PREGONES DE MÁGUEZ  >  Índice

 

 

Muy buenas noches, Sr. Alcalde, Sr. Presidente, autoridades, amigos, vecinos y familiares: Bienvenidos todos.
            Quiero comenzar esta noche tan especial para mí, mostrando enorme gratitud a todos los miembros directivos de este, nuestro Centro Democrático de Máguez, por haberme nombrado pregonera de las fiestas patronales de Santa Bárbara, hecho con el cual me han honrado.
            Creo, sinceramente, que no soy merecedora de tal consideración, pues los méritos que se me atribuyen, pienso, no me corresponden. Es mérito todo aquello que has realizado, por lo que has tenido que pagar un precio o ha supuesto un esfuerzo. En mi caso lo poquito aportado, créanme, no ha significado ningún sacrificio, sino una satisfacción, casi un orgullo.
            Todo lo he hecho con el corazón y de forma espontánea, sin pensar siquiera, si era correcto o incorrecto, si gustaba a muchos o sólo a unos pocos. Jamás me lo planteé porque la única razón, entiendo, era buscar emociones que me hicieran sentir a gusto, conmigo misma y con quienes me rodeaban y conseguir de los demás un gesto de cariño, pues a fin de cuentas es el objetivo en la vida de cualquier ser humano.
            Los pregones habitualmente son reseñas dedicadas a los espacios y bellezas de los lugares,  pero éste, aseguro, sólo lleva en su contenido historias de su gente, sus vivencias,  sentimientos, tragedias, alegrías, penas y glorias, narradas de forma sencilla. Sin obviar mis raíces más próximas, aquellas que me son más cercanas y por lo tanto propias, las surgidas desde las entrañas del alma.
            Algunos relatos conmocionarán y aflorarán viejas heridas, que por viejas son históricas y por crueles, injustas e imborrables. No podía perder esta oportunidad para dignificar algunos nombres, que fueron víctimas de sucesos estremecedores, e intento hacer justicia, utilizando  como elementos de juicio, sólo la palabra y el recuerdo a su memoria.
            No puedo borrar de mi mente cuando en el mes de Septiembre de 1971, deciden mis padres venirse a vivir a Lanzarote, al pueblecito donde nació mi madre y sus antepasados. Creo que Máguez ya estaba presente en mí, pues desde siempre, era aquí donde mi familia, venía a pasar con los abuelos largas temporadas.
            Aquellos momentos tan felices de mi infancia los llevo atrapados en las sienes entre los caminos polvorientos, los olores a higos, uvas y quesos, los anocheceres mágicos, charlando y compartiendo vivencias, sentados encima de una estera en la puerta de mi abuela Encarnación, junto a inolvidables vecinos, quienes formaban a la vez parte de nosotros, como eran Doña Pilar García, divertida y alegre. Claudina, servicial y adorable, Deogracio, que desgraciadamente ya no está entre nosotros, y que fue durante muchos años, el practicante del pueblo, cuya única recompensa era, el respeto y la consideración de los vecinos. Y de fondo, el ruido bullicioso de los que todavía éramos chinijos. Y de pronto irrumpe un hombre: "¡Señora Encarnación, deprisa, deprisa que mi mujer, se ha puesto de parto!" Y como si fuera profesional, salía a atender a la parturienta, y su único saber de matrona era el que le había dado aquel instinto humano que agranda la sabiduría y despierta los valores, contribuyendo a mitigar la necesidad. ¿A cuántos de los presentes ayudaría a nacer utilizando el instrumento de la buena voluntad, el coraje y la lucha por la propia vida?
            Tampoco apartaré de mi mente aquellos días jugando en casa de María Dolores Romero, Malores la de Pilar, como la conocemos todos, las tardes con sus hijas cogiendo higos o moras, y los tazones de café con gofio, puesto que la leche era para hacer el queso para ver si se podía sacar alguna peseta. Horas y horas contemplando las mujeres de la familia, con qué maestría manejaban el cojín de las rosetas. Y cuando el sol se iba poniendo, a pelar papas menudas para la cena acompañadas con huevos fritos. Les aseguro que jamás, he vuelto a comerlas con aquel sabor a gloria bendita.
            No abandonarán mis recuerdos los veranos en Punta Mujeres, en la chocita de piedra de mi querido primo Eugenio Socas, a quien siempre estuvo muy unida mi madre. Fue allí donde descubrí el sabor a sal de La Caletita, cuyo ruido del mar era el compañero que nos adormecía y nos despertaba como fiel guía de nuestros horarios, ese que batía casi debajo de nuestra puerta, pues esta no era otra más que un trocito de saco, el cual pendía de un hilo de pita.
            Estuve desde siempre apegada a este municipio. Mientras otros niños esperaban impacientes la llegada de los Reyes Magos, yo sólo contaba cuantos días faltaban para regresar de nuevo desde Gran Canaria. No fue difícil para mí romper con el ruido de la ciudad y todas las comodidades que ello supone, pues estaba deseosa de hacer mío el pueblo de mi madre.
            Me voy a tomar un respiro y suspiro, inspirándome para hacer aquello con lo que mi madre más disfrutaría si pudiera verme, y quiero hacerle llegar desde aquí, este cantar, su tema favorito. A ti mamá, por todo lo que me enseñaste y me diste.

