños recibíamos clases con un maestro y las niñas con una maestra. Mis primeros maestros fueron Don Juan Berriel, procedente del pueblo de Mala y Don Alejandro Olbés, que es peninsular. Las clases eran por la mañana de 9 a 12 y por la tarde de 2 a 4. nunca se borrarán de mi mente aquellas excursiones con Don Alejandro a Caletón Blanco por el camino viejo de Órzola, ni aquellas alfombras que elaborábamos para el Corpus Christi hechas con semillas de matos de playa y flores de carcosas, así como tampoco aquella leche que nos daban en la escuela y que se nos pegaba arriba en el paladar, ni la caña con la que nos “premiaba” cuando no nos portábamos bien a la que él denominaba “la vieja seca”.
Una vez finalizados los estudios primarios, pasamos al Instituto de Haría, que no era tal, ya que lo que había era un Colegio Libre Adoptado del Ayuntamiento, y que gracias a esta institución y al párroco Don Enrique Dorta, se logró tener una enseñanza casi reglada en el municipio, de lo cual, los que allí recibimos algún tipo de formación estaremos agradecidos toda la vida, porque como reza el dicho “es de bien nacidos el ser agradecidos”. El edificio del mencionado Colegio Libre Adoptado estaba donde se encuentra la Residencia Escolar o Escuela Hogar, aunque en sus inicios estuvo en la Casa Parroquial.
Todos los niños/as de mi época y anteriores, íbamos caminando de Máguez a Haría o viceversa, tres veces al día, ya que como dije anteriormente, las clases eran mañana y tarde, y solamente subíamos en guagua a las 3 y medía; en dichas caminatas nunca me olvidaré de los charcos que se formaban en la Vega de Máguez y de cuando tirábamos piedras a ellos para mojar a las chiquillas.
El pueblo en aquella época era eminentemente agrícola, casi todo el mundo vivía del campo, excepto algunos que empezaron a irse a trabajar a Arrecife a las industrias conserveras de pescado y luego más tarde, otros a la construcción cuando se iniciaba la actividad turística en nuestra isla. A propósito del turismo, siempre recuerdo que el Mirador del Río en aquella época no existía, sino la Batería del Río, y en el pueblo tampoco había carteles que señalizaban la dirección a seguir, con lo cual, los extranjeros nos preguntaban a los niños del pueblo que jugábamos en la calle, a lo que nosotros respondíamos “todo derecho”, aunque nos preguntaran por las Montañas del Fuego, ya que algunos ni siquiera habíamos ido a Arrecife, cuánto más a esas dichosas montañas.
Siguiendo con la actividad del pueblo, los niños, el que más el que menos, echaba una mano en las labores agrícolas (cogiendo papas, echando cebollino, tapando, trillando, etc.).
Cuando ya éramos más mayorcitos nos mandaban nuestros padres a cogerle de comer a las cabras, y siempre nos poníamos de acuerdo dos o tres para salir juntos y echar carreras con los burros.
Nuestros juegos y diversiones casi siempre se desarrollaban en el centro del pueblo, alrededor de la antigua iglesia y de la Sociedad, a lo que nosotros llamábamos la Plaza, aunque yo nunca la vi por ningún sitio, pero nos divertíamos de lo lindo jugando a planto, mata la uva, mata garbanzo, guirgo, el marro, la tángana, el escondite, el boliche, fincho, huevo, araña o caña, etc.
Recuerdo que cada juego tenía su temporada, a lo que nosotros denominábamos el tiempo del trompo, el tiempo del boliche, el tiempo de la cometa.
Otra de nuestras diversiones favoritas era ir a Tahoyo en el tiempo de la mora y veníamos hechos unos verdaderos osos. Cuando empezaron las primeras palas mecánicas a trabajar en los hoyos sacando arena, aquello era un verdadero espectáculo para nosotros, tanto es así, que luego con un taco de madera, una lata de sardinas y unos hilitos nos hacíamos las nuestras para jugar.
También en la calle Santa Bárbara, un poco por debajo de la Sociedad donde hoy está el Bar El Trébol, los hombres, los domingos por la tarde jugaban a la bola (de madera en aquella época) al tiempo que escuchaban los partidos de la U.D. Las Palmas en una radio que traía Don Matías Pérez y cuando ellos iban a la Sociedad a celebrar la victoria unos y a pagar los otros, los niños aprovechábamos para jugar a la bola también un ratito.
