PREGONES > Pregones de Yé
Buenas noches.
Antes que nada quiero agradecer que se hallan acordado de esta humilde persona para ser el pregonero de las Fiestas de San Fco. Javier.
Los antiguos pregoneros eran hombres que iban por los pueblos contando las historias de sus gentes más importantes.
Allí donde iban adaptaban la historia al sitio y al lugar. Hoy día el pregonero cuenta sus vivencias personales. La historia de su pueblo y cada pregón es diferente porque cada uno vivimos la historia de un modo diferente.
Como muchos sabrán mi nombre es Juan Carlos. Soy el segundo de 7 hermanos. 5 machos y dos hembras.
Vine al mundo un 20 de Junio en una noche fría y lluviosa y por cierto lo hice de forma precipitada ya que nací en el mismo pueblo. No quise esperar a llegar al Hospital. Mis primeros años de infancia los recuerdos con cariño. Recuerdo cuando íbamos a casa de mi abuela Claudina y nos daba chicles. Para el que no sepa lo que es, eran los garbanzos sancochados. Mi abuela metía el cucharón en el caldero y te daba un puñito. Eso era para nosotros la gloria. El potaje de garbanzos antes se hacía los domingos porque era muchas las necesidades que habían y la carne había que guardarla.
Los domingos antes era el día de fiesta y por eso se hacía lo mejorcito.
Recuerdo cuando mi madre nos ponía en un papel de afrecho un puño de gofio, una cuchara de aceite y un poco de azúcar y ¡vete que alguien fuera a quitárnoslo!
Recuerdo cuando íbamos a Órzola a casa de mis abuelos por una carretera llena de baches donde los coches iban dando saltos. Se me viene a la memoria aquellos calderos tiznados donde mi abuela, al fuego de la leña, hacía la comida. Por cierto jamás he vuelto a probar potajes más buenos que los hechos a leña.
De mis primeros años recuerdo cuando nos juntábamos Miguel Ángel, Juan Antonio, Javier, mis hermanos y nos dedicábamos a realizar casitas de barro. Nos poníamos la ropa como cristos. Cogíamos latas de sardinas, cacharros y hacíamos camiones, que eran los camiones de Marcelino.
Siempre estábamos ideando. Mi madre siempre me cuenta que un día le llené el patio de pencas.
Recuerdo que mi hermano Víctor y Juan Antonio eran ruinitos, se subían a las azoteas y por el agujero de las campanas le echaban tierra en los calderos de la gente.
Recuerdo que Andresito, Juan Antonio y Víctor, los domingos por las tardes, cogían las bicicletas de los del Puerto para tenerlas toda la semana y los viernes se la ponían en el mismo sitio para que no se dieran cuenta.
Cuando llovía por la cuesta del Tefío no había quien subiera porque era de tierra y se embarraba.
De mis años de niñez recuerdo cuando íbamos a coger pájaros a la vieja iglesia que es hoy donde esta la iglesia actual.
Antes no había más que las paredes levantadas y según me cuentan el único uso que le habían dado era cerrar los camellos de unos vendedores moros que vinieron por Ye. Saben ustedes una cosa, esa iglesia estuvo a punto de no terminarse, hubo una votación en las escuelas y recuerdo una discusión bastante acalorada entre mi tío Antonio, que defendía que la iglesia se hiciera donde estaba y el Alcalde de la época que quería que se hiciera en el club. La votación quedó empatada y el voto de mi tío Claudio decidió que se terminara la vieja.
Hubo que esperar unos años porque el presupuesto no daba. Recuerdo cuando llego la luz a Ye en 1979. Para nosotros supuso una gran novedad. Todo el día estábamos apagando y encendiendo bombillas. Mis padres nos peleaban pero nosotros como niños nos divertíamos encendiéndolas y apagándolas.
Recuerdo la primera TV. que tuvimos. Todo el día estábamos viéndola. La primera novela que vio la gente de Yé fue hombre rico y hombre pobre. La gente lloraba con las historias de Pamela, JR.
Les cuento una historia curiosa. Dicen que una señora de Ye estaba viendo la tele y había una actuación de José Vélez. Esta señora dijo: apaguen la tele para luego ponerla que a mi nieto le gusta mucho. La gente creía que apagándola, siempre estaría José Vélez.