TEMA MUSICAL  "Algo se me fue contigo Madre".

            Este pueblecito me enseñó a quererlo ella, contándome toda su vida, su niñez, sueños, penas y necesidades, y los motivos que obligaron a mis pobres abuelos, como a tantos hijos de este pueblo, a emigrar a principio del siglo pasado, buscando el sustento y la supervivencia.
            Sus ojos pequeños tan sabios se humedecían cuando llena de añoranza, contaba como su padre, el bueno de mi abuelo Manuel, salía a buscar algo para comer. Se echaba a andar risco abajo, para en el fondo del mismo pescar algunos "bichitos", como él los definía ante los vecinos del pueblo, que lo veían llegar con el cestito y dentro de él algún sargo o alguna boga, eso sí, bien tapadito para no tener que negarles el compartir aquella pequeña pesca, pues era la comida que junto con una puño de gofio de cebada, garantizaba el menú de toda la semana a sus hijos. Fue así como nació el apodo todavía conservado en los Socas, Los Bichitos del abuelo Manuel.
            También nombraba mamá a su querida hermana Rafaela, que fue la primera mujer en obtener el divorcio en Máguez, marcando historia, ¿Cuanto sufriría mi tía Rafaela?, soportando el desprecio de una sociedad que se negaba a entender, que no hay por qué soportar el maltrato de un cruel marido. Pero ya entonces poseía este lugar una valiente, que ante el maltratador y sin importarle el qué dirán, pide el divorcio y se lo conceden, pues así lo contemplaban las leyes de la República, a principios de los años 30 del siglo pasado. La vida la compensaría con la llegada de su amado hijo, mi querido primo Carmelo.
            Se pasaba mi madre horas conmemorando a los suyos, y añorando aquel pueblo que tuvieron que abandonar, por el hambre y la necesidad de casi todo, y me atrevo a asegurar, hasta de justicia.
            Entendiendo que la historia de cualquier sitio, se escribe con líneas torcidas, en páginas blancas y en páginas negras, éste también las ha tenido y las tiene, así como grandes momentos de gloria. No debemos ignorar tragedias, como la sufrida por la familia de mi madre, pues no hay mayor desgracia, que la de sentir la deshonra. ¿Y porque digo esto? Si había en su alma algo y alguien que marcó su existencia para siempre, y además significó, un hecho sin precedentes en este lugar, fue la terrible historia de mi tía Clementina, con el agravante de sentirse incomprendida por la sociedad.
            Mi tía Clementina era una joven menor, cuyas facultades físicas y psíquicas, estaban disminuidas. Era completamente ciega y deficiente mental, vivía con sus padres y sus hermanos, con la dedicación que generaba la pena que suponía tan triste realidad. Un día de tantos, mientras la familia se ausentó de casa para salir al campo, llegó la desgracia, la más terrible de las desgracias que se puede vivir en el seno de un hogar tan humilde. Mi tía Clementina sufrió la peor y triste historia de las acaecidas en este pueblo. Cayó la joven en manos de un monstruo, delincuente y tirano, que aprovechándose de su condición física y mental, abusó sexualmente de ella, destrozando la vida sosegada y tranquila de todos.
            Ante la víctima de aquellos abusos, crueles y despiadados, se deshoja la tremenda pregunta: ¿Quién ha sido?, ¿Quién pudo cometer semejante vileza? Nadie respondió, ni siquiera la pobre Clementina, que asustada ante la interrogante, contestaba, ¡Yo no lo sé madre, un hombre, pero no me habló, no sé quién es, no pude siquiera escuchar su voz! Este esperpéntico suceso cometido por un cobarde, hundió a la familia en una injusta afrenta de la que nunca pudieron recuperarse, pero casi un siglo más tarde quiero honrar el nombre de mi tía Clementina, víctima y digo bien, víctima, pues por ser pobre no fue posible siquiera investigar el caso. Mientras el verdugo se paseaba seguramente, como un caballero ante la gente, mi tía se escondía tras un pañuelo que le servía de cobijo. Pero ahora me dirijo al alma del tirano, para preguntarle; ¿te ha perdonado Dios? porque yo, y a partir de hoy la historia, no te perdonaremos.
            Pero miren ustedes, paradojas de la vida, de aquella pobre criatura y de aquel brutal atentado contra la dignidad humana, nació una de las mujeres más hermosas que ha parido este pueblo, la prima Jacinta, que por no tener padre reconocido lleva los mismos apellidos de mis tíos y por consiguiente los de mi madre, Jacinta Socas Jordán. Tan guapa era que se enamoró de ella un capitán de la marina, convirtiéndola en la primera maguera casada con un alto mando militar. Fue una señora que sobrada de amor recorrió medio mundo, navegando al lado de su marido. Sus hijos, pudieron ir todos a la Universidad, y son hombres y mujeres de gran valía.
            A esta historia espeluznante, quiero dedicar mi segunda canción, a ti Clementina, para hacerte honor y que tú nombre descanse dignificado y honrado.