Así mismo, cuando el equipo de lucha entrenaba en la verbena, también aprovechábamos los chinijos para echar nuestras primeras pechadas, aunque cuando nosotros ya éramos pollitos la lucha sufrió una gran decadencia y casi desaparece en la isla, para resurgir de nuevo a finales de los setenta con la creación en nuestro municipio del actual equipo, el Unión Norte.
Con respecto al deporte rey, el fútbol, siempre nos falló tener un campo en el que jugar, pero nuestra ilusión era tan grande que preparamos un trozo de tierra en Las Casillas del tamaño de un campo de fútbol-sala con porterías de pitones hechas por nosotros y un trasmallo haciendo de red, al cual le llamábamos “el estadio Caciqui”. Era tal nuestra afición que los domingos por la tarde nos vestíamos en casa de señor Teófilo en La Cancela, con un equipaje blanco y negro como el del Castellón, y nos íbamos caminando a jugar a Haría, donde en varias ocasiones echábamos hasta dos partidos seguidos.
Durante las fiestas de Santa Bárbara los juegos infantiles casi siempre los organizaba Juanito “el de Narciso”, como todos los conocemos, que con un par de bolsas de caramelos nos contentaba a todos y participábamos en la chocolatada con los ojos vendados, la sartén tiznada con una peseta pegada, buscar dinero con la boca en una palangana de gofio en polvo, la cucaña, la carrera de sacos, la carrera de cintas en bicicleta, la carrera de burros, etc.
Dada mi condición de monaguillo, cuando llegaban las fiestas, el párroco D. Eusebio o don José Lavandera nos traía una sotana nueva, ya que había que estar guapos para la ocasión pues todo el mundo por las fiestas sacaba a relucir sus lujos.
También me vienen a la memoria aquellas tardes de catequesis cuando el cura venía caminando desde Haría y nosotros le íbamos a encontrarlo a la Cuesta de los Cascajos y después de besarle la mano, nos daba su bendición.
Tampoco se borrarán de mi memoria aquellas tardes de domingo con el cine de Paco y Don Luciano, aquellos cabildos que echaban nuestros mayores, sobre todo en esas tardes-noches sonsas de verano en las que no se mueve una paja, y en los que contaban sus viajes a Venezuela, Cuba, Uruguay o Argentina o rememoraban algunas de las batallas vividas durante la pasada y triste guerra civil. Así como tampoco se me pueden olvidar aquellos pelados en la barbería de Juan Torres cuando nos pelaba al cero o nos dejaba la moñita de visera, y nos preguntaba cuando nos metía la maquinilla ¿tira? ¿tira?, ¡vaya que si tiraba!.
Tampoco puedo dejar de mencionar aquellas tardes memorables de lucha con la verbena de la Sociedad llena hasta la bandera y nuestros luchadores de aquella época en la que Máguez tenía un señor equipo, bajo las directrices de un mandador de lujo como era Pepito Feo formaban: Nono “El Artista”, Rafael “El Pintado”, Camurria, Jesús Viñoly, Andrés Perdomo, Pancho Curbelo, Juan Domingo y Paco Villalba, Crisóstomo Perdomo, Santiago Barreto, César Feo, Román Betancort y muchos más que a buen seguro merecen que se les nombre, pero me deben de perdonar pues tengan en cuenta que yo era muy pequeño y la memoria no me da para tanto. Y hablando de lucha, no puedo dejar de mencionar al mayor puntal de aquellos tiempos que paseó el nombre de nuestro pueblo por todos los terrenos del Archipiélago y me refiero, como no, a Andrés Luzardo “Pollo de Máguez”.
Siguiendo con mi relato de aquellos años, cuando fuimos creciendo e íbamos entrando en nuestra juventud, nos entró la inquietud cultural y hacíamos teatros y el programa televisivo 1,2,3 por las fiestas de San Pedro o Santa Bárbara. También fue cuando se empezó a gestar el núcleo fundacional de lo que hoy es la Agrupación Folclórica “Malpaís de la Corona” o la rondalla, como todos la conocemos; recuerdo aquellos ensayos en la verbena de la Sociedad bajo la batuta de José Luis Santana y al son de un tocadiscos, ya que en aquella época no se contaba todavía con tocadores, para lo cual, luego se pusieron en contacto con la gente del Rancho de Pascua de Haría y algunos tocadores más del resto del Municipio.
