PREGONES DE MÁGUEZ > Índice
Cuando Juan Acuña, por teléfono, me pidió que hiciera el Pregón, mi respuesta inmediata fue negativa, porque tenía serias dudas sobre mi capacidad para hablar sobre el PUEBLO que me vio nacer hace, dentro de unos días -el día de Santa Lucía- 57 años. Pero mi amigo Juan, con muchas pachorras, me dijo: “piénsatelo con calma”. Los compañeros y amigos te hemos elegido. “Ya me darás la respuesta”. Así quedamos. Estuve cavilando, sobre el tema, toda la tarde y por la noche, en la cama, pensando en Máguez brotaron recuerdos, de mi infancia y adolescencia, como si fuera ayer. Me desvelé y, sin embargo, sonreía en la oscuridad. La decisión estaba tomada.
Al día siguiente, por la mañana, al entrar en el Aeropuerto para empezar mi jornada laboral ¡qué casualidad! Me tropiezo con Juan Acuña que venía a hablar conmigo, para otro asunto. Naturalmente, le confirmé la aceptación, que suponía un desafío, un reto para mí y una satisfacción personal, además de tener la oportunidad de reflexionar, conjuntamente con todos Uds., cómo era nuestro pueblo hace 50 años y cómo es ahora.
Como saben nací en Máguez, en las Casillas. A los nueve años me fui a vivir al Puerto, como se decía en aquella época, y regresaba, principalmente, los veranos una vez finalizado el curso en el Instituto, para estar con mi abuela Gertrudis. Mi actividad profesional se ha desarrollado en la enseñanza, como Maestro Nacional, en Las Palmas y sobre todo en el transporte aéreo, IBERIA LAE S.A., en Arrecife, que me ha permitido estar en contacto con las personas de nuestro pueblo. En el mismo, de niño me llamaban Pacuco y de grande, ahora con juventud acumulada, también Pacuco; del cual me siento orgulloso que me sigan llamando como cuando niño. Así parece que los años no pasan por uno. Recuerdo que un día llamaron a IBERIA por teléfono, preguntando por Pacuco y una compañera cogió el mismo y le informó que allí no trabajaba ningún Pacuco. Me comentó la llamada y le dije que ese era yo. Hubo risas y fiestas entre los compañeros. A partir de entonces, cuando alguien llamaba preguntando por Pacuco, me decían: Betancort, te llaman de tu pueblo.
Al transmitirle mi evocación del Máguez pasado, el de mi infancia, como he dicho, aparecerán una serie de personas, algunas ya fallecidas, que desempeñaron una función social en nuestro pueblo, muchas de las cuales dejaron su huella en nosotros.
Las características más claras, en aquella época, que se podía ampliar a Lanzarote en general, eran la sed permanente, por cuya razón el agua era uno de los bienes más preciados, por el bajo nivel de lluvia. ¿no recuerdan cómo limpiábamos los caminos de arena, formando talabardones con la misma, cada ciertos metros, para recoger el agua que caía en la misma y dirigirla a nuestras aljibes, a través de los “desagües”, donde colocábamos aulagas secas presionadas que nos sirviera de filtro? Aprovechábamos hasta el agua de los sancochos…para enjuagar. El agua del último aclarado de la ropa, servía para la puesta de remojo y el primer lavado de la muy sucia. Lo mismo se lavaba la cara y mojaba el pelo encima de los poyos con plantas para que se regara. Ese afán de ahorrar el agua, quedó marcado en la mente de nuestra generación hasta nuestros días.
Otra característica de aquella época, era la escasez de medios permanentes, secuelas de una post-guerra nacional y mundial. Dicen que el hambre despierta al lerdo y la necesidad agudiza el ingenio. En nosotros se dio y esa carencia de recursos se manifestaba en nuestros juegos de niños, donde la imaginación y creatividad, nos permitía a los chicos transformar unas pencas en un camión y a las chicas, unos “carozos” en muñecas. A los jóvenes que nos escuchan, les diré que no estoy hablando de ciencia-ficción.
