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Sr. Alcalde, dignísimas autoridades, Sres. Directivos de la Sociedad, amigos todos:
Antes de pasar a dar lectura al Pregón que anuncia el inicio de las Fiestas de Nuestra Señora de Las Mercedes, permítanme que agradezca sinceramente a la Junta Directiva de la Sociedad Renacimiento de Mala y, en especial, a Víctor Peñate, la invitación que se me formuló para elaborar el Pregón de las Fiestas de Las Mercedes de 1992.
Como le sucediera a cualquier hijo de Mala en la misma situación, me ha ilusionado mucho ser el pregonero de estas Fiestas. Espero saber volcar en este rato mis vivencias y el conocimiento que he acumulado a través de la curiosidad que de chico me inculcaron y que, por suerte, todavía me acompaña.
Como todos los nacidos en Mala, mi vida está llena de innumerables recuerdos relacionados con el pueblo, que se remontan a los días próximos a cumplir cuatro años, cuando mi madre me compró una pizarra y una cartilla y me mandó a la escuela de Señor Anastasio Betancort.
Allí, de la mano de la extraordinaria amabilidad del maestro, aprendí a trazar mis primeros palotes y su hija, Eugenita, me enseñó la tabla de multiplicar.
Cerrada la escuela, pasé a la escuela pública con don Juan José Berriel, con quien permanecí hasta su jubilación, siendo sustituido por don José Robayna, maestro que me inculcó el afán por conocer lo nuestro: nuestras plantas, nuestras piedras… Hasta nos hablaba del sentido del ahorro. Tenía don José Robayna un pequeño molino para generar electricidad y pronto me aficioné a construir molinos.
Don José Robayna despertó en mí una curiosidad que ha sido una característica de toda mi vida. Primero fue con los molinos a través de la lectura de algunos artículos de la revista Mecánica Popular, intentando producir luz a partir de la fuerza del viento. Ya en el Instituto construí molinos de no sé cuantas formas y recorrí muchos lugares ventosos en busca de viento en: el Carrascote, las Mesas, la Degollada…
Cuando se inauguró el nuevo grupo escolar de Mala, colmando una antigua aspiración del pueblo, yo me había trasladado a estudiar al instituto, en el Puerto. En Arrecife me aficioné a conocer las conchas de mar y, más tarde, me dio por nuestra Historia, por las cuevas y, finalmente, por las plantas y la talla en piedra.
Fue don Juan José Berriel quien una vez me habló de una cueva con unos charcos de agua muy bonitos. Él la había visitado antes de marcharse a Cuba, siendo muchacho. Más tarde, con los datos que me proporcionó, la visité y sólo pude llegar a un charco. Años más tarde salió en los periódicos que un grupo de espeleólogos había descubierto en Lanzarote una cueva con no sé cuantos lagos.Era la Cueva de los Lagos.
Una pequeña parte de todas estas vivencias, recuerdos y conocimientos acumulados, pretendo volcarlos antes ustedes y convertirlos en el Pregón de las Fiestas de Mala de este año que, al final de cada septiembre y como viene siendo tradicional por lo menos desde 1808, se viene celebrando en honor de Nuestra Señora de Las Mercedes y que sólo se han visto interrumpidas por causa de fuerza mayor como luto, guerras o epidemias.
Los menos de quinientos habitantes que siempre ha tenido Mala parecen multiplicarse con ocasión de nuestra Fiesta, una Fiesta que nunca ha sido de lucimiento político, sino del pueblo y que, sin otra ayuda que su propio entusiasmo, la Junta Directiva de la Sociedad Renacimiento ha venido sacando adelante desde que fuera creada, a pesar de las dificultades que ello supone.
La Sociedad sigue fiel a los principios bajo los que fue creada, a finales de la segunda década del presente siglo, siendo una de las más antiguas de Canarias. Su nombre, Sociedad Renacimiento, parece ser que fue inspirado por el deseo que tenían sus fundadores de que la cultura llegara a estas tierras, dando comienzo una etapa en la que Mala alcanza un alto número de estudiantes en los años cincuenta, llegando a salir en aquellos años más de treinta maestros del pueblo que impartieron sus clases por todo el Archipiélago.
Así, que, todavía hoy, la Sociedad sigue en aquella línea trabajando en favor de la cultura y las señas de identidad de nuestro pueblo, una labor que merece ser destacada.
Mala es una palabra que formaba parte de la lengua de los aborígenes lanzaroteños, aunque también es una palabra de origen francés, pues eran normandos (hoy franceses) los primeros conquistadores, pudiendo tener igualmente origen portugués, dado que los portugueses ocuparon el norte de Lanzarote, durante algunos años.
Es Mala un nombre fácil de pronunciar, pero, a mi juicio, también es el nombre más acabado y misterioso de los nombres de los pueblos de Lanzarote.