TEMA MUSICAL           " Con los bracitos en Cruz”

    Obligados por los acontecimientos, se estableció toda la familia en La Isleta cuando corrían los años 20 del siglo pasado. Mi mamá, a pesar de todo nunca olvidó la tierra que la vio nacer, decía:"no quiero morir, sin volver a vivir en mi pueblecito, con mi gente", esa gente que en la posguerra tanto la ayudaron.
            Cuando las cosas en Gran Canaria se pusieron todavía más difíciles, regresó ya casada y con mis hermanos, pues aquí decía: "un caldito de papas y un puñado de gofio no le faltaría". Demostraba su enorme gratitud, a su sobrina Cinta que era como una hermana para ella, a la familia de Juanita Rivera, y a todos sus hijos inseparables amigos de mis hermanos.
            A la vez que sollozaba sus vivencias, desafiando al destino para que le concediera volver a vivir aquí, morir y descansar en paz al lado de los suyos, pudiendo ver cumplidos sus últimos deseos.
            Retrocediendo al mes de Septiembre de 1971, donde había comenzado este relato, momento en el que llegué desde Gran Canaria comenzaron mis primeros contactos y emociones personales con la gente del pueblo de Máguez. La primera sensación percibida, quizá por ser una amante de las relaciones humanas y las actividades lúdicas y culturales, fue, que este pueblo de gente sencilla, amable y cariñosa, debía de dinamizarse y conseguir una convivencia más animada, por llamarlo de alguna forma, y a mí, que afortunadamente no me cuesta mucho hacer amigos, fue mi reto.
            Empezamos a encontrarnos en la Sociedad Casino, pues así, se llamó durante la dictadura. Aquí, nos veíamos quienes aún éramos adolescentes, y los jóvenes algo mayores, para impulsar algún tipo de ocio que nos hiciera mantener unidos y ocupados. A la vez que creábamos, lo que después ha pasado a llamarse actividades socioculturales.
            Unos se inclinaron por el folklore canario, fundándose la prestigiosa agrupación Malpaís de La Corona, dirigida por mi compañera de pupitre en el Instituto, Luz Mari, a quién en clase la traía de cabeza, impidiéndole su concentración, pues para mí era imposible mantenerme sentada y atenta durante la hora que duraba una clase.
            Mientras otros, quizá por cuestión de gusto y hasta de carácter, nos definimos más por el teatro y la música en diferentes géneros. Fue así como se crearon los primeros grupos de Playbacks, donde representábamos a cantantes de la época, en las Fiestas de Santa Bárbara y de San Pedro. Hago referencia a mi gran amigo y mejor persona, Juan Pedro Brito, desgraciadamente fallecido, a quien le gustaba imitar al popular Manolo Escobar.
            A Juan Pedro lo conocí siendo peón de mi cuñado Plácido, trabajando en la fábrica de mosaicos. Todavía retumban en mis oídos los golpes de la prensa de piedra que golpeaba contra el molde. Disfrutaba observando como el cemento mezclado con los colores, se convertían después, en piezas artesanales llenas de vistosidad.
            Igualmente siguen vivas, las largas charlas con mi vecina Antonia, la mujer de Zenón, el barbero de mi padre, mientras ella trabajaba el junco y hacía el queso.
