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Buenas noches, autoridades, Sras. y Sres. Miembros de la Junta Directiva deseo expresarle mi gratitud por haberme concedido el honor de ser la pregonera de estas fiestas.
En nuestra tradición un pregón anuncia y abre la fiesta, y por lo tanto debe su primer tributo al recuerdo, a esos recuerdos con nostalgia de que hablaré esta noche para ustedes y ésos son los orígenes de estas fiestas de “Las Mercedes”.
Hace 51 años que las estoy disfrutando junto con las mismas generaciones que dejaron aquí parte de sus sentimientos y de su alma para siempre, desgraciadamente muchas de estas almas ya no están con nosotros, quiero hacer mención especial a mi padre al que siempre tengo en mi pensamiento, a mi abuela Mercedes, a mi madrina Juana Perdomo a mi prima Lala Mª Caraballo, a mis vecinos que ya no están físicamente con nosotros, pero cuyo espíritu está en mi mente a Remigia y Mª Dolores González a Bárbara Feo, Wenceslao Clavijo, Paco, Benigna y Manuel a los hermanos Díaz Alpuín a Emilio Clavijo, a Felisa y Ambrosio, Juan González, Antonia y Agustín y a muchos más.
Quiero que conste que mis orígenes vienen de Haría, pues de ahí eran mis antepasados, y es para mi un honor tener raíces “harianas”.
Soy de los Perdomo de la calle San Juan, que se decían de ellos que dejaban de comer por comprar el periódico, y es verdad, pues en mi casa se compraba el mítico periódico “La Antena”.
Mi infancia transcurrió en Mala Abajo, eran años de carencias y penurias, pero a pesar de todo, guardo buenos recuerdos mezclados con la inocencia. Mis compañeros de juego eran los niños de Mala Abajo: (que eran) Petronila Díaz de la que guardo mis mejores recuerdos de la niñez, Gerardo, Emilio Manuel, Auristela, Enrique, Donato, Juan José, Felo, Tino, Eloina, Pola, Andrés, Ginés Luis, Dolorcito María, Hilario, Mª Mercedes, Nino, Ceoña, Santiago, Manuel, Nando y Antonio el de Teresa, (que ya no está entre nosotros).
Con ellos iba y venía de la escuela sin coger un libro sino jugando en el muro de Lucrecia Alpuín, que era una abuela para todos los chicos de Mala Abajo.
Por la tarde noche nos hacía “polenta” que era una mezcla de azúcar, harina y leche y comíamos todos (si alguien le decía) ¿por que haces eso que te puede hacer falta en la vejez? Ella decía o si esto me llegaría hacer falta muy mal tendríamos que estar y murió muy anciana y nunca le hizo falta.
También jugábamos en el jable del Molino, donde fue crucial para la vida del pueblo y fueron testigos del tueste de la molienda y cómo cabildo para la gente mayor de mala, pues el gofio estaba presente en la dieta diaria y a veces única.
Otros lugares significativos del pueblo eran las huertas de cochinilla que fueron durante muchos años el recurso económico del pueblo.
Otra anécdota que recuerdo de mi infancia con mucho cariño era cuando iba a casa de mis tíos Josefina y Andrés, cuya casa olía a orégano, duraznos e higos pasados, los cuales traían de la montaña, en su comedor solían tener flores amarillas que recogía mi prima Carmen.
En esa montaña, donde con tanto tesón, esfuerzo, sacrificio y trabajo humano, transformaron sus paisajes de piedras en terrenos agrícolas.
Mi primera maestra fue doña Juana Placeres de la que recuerdo sus pasos célebres “París bien vale una misa”, “en sus dominios nunca se ponía el sol”.
También recuerdo la alegría que suponía para nosotros, cuando nos rifaba los almanaques con vírgenes que eran una novedad o cuando veíamos los globos del Domud, los lápices alpino, la leche en polvo.
La férrea disciplina de cuando entraba alguien en clase y nos poníamos de pie, el rezo diario obligado. A veces cantábamos “el cara al sol con la camisa nueva”, (que no teníamos ni idea de lo que significaba).
Sólo había una maestra y llevaba diferentes cursos, por eso nos conocíamos todas las niñas mayores y pequeñas, y compartíamos aparte de los estudios amistades que algunas seguimos conservando.
Algunas de esas niñas fueron Nieves Mª González, Rocita Clavijo, Elvia Robayna, Loly y Cely González, Lourdes Berriel, Abigail y Soraya Espino, Olga y Maribel Berriel, Eva Castro, Dolorcy Silva, Marisol y Mary Nalvis Castro, Margarita Mª Suárez, María Esther Berriel, Auxiliadora Rodríguez y otras que ya no están entre nosotras, que fueron Dory Castro, Teresita Fernández y Lola Mary Tavío.
Las chicas de Eugenia, que llevaba sus deberes ordenados desde su casa.
Las chicas de Pedro, que nos imponían la moda por eso el sobrenombre de “las flores de Villanueva”.
