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Buenas noches, señoras, señores y autoridades.
Quiero dar las gracias al presidente de la sociedad de Mala, Donato Martín, y a todos los miembros de la comisión de fiestas, por darme la oportunidad de leer el pregón de éste año; al alcalde del municipio de Haría, Pepe Torres; y a todos los vecinos del pueblo en el que nací y viví hasta que me fui a estudiar a Tenerife, y en el que ahora he vuelto a residir. Es para mí un gran honor abrir las fiestas de nuestra señora de Las Mercedes.
Mala ha sido un pueblo de agricultores y agricultoras que se ha ido formando al pie de la montaña, con una excelente vista al mar. Un pueblo hospitalario, abierto a otras culturas que hoy acoge a gentes de diversas nacionalidades.
Mala ha pasado en pocos años, de ser un pueblo agrícola, a ser zona de residencia de personas de diferentes países, dándole una riqueza de matices humanos, hasta ahora desconocidos, aunque a veces nos resulte difícil de asimilar. Así hoy se puede ver la expansión urbanística que ha experimentado Mala Abajo, el Lomo de la Cruz o Charco del Palo. Un crecimiento que en el futuro ampliará seguramente los horizontes del pueblo para los más jóvenes. En definitiva un pueblo abierto al mundo.
También se ha destacado por ser un pueblo de gente amable, a pesar de los golpes de la vida. Aún recuerdo con gran cariño a mi maestra Juansi Placeres. Ella, junto con los padres, el día de la primera comunión de sus alumnas les organizaba una fiesta, conseguía que fuera un día importante y feliz en la vida de una niña. En su tiempo libre, nos dirigía en obras de teatro que se ponían en escena para todo el pueblo, en la Sociedad Renacimiento de Mala Y en Navidad actuábamos en la iglesia, en un magnífico escenario de un belén que construíamos entre todas. Las estudiantes además de pasarlo bien, desarrollábamos habilidades que nos ayudaría, en el futuro, en nuestra formación personal. Los vecinos que asistían a las representaciones disfrutaban, se reían un poco y se relacionaban entre ellos. Contribuía a que el pueblo fuera más cívico y humano.
Otra de las personas que destacaba por su altruismo era Antonio Betancort, el cartero, un hombre que además de traer puntualmente la correspondencia, se prestaba a cualquier hora del día o de la noche como un hábil practicante. En una época que escaseaban los profesionales sanitarios, acudía a las casas de los vecinos que necesitaban sus servicios o Rafael Díaz, un hombre profundamente religioso, que mostraba la cara amable del pueblo cuando algún vecino le requería para aliviar cualquier dolor con sus buenos masajes.
Todos ellos personas desprendidas. Tanto la maestra como el cartero o Rafael Díaz, entre otros, contribuían de forma desinteresada a que el pueblo se sintiera más unido. Hoy en día se ha ido perdiendo ese carácter social para ganar en individualidad. Las formas de vida van cambiando con los años, igual que nosotros vamos rodando por los días limando nuestra propia personalidad.
La fiesta de Las Mercedes siempre era una fecha esperada y deseada en nuestra infancia. Era una llamada a la concordia de todos los vecinos, entorno a una función religiosa y varios días de verbena, cercada por ventorrillos. Una buena excusa para la reunión de familiares y amigos que venían de otros pueblos, se disfrutaba de la compañía y fortalecía la amistad. La fiesta se vivía con gran intensidad. Eran días de alegría para jóvenes niños y adultos.
Pero además del regocijo de las fiestas también hubo momentos de tristeza. Como cuando falleció Juan Clavijo y Marita Clavijo, dos personas jóvenes, que dejaban hijos pequeños. Los vecinos del pueblo compartieron el dolor de ambas familias. Desde aquí un recuerdo para todos aquellos que han perdido algún familiar querido.
Mala hasta donde yo puedo recordar, ha valorado siempre la educación. A pesar de economías familiares precarias, el número de buenos estudiantes era muy elevado. Tanto es así, que el pueblo era conocido por ese motivo en toda la isla.