Recuerdo con mucho cariño mis primeras partidas de cartas en el bar de Domingo. Cuando la gente se reunían y decían ¿Qué será de este pueblito cuando nosotros muramos? Seguro que Ye se perderá. Y recuerdo las sabias palabras de Maestro Andrés: el pueblo de Ye nunca se perderá; la cabra que es de risco al risco vuelve.
Recuerdo las primeras fiestas de San Francisco Javier como si fueran ahora. Recuerdo que cuando se hizo el primer asadero nos mandaban a los chinijos a pedir queso, pan y vino. La gente decía: esos no van a traer nada. ¿Quién les dará?. Pero como los niños somos un poco pillos íbamos por las casas y le decíamos a la gente, el cura don Germán dice que va a hacer un asadero y que nos de queso, pan y vino.
Cuando llegamos a lo que hoy es el club que antes eran unas escuelas teníamos dos carretillas de papas, dos o tres quesos y un garrafón de vino.
Las antiguas fiestas se hacían en lo que era el campo de recreo de las escuelas. Recuerdo que se pasaba un frío espantoso aunque lo rodeamos con palmeras. La gente traía mantas para abrigarse. Íbamos por las casas pidiendo bidones y vigas y no todo el mundo te las prestaban. Las cosas antes no eran como hoy. Una viga tenía su valor. Algunas vigas que nos prestaban había que ponerles el nombre para luego devolverlas. Con el viejo camión de mi tío Claudio, la recogíamos y las traíamos para el club. Luego íbamos con Mariano a coger las palmeras a la Hoya de la Pila y cuando teníamos todo formábamos la verbena.
Recuerdo el primer baile que se hizo aquí y la orquesta que tocaba se llamaba los “Chicaneiros” que por cierto, no querían tocar bajo el escenario porque decían que se caía. Les cuento el motivo, este club al principio lo hicieron la gente de Yé y se iba haciendo a ratos. Un día se hacía un muro, otros la pista y seguro que cuando hicieron el escenario el albañil no estaba en condiciones porque se apandó del centro y parecía que se iba a caer.
¡Cómo han cambiado las cosas! antes había que pagar para entrar a los bailes, en ese primer baile Hilario era el encargado de cobrar las entradas y mi tío Domingo era el portero. A la hora de empezar, Hilario dijo que ya se podían quitar de la puerta, que hay dinero para pagar a la orquesta. Eso quería decir que era mucha la gente que vino.
Para hacer las primeras fiestas se le pedía dinero a la gente. Recuerdo que se mandaron unos sobres para Arrecife. La gente daba lo que podía.
Recuerdo el primer Play-Bach que se hizo en este pueblo y aunque ustedes no lo crean era con gente de Ye. Recuerdo que mi hermana Mari-Trini y Juan Antonio cantaban sopita de amor y bota bota, la pelota loca. Mi hermana Sarita cantaba.
La encargada de ensayar ese Play-Bach era Marianela que pasaba unos trabajos enormes porque los chicos no le hacían caso. En esas primeras fiestas se hacían unas grandes luchadas cuando Lito Figueroa, un hijo del pueblo, era el puntal del Unión Norte y su hermano Jesús Manuel. Era un hombre que empezaba a despuntar. Las fiestas se fueron consolidando hasta convertirse en lo que hoy son.
Recuerdo cuando hicimos la primera romería y decidimos hacerla a las seis, que como ustedes saben a esa hora ya es casi de noche y le pusimos la “romería del farol”. Se me viene a la memoria el recuerdo de mi prima Yoli que me preguntaba ¿primo y tú crees que vendrá alguien? Recuerdo que al día siguiente ella estaba muy feliz y me decía: primo, tenemos que hacerla todos los años igual.
Aunque no sea el momento y la ocasión me gustaría que se siguiera respetando su memoria.
Voy a contarles una anédocta muy curiosa, saben ustedes que estas fiestas que se hacían las organizaba don Germán, el cura, y recuerdo cuando a través de un altavoz de campana decía o aparecen los alicates o aquí no hay fiesta.