El campo azotado por la sequía obligaba a los hombres a la emigración, principalmente, a Venezuela o familias enteras a Las Palmas, a la zafra del tomate. Con el tiempo unos volvieron y otros se quedaron para siempre.
La principal fuente de riqueza era la agricultura y, en menor escala, la ganadería.
El campesino de Máguez lograba, con su esfuerzo, sacar vida a la árida tierra regándola con sus lágrimas ante la falta de lluvia. El fruto que sacaba de la misma, tenía que ser de excelente calidad como premio al esfuerzo y sacrificio, no siempre recompensado.
Con la agudeza que da la necesidad, observó y comprobó que había parajes para plantar papas tempranas; otros, papas de semilla. Entre éstas últimas estaba el paraje de Gallo, con unas vistas espléndidas, que siempre me impresionó, donde destaca el Valle de Guinate, los riscos, la Graciosa…etc. y donde durante las madrugadas y atardeceres hacía un “pelete” que hacía decir a los mayores “cuando me hablen de Gallo…que me hablen clarito”…
La solidaridad se manifiesta en la época de las trillas, entre otras, poniéndose de acuerdo unos con otros, para prestarse los burros y no coincidir todos a la vez. Asimismo, se ayudaban, mutuamente, formando peonadas, en los plantíos o recolecciones de las cosechas.
Los ganados estaban compuestos, sobre todo, de cabras y alguna oveja. Destacaban el de Santiago Barreto, pastoreado por Jorge, un señor alto y flaco que vivía en la zona de la Montañeta y el de Pablo Torres, pastoreado por él mismo o por sus hijos Domingo, José y, sobre todo, por Angelito, persona buena y sana cuyo nombre dignificaba. Iban de un lado a otro. Buscando los rastrojos.
La alimentación de las personas era sana y saludable. ¡Qué buenos eran los sueros hervidos y tomados en frío!.
En general, todos teníamos “algo” donde caernos muertos, fruto del trabajo de sol a sol. Se cogían tierras de medias o prestaban sus servicios, como jornaleros / as, en la época de las plantaciones o recolecciones.
Las viviendas, en general, disponían de cocina, dormitorios, almacén para la paja y guardar las papas en jable, etc., entre otros usos. Asimismo, la paja se acumulaba en pajeros, que era sinónimo de bienestar. La mayoría de las mismas no disponían de cuarto de baño, sí de algún retrete. La mayoría de las veces las necesidades fisiológicas las hacíamos en las gallanías o corrales de los animales, o en basinillas cuyo contenido se arrojaba en los estercoleros donde se acumulaba el estiércol de los animales, la utilizábamos como principal abono de las tierras.
Los lugares o zonas principales de Máguez eran: Las Casillas, lugar que mejor conocí y donde di mis primeros pasos, La Cancela, El Tefío, El Cangrejo, Tahoyo, Los Cascajos, El Callejón, La Plaza, Las Breñitas. La Montañeta, etc. etc. Mencionar cualquiera de ellos, evocan recuerdos inolvidables de nuestra niñez, impregnados de hechos nostálgicos que nunca volveremos a repetir.
Recuerdo que en Las Casillas, frente a la casa de mi abuela, había unos bancos de mampostería, donde las mujeres de la Graciosa, con sus típicos sombreros y coloridos vestidos, descansaban, después de subir el Risco cargadas de pescado. La misma operación al regreso, ahora cargadas de alimentos comprados con el producto de la venta del pescado, y bajar el Risco. Tanto a la ida como a la vuelta, llevaban las cestas apoyadas sobre un rolete que protegía la cabeza. Siempre iban en grupo.