Una Ley de 1772 ordena que el Batallón de Lanzarote, compuesto por 592 soldados, quede formado por siete compañías de 74 soldados, cada una de las cuales se destinan a: Teguise, Haría, Yaiza, Tías, San Bartolomé, Tinguatón, Tamara y Tesaguita. Es probable que muchos años antes se estableciese un sistema de comunicación entre pueblos y que en Mala se organizara un camino de montura.
Mala significa valija de correos. Es lógico pensar que en los primeros tiempos de la conquista se estableciese en esta localidad un lugar para el cambio de los caballos de los jinetes encargados de conducir el correo o dar noticias. La causa de la elección, en ese caso, se fundamentaría en la presencia de agua todo el año en el Barranco del Estanque. En torno a ese barranco y la Vega surgió el núcleo fundacional del pueblo del que los mapas antiguos sitúan dos puntos: Bajo Mala y Punta de Mala.
Asimismo hay noticia cierta de que en las proximidades del pueblo existieron asentamientos aborígenes. Concretamente en la parte alta de la cuesta del Estanque quedan huellas de un poblado prehispánico habitado después de la conquista, lugar que es conocido por el Corral de los Majos.
El pueblo de Mala está edificado casi en su totalidad en una parte de la isla ganada al mar hace menos de trescientos mil años. La antigua línea de costa partía del norte del Ajero, bordeando la zona caliza del Trujillo hasta la boca del Estanque y, desde allí, al borde oeste de la Vega de Guatiza. Cuando entra en erupción, el volcán del Estanque arroja lavas muy fluidas que rellenan gran espacio mar adentro, dejando una zona baja poco profunda que llegaba al nivel del mar.
Hasta la trasera de la zona que hoy se llama Detrás de los Molinos, unos centenares de metros hacia el mar, existió desde hace dos millones de años una playa por la que salió gran cantidad de arena, parte de la cual formó el Jable del Molino.
Con el paso de los años, el viento extendió el jable sobre la zona volcánica, dando lugar al Jable del Medio y al Jable del Mar. Desde la carretera que va desde Guatiza a Los Cocoteros puede apreciarse, bajo una capa de arena, la presencia de jable procedente de las antiguas costas de Mala.
Hace unos trescientos mil años entran en actividades los volcanes de Guatiza, arrojando materiales de todo tipo, llegando a Mala las coladas más fluidas y rellenan el mar, dejando una costa profunda y formando la costa actual. Los materiales de olivina, embadurnados de basalto de las montañas de Guatiza se encuentran en Mala como testigos mudos de aquella lejana época. Por la zona de la Peña del Hurón se encuentran las coladas más recientes, que posiblemente datan de unos pocos miles de años.
Continuando en el pasado, la antigua Mala estaba formada por casas de dos habitaciones, de paredes anchas y techo de dos aguas cubierto por una capa de torta (que, a su vez, estaba formada de tierra caliza y granzón). Al llover, el agua ablandaba la tierra, quedando ésta impregnada en las paredes de la vivienda, dándole un aspecto terroso.
Junto a la casa estaba la cocina, las gallanías, el estercolero, la era, los pajares y el aljibe con dos pilas, una para lavar y otra de bebedero de los animales de trabajo, que solían ser un camello y un burro, mientras que para el alimento de la familia se mantenían cabras, gallinas y cochinos. Algunas viviendas en aquellos años disponían de un mortero para majar millo y un molino para moler frangollo, mientras que para moler el millo para el gofio se usaban las tahonas, que eran tiradas por camellos o burros.
Los molinos que desgraciadamente hemos visto desaparecer en los últimos años, no son de aquella época, sino que son posteriores a la primera mitad del siglo pasado.
La disposición de la vivienda, así como el número de habitaciones, variaba con el paso del tiempo a medida que crecía el número de miembros de la familia y, también, según las posibilidades económicas.
Las casas estaban orientadas de tal manera que la puerta no se veía desde el mar y a resguardo de la brisa.
Hasta nuestros días han llegado noticias de los malos años pasados, tanto por escasez como por exceso de lluvia. Así, alrededor del año 1970, los vecinos de Mala se dirigen al Obispo pidiéndole autorización para que les permita acudir a la ermita de Santa Margarita porque las lluvias hicieron intransitables los caminos entre Mala y Haría. Por aquellas fechas, Mala estaba adscrita a la Parroquia de Haría.
A finales del siglo XVIII, hace aproximadamente doscientos años, aumentan de tamaño las casas de Mala al conocer la isla un importante desarrollo debido al comercio de la barrilla.
Esta se cultiva en todo tipo de suelos, pero sobre todo en los jables salitrosos cercanos al mar, desde la Playa de los Robayna hasta Cueva Paloma. Las alineaciones de piedras que forman gavias que se ven en las proximidades del mar, entre Punta del Pasito y Playa Sifio son huellas de esa época.