Doña Juanci era una maestra que se empeñaba en que estudiáramos, pero no todas rendíamos igual.
Por aquel entonces tuve mi primer cuento en color que me lo trajo de Madrid Evangelista Clavijo mi vecina, y bien que presumí con el libro delante de las niñas.
Después tuvimos de maestra a Chana Perera que nos enseñaba muy bien la Geografía y la Historia.
Del famoso libro “Base” nos aprendíamos todos los inventos, y las capitales de todos los países algunos de los cuales ya se han desmoronado y han aparecido otros nuevos, de los que ya no me sé sus capitales.
Con ella rezábamos mucho, nos regalaba material escolar, nos obligaba a escribir un cuento a diario y nos inculcó leer libros que fue en lo único que le hice caso.
Luego en mi etapa de estudios en Haría, soplaban aires de más libertad y ya estudiábamos junto con chicos entre ellos recuerdo a Juan Raquel Ramírez que me prestaba muchos libros.
Manuel Ángel Suárez que decía que para que aprendiéramos “las ecuaciones” que eso no nos iba a servir de nada, y yo estaba de acuerdo con él.
Antonio Vicente: que si tomaba la palabra no nos dejaba hablar.
Y el profesor que más recuerdo con cariño y nostalgia fue Juan Santana de León.
Luego cuando fui al “Puerto” a estudiar por culpa de mi hermana Carmen pude terminar administrativo.
Dicen que el pasado no se repite, pero quien lo ignora se arriesga a construir un futuro sin cimientos.
Por eso en éste Pregón quiero poner mis buenos cimientos a los recuerdos y nostalgias de las generaciones de este pueblo. En lo referente a las fiestas y a pasarlo bien los lugares de ocio fueron la lotería de Benigna, el cine de Luciano y algún guateque.
Pero el acontecimiento más esperado de todo el año era sin duda “las fiestas de Las Mercedes” ni el fervor religioso de la Navidad, ni las novenas de mayo con su olor a azucenas le quitaban el protagonismo a “las fiestas de Las Mercedes”.
Desde buena mañana, venía el furgón de “Antonio Luna” con sus rifas, lleno de cachivaches que nos embobaba mirándolo.
Días antes se albeaban las casas y la iglesia, (que por cierto este año cumple 200 años de inaugurada).
Corría el año 1808 y dice la historia que la ermita fue levantada por los mismos vecinos en el lugar llamado “el Cortijo” en terrenos de los marqueses de la “Quinta Roja” en esa época España sostenía una guerra contra los franceses.
La iglesia siempre ha sido un referente del pueblo, y ya vamos a ella “libres” sin obligarnos a ello.
Esto me hace pensar en Manolín Ramírez que se fue de misionero a Mozambique después de ser nuestro cura durante muchos años.
Se engalanaba con banderitas pegadas a los hilos con harina.
Al lado de la carretera se hacían los ventorrillos con palmas con sus olores tan peculiares.
El olor a las tapas de carne de cochino, el pescado en mojo, las sardinas embarricadas….
Se hacía la misa y luego la procesión por todo el pueblo, pero hoy en día se ha cambiado el itinerario.
Se estrenaban los trajes que era un secreto total hasta ese día.
Tras los actos religiosos la gente se afanaba en llegar a sus casas, para atender a los familiares y comentar las vestimentas y anécdotas de la procesión.
Y cómo era mi santo, Nieves María me hacía un regalo que todavía conservo algunos y se lo agradezco en el alma.
Llegada la tarde – noche eran esperados los famosos bailes de “Las Mercedes” con la afanada orquesta de Benito “La Estrella del Sur” y la vocalista “Carmencita Morán”.
Días atrás unos carteles anunciaban con letras grandes “Sociedad Renacimiento de Mala” 3 grandes bailes 3.
Primero era el baile del asalto y luego el de la noche de pago.
Al día siguiente eran los comentarios si hubo pleitos, si vino mucha gente de Guatiza, si hubieron forasteros.
Para no cansarles ya me empiezo a despedir pero sin antes hacer una cariñosa mención.
A mis tías Mercedes y Antonia Perdomo, a mis primas las de Arrieta Carmen y Teresa que buenos ratos hemos pasado juntas.
A Elda, Pedrín, Pepe María y Boro Clavijo.
A Nena Díaz y Pedro Juan.
A mi padrino José y a mi primo Pepe Caraballo.
A mis sobrinas, mis hijos, mi madre y mi hermana Carmen, las cuales han estado a mi lado en los buenos y malos momentos de mi vida.
A mis amigas del alma Inmaculada y Milagrosa Fernández, Jacinta y Herminia Placeres e Isabel Alcázar.
Y a mi sobrino decirle que le quiero mucho.
No me gustaría terminar el pregón sin hacer una mención especial a nuestra juventud que son el futuro de Mala.
Que sepan que los apoyamos en su difícil tarea de labrarse un porvenir y que el esfuerzo del estudio y la búsqueda de objetivos en la vida les darán al final su fruto; y que siempre lleven a Mala en el alma.