La escuelas públicas que habían en la época que les narro, estaban situadas en la “zona de abajo”, próxima al Cangrejo. Una para chicos y otra para las chicas. Impartían las clases un Maestro y una Maestra, respectivamente. Las edades, tanto en unos como en otros, estaban comprendidas entre los sietes y los catorce años. Las clases se impartían en horario de mañana y tarde.
Mi primer Maestro, de la escuela pública, se llamaba D. Cristóbal. Durante su época comenzamos a recibir la leche en polvo de la ayuda americana como refuerzo alimenticio. También, teóricamente, nos debían dar queso amarillo o de bola, pero nunca lo vi. La leche en polvo, se diluía en agua fría, en una caldera grande. La tomábamos por la tarde, en un jarro que llevábamos de nuestra casa. Poco tiempo después le sustituyó D. Alejandro Olbés, de quien guardo un grato recuerdo. Implantó una libreta oficial, donde un alumno, cada día, reflejaba y hacía las tareas que mandaba realizar. Calificaba las mismas. Recuerdo la limpieza y caligrafía de Eugenio Rodríguez, la destreza y habilidad de Pablo Curbelo y la curiosidad que despertaba en mí, escribiendo con la “cañuta” César Feo, que escribía como los médicos.
Dña Rafaela, la suegra de D. Alejandro, realizó una innovación con la leche: la hervía. Comenzamos a llevar gofio dentro del jarro y lo revolvíamos con la misma. Para que digan que las suegras.…son malas…
D. Alejandro, amante de la naturaleza, quería inculcarnos el amor a la misma. Eran muy celebradas sus excursiones. De una, nunca me olvidaré. La realizamos a Bajo Risco, por el “camino Viejo”. Nos bañamos en la playa. Recuerdo que un trozo de alquitrán o “piche” que flotaba en la superficie del agua, se adhirió a mi espalda, próxima a los límites del culo…parecía un vulgar tatuaje. Durante el regreso, al atardecer, D. Alejandro se perdió con la mayoría de los alumnos. Unos cuantos, en vez de seguirle, entre ellos yo, seguimos a Tomás “Pitirra”, que en las Casillas era un “líder”, que conocía aquellos parajes como la palma de la mano. Se hizo de noche y, naturalmente, nuestro grupo llegó. Los padres, alarmados, con mechones, se aproximaban al Risco, para alumbrar el camino. Parecía una procesión nocturna. No hubo incidente alguno. Cuando recuerdo a Tomás “Pitirra” que, posteriormente, moriría en Venezuela, surge en mis labios una sonrisa al recordar que, junto a Luque Viñoly, Toño Hdez. y yo, escalamos la montaña de La Corona, a través de la Era que acababan de construir como recogida de agua para el Aljibe de la Corona. Durante la travesía de la escalada, fumé mi primer cigarrillo. La marca era del 46. el tabaco era dulce, creo que en vez de fumarlo, lo masticaba.
De D. Alejandro recuerdo, ya en Arrecife, sus escritos críticos, que publicaban en el semanario “Antena” con el pseudónimo de “Alito”. Al recordarlos se asocia, en mi mente, el refrán que decía “Pelear con Alcaldes o curas, es una locura”.
Otros Maestros que tuve en Máguez, fueron Dña. Luisa Barreto, Luisita, en la zona de la Montañeta, antes de entrar en la escuela pública. Las clases eran mixtas. Llevábamos nuestra silla de casa. Y D. Domingo Barreto, que me decía cuando cometía alguna “fechoría”, ¡”Pacuco, que te afeito sin navaja”!...
De todos mis Maestros aprendí algo y guardo un grato recuerdo de los mismos, a pesar de algún “coscorrón” recibido.