            Por Navidad nos atrevíamos a salir en carretas, alegrando las frías noches de Diciembre, con un cassette que no se escuchaba a dos metros, pero para nosotros, era todo un acontecimiento de diversión. Las carrozas tiradas por los burros que prestaba Nicolás, y aprovecho para rendirle mi consideración, a él y a su familia; pues su casa, era mi segunda casa. A mi gran amiga, su hija María de los Ángeles, la recuerdo, enseñándome a montar la burra, o llevándome al campo para ayudarle a ella y a sus hermanos. Yo torpe en estos menesteres, poco les podía aportar, eso sí, la faena era más amena, con mis canturreos, ocurrencias y travesuras.
            Con el grupo formado, anduvimos unos años, entre Playbacks, Festivales de la canción,  Elecciones de misses y fines de semana con La Rocola; esto era una máquina, donde introducíamos una peseta y saltaba una canción que bailábamos entusiasmados, como el Help de Tony Ronald, o el romántico Vals de las Mariposas de Danny Daniel. ¡Qué momentos tan grandiosos y felices! Con que poco nos conformábamos y colmábamos nuestras ilusiones.
            Resurgen de antaño, aquellas mañanas de sábado, haciendo la compra en la tienda de Nina, como la conocemos todos, en la de Alela, la de Paquita, la de Cejudo, la de Emilia, o en la de Manuel Lazo. El medio kilo de azúcar y harina, envuelto en el rudo papel blanco. Era casi un arte como apañaban aquel envoltorio. Luego por la tarde, se convertían en los ricos roscos de anís o en el bizcochón, pues era víspera de domingo y eso se notaba en el menú.
            Mientras de un lado en mi infancia, estuvo siempre presente la música, por otro lado, estaban mis padres, con el profundo interés de que la niña no se distrajera demasiado, y continuara con sus estudios. Nada más llegar de Gran Canaria, me matricularon en el Colegio Libre Adoptado de Haría, pues así se llamaba. Yo tenía claro lo que quería ser. Desde luego, no estaba en mis preferencias ir a la Universidad, como era la de mis padres. Me costó convencerlos, bueno no sé si alguna vez lo logré, pero un día sí y otro también, les dejé caer que lo mío era el mundo del espectáculo.
            Y mientras tanto, mi corazón de adolescente, había conocido a un maguero, que durante 15 años vivió fuera, en la isla bonita. Conseguí traérmelo a él y a toda su familia. La bellísima persona, que tuve la suerte de tener como suegra, me decía con cariño: "Tú eres la razón, de que todos volviéramos a vivir en Máguez", y mi cuñada Dolores, no sé si me habrá perdonado, pues es cierto, que por mi culpa, regresaron aquí dejando atrás la isla de La Palma.
            La tía Ciala, quien es alguien muy especial para nosotros, nos había presentado, cuando yo contaba con sólo 13 años y él 16. Se convirtió después, en el que 40 años más tarde, sigue siendo mi novio, porque es así como le llamo. Nuestro noviazgo transcurría entre la misa de los domingos, en la desaparecida Iglesia de Santa Bárbara, o eternos paseos, plaza arriba y plaza abajo, y aquellos cines con el motor en la puerta de la Sociedad, sin permitir que nos enteráramos del texto de la película. ¡Ay aquellos bailes en las fiestas patronales, con la Orquesta Estrella del Sur!
            ¡Los cortaditos por las tardes en casa de tía Solita! Sin dejar atrás las cenas preparadas por mi prima Rosalina, con su cariño siempre manifiesto.
            Y así hasta nuestra boda, que fue la última que se celebró en la vieja ermita, cuando ya estaba en ruinas. Ahora con el permiso de todos ustedes, voy a interpretar un tema que he elegido, por ser uno de los favoritos de mi marido.