La barrilla convive, en las tierras de mar, con el trigo, la cebada y el centeno, mientras que en la Vega se producía garbanzos, lentejas, chícharos, habas o garbanzas, dándose también mucha fruta de higuera. Años más tarde se plantaron tuneras, de los que se obtenían tunos que, una vez pasados, recibían el nombre de porretos.
Con la bonanza económica se inicia la construcción de la ermita de Mala, en 1808. Pero los buenos tiempos conviven con años de sequía y terremotos a partir de 1813.
Años después, el primero de octubre de 1824, en Tao, en la propiedad del clérigo Duarte, se inicia una erupción volcánica que sorprende a los vecinos de Mala y a todos los isleños. Ese día, el cielo amanece oscuro y así permanece, mientras que por espacio de unos días cae una lluvia de ceniza.
El pujante comercio de la barrilla se prolonga hasta mediados el siglo XIX y; a partir de esa fecha, cambia radicalmente la fisonomía del paisaje de Mala.
La caída del cultivo de la barrilla y la gran sequía que se inicia a partir de 1855 da lugar a que algunos habitantes de Mala emigren hacia Cuba y Argentina.
Es a partir de la segunda mitad del siglo pasado cuando se trabajan las tierras, coincidiendo con la introducción del cultivo de la cochinilla. La arena se carga a lomos de burros y camellos desde la Montaña del Mojón y se preparan terrenos hasta entonces improductivos como el Rostro. Aparecen así los primeros enarenados.
En medio de las tuneras se plantan higueras y parras perdiendo peso el pastoreo. Aun así, la cochinilla sufre sus crisis con el paso del tiempo hasta que, alrededor de 1950, comienzan a arrancarse las huertas con tuneras para en su lugar plantar tabaco.
Desaparecieron las tuneras del Rostro, cambiándose la arena de la Montaña del Mojón, por la de Guatiza, siendo el camión de Nino quien inicia la traída de dicha arena.
Pero estos cambios en la agricultura de los últimos treinta años no hacen más que anunciar su propia muerte. La emigración del campo hacia el Puerto, donde eran mayores las expectativas de trabajo, van despoblando Mala y todos los pueblos de Lanzarote, originando, al fin, la práctica desaparición de la actividad agrícola al poner todos los ojos en la entonces incipiente industria turística.
Cuatro lugares de interés quisiera destacar en Mala.
El Barranco del Estanque que semeja un tajo profundo producido por la erupción de lavas muy fluidas. Su profundidad y el contraste de color con la montaña que le rodea hace del Estanque un rincón muy interesante visto desde lejos que, cuando nos acercamos, resulta aún más atrayente. Las grietas de sus paredes están pobladas de plantas siempre verdes, mientras que, en algunos puntos, pequeños hilos de agua refrescan el ambiente. En el Barranco del Estanque se encuentra la Casita de los Majos, sin suda el más importante monumento del pasado aborigen de Mala, siendo el propio estanque, quizás la primera obra hidráulica hecha en Lanzarote de la que la tradición dice “la cal empleada en su construcción fue amasada con leche”.
Lamentablemente, el Barranco del Estanque se encuentra en un estado de deterioro incalificable como consecuencia de las basuras y los escombros arrojados durante la construcción de la presa. Las chorreras de cemento laderas abajo en un paisaje de tanto valor natural e histórico, demuestran una total falta de preocupación de las autoridades responsables hacia los valores de la Cultura.
Quisiera también destacar las Cuevas de la Arena, una herencia de la época de la búsqueda de la arena. Una de ellas, conocida por la Cueva de los Pilares, en las Toscas, contiene enormes pilares para mantener los techos de una gran belleza.
Piedra Alta es un circulo de piedras salientes al mar con un muelle natural adosado, unos puentes naturales y la cueva submarina. Para mi gusto es un lugar de una gran atractivo que se completa con la proximidad de Cueva Paloma y su frescura.
Por último, destacaría el Bufadero del Pasito. Cuenta la tradición oral que fue una señora de Mala Abajo, molesta porque no podía dormir, quien buscó a un grupo de hombres para tapar la boca del bufadero. Quitándole las piedras y colocándole un brocal, sería un lugar digno de ser visitado.
Junto al bufadero está el Charco del Pasito, lugar de tantos recuerdos al ser el lugar en el que tantas generaciones aprendieron a nadar.
Pueblo de emigrantes, Mala acoge por estas fechas a muchos de sus hijos que se acercan al pueblo para aplacar la nostalgia.
Los maduros recordarán, como yo, las cartillas de racionamiento, años aquellos de batata, gofio y pejines en los que agudizábamos el ingenio para poder sobrevivir, años de agua de pazote con queso duro por la mañana, de agua de manzanilla con poca azúcar en la noche.
Pasados los años, cuando el hambre era sólo un recuerdo, el pueblo se fue quedando vacío.