De la enseñanza religiosa, al margen del Maestro, se ocupaba D. Enrique Dorta, sacerdote de nuestra parroquia, cuyos esfuerzos por la cultura son sobradamente conocidos por todos. Su Academia, en Haría, sería el germen del Instituto de Enseñanza Media. No asistí a la misma porque ya estaba en Arrecife. Despertó la conciencia de los padres para que estudiasen sus hijos, que era el mejor legado que podían dejarles…ayudó a los menos pudientes. En aquellos tiempos, los padres deseaban que sus hijos aprendiesen las cuatro reglas y les ayudasen en las faenas del campo. Su afán, despreciable, era legarles las fincas.
Recuerdo mi “Primera Comunión”, junto con otros compañeros / as, en la Ermita de Máguez, la primitiva, blanca, pequeña y coqueta, donde una vez celebrada la ceremonia, nos invitaron con chocolate y galletas de “pata camello”, todo ello coordinado por Tomasa Rivera, nuestra catequista.
En los juegos infantiles o juveniles era donde más se manifestaba la agudeza o el ingenio, debido a la escasez de medios. Con unas medias viejas, gruesas y trapos desechables, hacíamos una pelota. Con pencas, un camión y con un trozo de madera seca y una tacha, un trompo. Hacer una cometa llevaba un proceso digno de mención: de las piteras, previamente tratada en las cenizas de los teniques, donde se tostaba el millo, en el tiesto, extraíamos las hebras que poníamos a secar y con las mismas hacíamos el hilo. Con un pírgano o caña seca, las aspas. La cola la formábamos amarrando trozos de trapos viejos. El papel, de los sacos de cemento o de colores. Con harina disuelta en agua, el pegamento. El resultado final era una cometa, volando de forma majestuosa, impulsada por el aire de las Casillas. ¿Y los carros de madera? Algunos, verdaderas obras de arte. El camino de atrás, también, en los Casillas, fue testigo de buenas carreras y costalazos…
En el aspecto deportivo, destacaba el Fútbol y la “Lucha Canaria”. En el primero, en juveniles, equipos con nombres tan religiosos –se notaba la mano de D. Enrique- como S. Pedro, S. Pablo y Sta. Bárbara. Los equipos de adultos, como El Cometa, donde destacaban Damián Barrios, Zenón Perdomo… entre otros, o la U. D. Máguez, donde sobresalían Pancho “el cubano”, mi ídolo deportivo, Andrés Brito, Severo Villalba….y de portero jugaba un muchacho espigado, muy fuerte y bien proporcionado, parecía un “Belillo”….se llamaba Andrés Luzardo, lo mismo paraba un balón que levantaba una pesada piedra situada en la zona del Cangrejo, y que con los años se convertiría en el Pollo de Máguez, paseando con orgullo por toda Canarias, el nombre de nuestro pueblo, en el ámbito de la Lucha Canaria. He mantenido y mantengo una comunicación permanente con Andrés, y puedo afirmarles que tiene una cualidad, muy superior a la deportiva, que a Uds. no se les escapa y que es: su extraordinaria calidad humana.
En la Lucha Canaria, tengo una pena: nunca vi luchar a Pepito Feo. De su arte sólo lo conozco, a través de personas, que lo vieron luchar, entre ellos mi padre. Pero me consuela conocer el semillero de luchadores, buenos y nobles, que dejo tras de sí; desde Nono “El Artista”, Suso y Luque Viñoly, Rafael “el Pintado”, Pancho Curbelo, Pepe “Camurria”, Román Betancort…y tantos otros que nos enorgullecieron y supieron llevar el nombre de Máguez con dignidad.
Como medio de transporte local, para recoger las cosechas o llevar las semillas, al margen del burro, se utilizaba el camello, animal fuerte y resistente que podía pasarse todo el día sin beber. Cuando la sequía era muy aguda, junto con los burros, se enviaban a Bajo Risco, donde sobrevivían los más fuertes. Posteriormente, se recuperaban cuando las circunstancias lo aconsejaban.