TEMA  MUSICAL " Amor de noche

Pasados unos años, madre ya de mis dos hijas, volví a la actividad fiestera, creando el denominado grupo de teatro Amigos de Máguez recibíamos cursos de interpretación de la mano de Félix Hormiga.
            Pusimos en escena obras como el Genio Alegre de los hermanos Álvarez Quintero, con la que recorrimos toda la geografía insular, sin cobrar un duro, con el único interés de divertirnos y pasarlo bien.
            Por si fuera poco tenía de mi parte a mi sobrino Ambrosio, con el que compartía la pasión por los escenarios ¿Te acuerdas de las noches que nos reuníamos toda la familia, en la puerta de abuela, cantando las canciones de Chiquetete? Fue así como enamoraste a Nuria. De los sentimientos que me unen a ella, podría decir mucho, pero lo resumiré en pocas palabras, somos confidentes y como hermanas.
            Luego vinieron Jesucristo Super-Star o Evita, como anécdota divertida, les contaré un secreto: en la presentación de ésta, dónde mi sobrino Ambrosio hacía el papel del Che Guevara, tenía que salir fumándose un puro y la falta de costumbre hizo que se quedara asfixiado y metido en fatiga; por unos instante la obra siguió sin él y todos preguntando dónde estaba el Che, hasta que el pobre recobró resuello.
Con esta representación, llegamos a ir a Fuerteventura, cuyo medio de transporte era el furgón de trabajo de mi marido, trasladando entre 25 o 30 niños y jóvenes, sentados en el suelo, unos encima del otro, cantando y armando el jolgorio todo el trayecto. Cuando se abría la puerta de atrás, empezaban a salir chiquillos y más chiquillos, que era casi milagroso que no nos pillara la policía. ¡Qué bien nos lo pasábamos y cuanto riesgo asumíamos! Eran otros tiempos. Rafael Curbelo era entonces concejal y quiso acompañarnos en aquella aventura. Se echaba manos a la cabeza, porque era consciente del peligro que corríamos.
            Inquietos por seguir como grupo, y resultando ser el alma que traía al pueblo la alegría y la cultura, todo sea dicho, nos atrevimos a montar la primera murga norteña, con voces de niños, niñas, hombres y mujeres, ¡qué locura! Ninguno sabíamos diferenciar, un Fa de un Re, pero sabíamos que los recursos y los medios, eran prácticamente nulos. El Ayuntamiento tampoco estaba sobrado y los dineros, iban destinados a cosas más vitales que la cultura y la animación. Así lo entendíamos todos y nadie protestaba. Menos mal que nos daban algunas perrillas para la carroza.
            Yo, que soy una ingenua, me aventuré a dirigir aquel grupo de teatro y aquella murga, seguramente si lo hiciéramos hoy, nos matarían a "tomatazos", pero en aquel momento era lo que tocaba, y tocaba vivir con ilusión, en armonía, y construyendo un entorno más participativo. Esto era en definitiva de lo que se trataba. ¡Ños, como sonaba el tambor de tío Domingo!
            Fue todo un acierto el show dedicado al mundo de Disney. Revivimos a personajes como Mickey Mouse, Mary Poppins, Los 7 enanitos, La Bella y la Bestia y otros muchos, que hicieron la delicia de todos cuantos pudieron disfrutarlo.
            No caerán en el olvido todas estas vivencias. Las llevo con satisfacción y orgullo, pues logramos el grupo cultural más numeroso, que nunca ha tenido nuestro añorado pueblo de Máguez. No me atrevo a nombrar a ninguno de sus componentes, no podría perdonarme la omisión de algunos. Pero si hemos podido verlos en las fotografías.
            En mi retina siguen estando tantas y tantas fiestas, además de los momentos de máximo deleite, como era el sancocho, donde trabajaban un grupo de mujeres, entre ellas, mi hermana Delia, Mercedes, Ciona, Cely y Angela Acuña. Debo elogiar a las madres, que confeccionaban con cariño los disfraces, que luego lucíamos en las murgas. Tantas y tantas tardes de ensayo, sin dirección musical alguna, ¡cuánta entrega!
            Algunos hemos podido incluso llegar a convertir aquellas ilusiones en profesión, aunque desde luego el sabor dejado por aquellos días no los olvidaremos jamás.
Formaban aquellas murgas muchos niños y niñas del pueblo, entre los que se encontraban muchos de mis sobrinos, y por supuesto, mis dos hijas, Inodelvia e Iraides, que junto a su padre y mi nieto, son la razón de mi vivir. A ellas les voy a dedicar el siguiente tema.