Otro hecho importante en aquellos momentos fue cuando nos cedieron una de las escuelas de la parte de abajo del pueblo para crear allí el Teleclub, ya que éste siempre había estado en la Sociedad, y nosotros no nos sentíamos identificados con la prácticamente nula actividad que desarrollaba en esos momentos. Queríamos decirle a nuestro pueblo, que nosotros también podíamos organizar nuestros ratos de ocio. Nunca se nos olvidará aquel equipo de música que el primer Senador por Lanzarote después de restablecida la democracia, el ya extinto, Don Rafael Stinga, nos regaló y que instalamos en el aula de la escuela, transformándola en discoteca, para lo cual tuvimos que forrarla completamente con cartones de huevos para quitarle el eco.
También en la otra de la parte de abajo del pueblo, se creó un plantel de Extensión Agraria, que en cierta medida, dinamizaba las tardes de la juventud ya que allí construimos un invernadero y era punto obligado de encuentro para nosotros.
Por esa época o quizás, se instaló una máquina tocadiscos en el salón de la Sociedad que se llamaba la Rock Ola, con la que muchos de nosotros aprendimos a bailar y que constituyó también una novedad para nuestro pueblo. ¿Qué chiquillo de aquel tiempo no se acuerda cuando el pobre Julio Betancort, Dios lo tenga en la gloria, nos pedía cinco duros para poner la maravillosa?, ya que a él la canción que le gustaba era el Vals de las Mariposas.
Y así fueron pasando los años hasta llegar a hoy, en que de nuevo y como todos los años, desde que tengo uso de razón, y se acerca el mes de diciembre todo Máguez, se prepara para sus fiestas de santa Bárbara, y desde Los Cascajos hasta Las Casillas, desde El Cangrejo y la Cancela hasta Tahoyo, se ve a sus gentes preparando y albeando sus casas y alrededores, se compran vestidos nuevos para estrenar, los niños y jóvenes apuran ya sus últimos ensayos para las actuaciones teatrales o musicales. El pueblo se mueve, tiene vida, todos ponen su granito de arena para que Santa Bárbara cada año esté más contenta y nos aporte, por lo menos, unas gotitas de agua para nuestros campos sedientos y que la cosecha de papas o de granos sea mejor que la anterior y no se me malinterprete con el dicho popular que dice que “no te acuerdas de Sta. Bárbara sino cuando truena”.
Nunca olvidaré esas fiestas de Santa Bárbara de antaño cuando era niño y ejercía de monaguillo en la antigua ermita que bajo su advocación se encontraba pegada a la Sociedad y que tanto una como otra han sufrido distintos destinos:
Una, la ermita, que fue derribada en su momento y que a casi todo el pueblo le costó aceptarlo, así como a nuestro insigne artista, ya desaparecido, César Manrique, el cual derramó sus lágrimas por tal aberrante hecho. Pero gracias a él, al Cabildo de Lanzarote y a la colaboración de los vecinos, se levantó la actual ermita a imagen y semejanza de otra anterior a la que se había derribado y en la que hoy veneramos a nuestra santa patrona.
Por otro lado, la Sociedad-Casino de Máguez, centro neurálgico de todos los acontecimientos festivos, lúdicos y culturales del pueblo, jugando un papel importantísimo en la vida y relaciones de sus gentes. En ella se celebran las charlas y conferencias, se vacunaba, se renovaba el D.N.I., estuvo la primera radio, el primer televisor, el cine, la biblioteca, el teleclub, el teatro, los bailes, etc., etc.
Actualmente ya mas remozada y de acuerdo a los tiempos que corren, y felizmente el hecho de haber recuperado su primitivo nombre de Centro Democrático de Máguez que por imperativo de la guerra civil y posguerra con el antiguo Régimen fue cambiando. ¡Qué hábiles fueron nuestros predecesores para mantener en el telón del escenario y en su fachada las siglas C.D.M durante 40 años!, ya que si preguntaban por su significado se contestaba Casino de Máguez y no Centro Democrático de Máguez que era lo que en realidad significaba y significa.
Y ya para no cansarles más con esta perorata decirle a nuestros vecinos que disfruten las fiestas de Santa Bárbara 2000 en sana alegría y jolgorio como se merecen, y como siempre dando la imagen que siempre hemos dado de pueblo serio, honrado, trabajador y hospitalario y que nuestra Señora Santa Bárbara nos colme a todos de felicidad.