Para comunicarnos con el Puerto, utilizábamos la guagua, generalmente conducida por un jovial y servicial Nicolás, que servía de mensajero, ya sea para traer medicinas, o traer y llevar otras cosas. Siempre estaba de buen humor…utilizando palabras italianas, recuerdos del frente, durante la Guerra Civil…donde estuvo en contacto con soldados italianos. Dejó una numerosa prole, habiendo sido galardonado, por el Gobierno de la Nación, con el premio de Natalidad.
También se utilizaban los coches de Celestino Doreste y Luis Martín. Asimismo, en la zona del Tefío, estaba Juan González, cuyo camión, con barandas altas, transportaba mercancías y personas.
El médico del pueblo, que habitaba en Haría, se llamaba D. Víctor. Sin embargo, había en el pueblo una serie de personas que contribuyeron, con su esfuerzo y conocimientos prácticos, de una forma desinteresada, a aliviar nuestros dolores físicos, tales como:
Candelaria Mesa, en la zona de la Montañeta, seria y vestida de negro -así la recuerdo- curaba el “daño”, de esta manera: colocaba un plato con agua, dejaba, mientras murmuraba una oración, caer unas gotas de aceite y éstas iban desapareciendo en el agua. Nunca supe lo que rezaba, pero el daño había desaparecido.
Pedro Bonilla, en la zona de Las Casillas, con su eterna pipa en los labios, curaba el “pomo”, producido por disgustos, y pronosticaba las lluvias mejor que los meteorólogos actuales. Gocé de su aprecio. Nunca olvidaré sus racimos de uvas que me traía en el mes de octubre, de Las Calderetas.
Deogracio Ramírez, hombre serio y trabajador, luchador infatigable, prestaba sus servicios poniendo inyecciones desinteresadamente, como el mejor practicante. Por su capacidad de observación, aprendió a tratar las enfermedades de los animales. En la misma línea y similares virtudes estaba Juan Rafael Betancort, que además era un experto zapatero. Asimismo Doña Josefa, la Maestra, era una experta practicante.
La Plaza era el centro neurálgico de las fiestas y festivos. En la misma estaba la Sociedad y la Ermita. Asimismo se convertía en un paseo para las parejas, antes, durante, o “después” de los bailes, salidas de misa o de los tercios, o se transformaba en una cancha de bolas. La Sociedad, o Centro Democrático de Máguez, siempre ha jugado un papel preponderante, tanto ayer como hoy, en la vida del pueblo, como elemento de unión y donde se celebran todos los actos culturales u otros eventos.
¿Y Tahoyo? Aquellos paseos al mismo, en el verano, en la época de la mora, donde con la excusa de comernos alguna, que así era, comenzaba el despertar a la vida y a cruzar las primeras miradas furtivas entre chicos y chicas…
¿Y hoy? A veces, decimos que cualquier tiempo pasado fue mejor. Con la mano en el corazón, y olvidando nostalgias idealizadoras de nuestra niñez, concluiremos en que hemos mejorado en todos los aspectos de la vida, desde la desaparición del analfabetismo, pasando por los avances de la educación y concluyendo en la mejora de vida, pero…..nuestros campos, la mayoría, están abandonados y llenos de hierbas. Los productivos están atendidos, principalmente por nuestros mayores, ya en el ocaso de sus vidas. La agricultura está moribunda. Directa o indirectamente vivimos por y para el turismo. ¿No estaremos poniendo todos los huevos en el mismo cesto? ¿No sería interesante buscar otras alternativas ajenas al turismo? Estas reflexiones en voz alta, se las dejo a los jóvenes, ellos tienen la palabra.
Y como estamos en fiestas, alegremos nuestros corazones, y a Sta. Bárbara, cuya onomástica celebramos, le pedimos que nos ilumine y ayude a resolver, satisfactoriamente, estos interrogantes, nos proteja de las corruptelas políticas y nos conceda gobernantes justos y, de vez en cuando, sin que truene, nos envíe un poco de agua que alivie la sed de nuestros campos.
Que así sea y todos los veamos. Muchas gracias.