TEMA MUSICAL " Que bonita que es mi niña"

Como el estruendo de una maldición, de nuevo vuelve el pueblo a teñirse de negro luto, y una vez más, mi familia marcada por la mayor tragedia que ha sufrido Máguez en la historia más reciente. En aquella casita de Los Cascajos, donde vinieron al mundo casi todos los hijos de mi hermana Delia, vuelve la pena a romper y a marcar nuestros corazones. El destino nos arranca de cuajo, a 3 de los nuestros, a Nayra con 2 añitos sin cumplir, a mi linda Cathaysa, que miles de veces me repetía: "¡Quiero ser cantante!", con aquel divino pelo que acariciaba su bonita carita ya de artista, y al bueno de mi insustituible sobrino Carmelo. Su nobleza lo hacía único, su bondad infinitamente inolvidable. Tuvo que ser allí, en la misma puerta de la casa donde vio la luz. Sesgaron sus vidas, la de los tres, y la de la única testigo que sobrevivió, nuestra adorable Lina.
            Nada ha vuelto a ser igual en la familia, pero siguen estando aquí, entre nosotros. Una tragedia así no debe devorarla la desidia y el abandono, no pido para ellos un mausoleo, pero sí un signo. Señor Alcalde, le ruego un gesto a la mayor tragedia acaecida en Máguez.            
              No puede caer en el olvido. Lo reclamo en su memoria.
            No quiero acabar, sin dedicarle un espacio, a alguien que hemos perdido precisamente esta semana, un ser diferente, especial y amorosa, nuestra entrañable Isabel. A nuestro Federiquillo, como todos le llamamos, que ha asumido la responsabilidad y el deber de colocar la bandera a media asta, cuando uno de los vecinos fallece. Esta vez te flaquearon las fuerzas y no pudiste bajarla, como siempre ha sido tu ilusión, porque el destino ha sido cruel contigo, y se ha llevado a quién tú más necesitabas, tu protectora. Debemos de devolverle esa entrega que siempre ellos nos han dado de forma desinteresada. Por Dios, que Federico no se vea desamparado, sino seguro y arropado por todos, este es su entorno, donde él se siente feliz y útil. Lo da todo a cambio de nada. Es tan grande, tan grande su corazón, como su inocencia, es sencillamente único.
            Pero la vida debe seguir. Cada uno en su "quehacer". Muchos continuaremos con aquel compromiso social y cultural a través de la política o del arte.
            Estoy segura que se me han quedado por contar muchísimas cosas y habré dejado de mencionar a personas que han significado mucho para mí.
            Espero que sepan disculparme, porque es imposible hablar de todo cuanto quisiera, y pido perdón por los errores cometidos en el tiempo que ha durado este precioso encuentro.
Adquiero hoy el compromiso y les pongo por testigo que trasladaré a mis nietos el amor que siento por este pueblo, para que mis sucesivas generaciones lo honren con el mismo orgullo.  Deseo terminar este pregón esperando que durante él, hayan aflorado emociones y sentimientos. Si ha sido así, mis objetivos se han cumplido.
            A partir de ahora todo lo expuesto deja de ser mío, para pasar al dominio de ustedes, a través de sus comentarios y críticas, positivas o negativas, destructivas o constructivas. Gracias por estar aquí y les deseo que tengan unas felices fiestas. Por favor, no dejen de quererme.
            Mil gratitudes por lo vivido, lo compartido y lo aprendido. Mil gracias, y gracias a la vida.

TEMA  MUSICAL" Gracias a la vida"