Y por citar algunas personas de renombre podemos recordar como médicos a Casimiro Robayna y Roman Betancor; enfermeras a Pacolina de León y Marta Placeres; profesoras a Trifina y Zara Robayna; artistas a Mario Delgado, Alberto de León o Loly Placeres; militar a Rafael Díaz; aparejador a Demetrio Rodríguez; psicólogo a Paco Robayna, maestros a Pepe Placeres y Tomel González, maestras Milagrosa y Angela Clavijo entre otros muchos. Ruego que me disculpen a los que no he nombrado pero sería interminable citarlos a todos con nombre y apellidos.
Sorprende agradablemente como de un pueblo pequeño hayan salido tantos hombres y mujeres universitarios y diplomados. Sin duda es la mejor herencia que puede dejar una generación. No debemos olvidar que el conocimiento da libertad. Como decía Ortega y Gasset: Cada cual tiene derecho a expresar lo que siente, con tal que se comprometa a sentir lo que debe.
Pero no solamente debemos valorar el mundo universitario, el pueblo también ha dado grandes profesionales en el mundo de la construcción, el turismo o la mecánica. En la actualidad aún nos queda algún agricultor como Manuel Ángel Suárez, para dar testimonio del pasado, pero con una agricultura más moderna, utilizando regadío, muy alejada de la de mis padres, que cada invierno miraban al cielo esperando la lluvia y había años que no llegaba. La fe, la paciencia y el amor hacían que con unas condiciones adversas la tierra diera sus frutos.
La cochinilla fue aquí la principal fuente de riqueza durante muchos años. Yo espero que las autoridades competentes resuelvan los problemas para la realización de la industria que estaba prevista, de la que ya se ha puesto la primera piedra. Y encuentren las vías de comercialización adecuadas, ya que la mayoría de las familias tienen aún almacenada cochinilla. El Gobierno de Canarias, el Cabildo de Lanzarote y el Ayuntamiento de Haría no deben olvidar que las huertas de tunera enriquecen el paisaje como pocos cultivos.
Hoy ha aumentado el nivel económico del pueblo. Vivir en Mala es un lujo, cuenta con un Centro de Salud, buenas comunicaciones y se puede disfrutar del campo. Los jóvenes tienen más medios para formarse y relacionarse. Nuestra forma de vida de los años 60 no se la podrían ni imaginar. La energía que posee la juventud le hace desear nuevos retos y quitar importancia al pasado. Sin ser concientes de ello, tienen muchas cualidades que se van transmitiendo de generación en generación: la curiosidad, la generosidad, la solidaridad, la capacidad de relación y de trabajo y otras cualidades que van obteniendo con el desarrollo de la tecnología. Las telecomunicaciones están creando una forma de vida diferente, con acceso rápido a la información. Hoy se puede comprar un billete de avión, consultar la cuenta bancaria o hacer nuevas amistades sin moverse de casa, utilizando Internet en el ordenador. Las prioridades han cambiado, además de la profesión que se elija, hoy es importante saber inglés para poder comunicarse con cualquier ciudadano del mundo, hacer negocios, o tener amistades.
Sin embargo hay valores que persisten aunque cambie la forma de vida Lo vemos reflejado en los jóvenes de Mala que siguen reuniéndose para organizar las fiestas de nuestra señora de Las Mercedes y hacer que niños, jóvenes y mayores puedan compartir unos momentos entrañables.
No quisiera terminar, sin antes hacer un cariñoso recuerdo de mis padres, que en años difíciles, supieron mantener la confianza que habían depositado en nosotros, sus hijos, para costeamos los estudios fuera de la isla. Un apoyo del que siempre estaré agradecida Hoy me ha tocado recoger a mí el testigo para brindar a mi hijo, respaldo en su vida, para que encuentre su camino y sea feliz.
Deseo a los vecinos de Mala unas felices fiestas. Que disfruten de Las Mercedes y de la actuación que viene a continuación, del timplista Domingo Curbelo.