Mi primer trabajo era venderle vino a mi tío Antonio en los almacenes de Ramírez que recuerdo tenían unas letras grandísimas que cogían toda la pared. Recuerdo que mi primo Javier y yo cogíamos unas cogorzas de vino moscatel y luego le comprábamos chocolate y cacao a Nieves y lo regábamos por las calles. Yo me ponía sobre una peña y me ponía a cantar para que mi tío Antonio no se enterara. Vendíamos el vino un poco más caro y recuerdo que los extranjeros decían “mucho caro”.
El primer sueldo que yo cobré fue 500 pesetas con doña Nieves cortando uvas.
De mis primeros años de trabajo en la bodega de los Almacenes recuerdo que era encargado Frasco y yo estaba vendimiando y vino Juan Perdomo y me dijo: Frasco que cargas pocos cacharros, lo que quería decirle es que me anduviera más presto. En aquellos años, las cosechas eran bastante importantes. Una parte se la vendíamos a Luciano Socas como uva fresca y el resto lo pisábamos en los Almacenes. De aquellos años recuerdo una gran cosecha donde llenamos todos los tanques y el resto lo pusimos en barricas. Ese año cogimos aproximadamente unos 50.000 litros, aparte de la uva que vendíamos fresca.
Ese año paso una anécdocta muy curiosa, cuando terminamos de de pisar había que lavar la tanquilla del vino y Juan Betancort se empeño en que él la lavaba. Nosotros le dijimos que había que esperar unos días por los gases pero él se empeño y se metió. Menos mal que acudimos a tiempo y lo sacamos por los pelos porque ya se estaba asfixiando.
Es cuento algo que a mi me ha sorprendido. Hablando con mi tío Antonio me he enterado que los Almacenes son más viejos que la Torrecilla.
Dice que el primer lagar que había lo tenía Don José Domingo en los Almacenes. Luego se hizo la Torrecilla y se montaron las bodegas abajo y los Almacenes quedaron como cuartos de aperos y cuartos de animales.
Comenta mi tío Antonio que los cuartos de Mariquita existen desde hacen muchos años y lo que hoy son las bodegas de los Almacenes eran gallanías de camellos.
En aquella época las miserias eran grandes. La gente trabajaba de sol a sol y al fin de semana les pagaban con dos o tres perras. Un poco de gofio y fruta pasada.
Este pregón lo he escrito sentado en mi viejo escritorio, aquel viejo escritorio en el que a la luz de una vela blanca aprendí mis primeras letras en el que a la luz de la vela blanca hice mis primeros estudios.
Sentado en este viejo escritorio se me viene a la memoria los grandes momentos pasados con el amigo Miguel, con el amigo Daniel, con la prima Yoli y con todos los que hoy siguen celebrando las fiestas con Pedro en el cielo.
Estoy seguro que el amigo Miguel estaba presumiendo del pueblo de Ye, que Daniel estaba sirviendo copas al que quiera beber y que la prima Yoli estaba vistiendo a todos de romeros para vivir las fiestas.
El amigo Miguel seguirá con sus chascarrillos divirtiendo a todo el mundo y hasta Dios ya sabe donde esta Ye.
Quiero terminar este pregón agradeciendo a mis padres los esfuerzos realizados para sacar adelante a sus 7 hijos. Ellos han pasado verdaderos trabajos. Han conocido la miseria, saben lo que son las necesidades, pero voy a decirles algo de nosotros, a sus hijos nunca nos ha faltado la comida. Antes, en mi casa no había ni luz, ni agua, recuerdo cuando en la carretilla íbamos a buscar las lecheras a casa de Nieves.
Recuerdo las noches en vela de mi madre pensando que mi padre estaba pasando trabajos en alta mar y era la época en que los moros se dedicaban a tirotear los barcos.
Cuantos trabajitos se pasaron cuando llovía, se mojaban los pañales y no había para ponernos.
Las casas se mojaban y había que rodar las camas cuando escampaba, llovía más dentro que fuera.
Había que hacer hogueras de leña que luego se metían en un cacharro para calentar las habitaciones.
A pesar de los trabajitos y de las miserias, nos hemos criado felices. Los hermanos siempre estamos unidos y mis padres son nuestros dos tesoros.
Ya para terminar quiero traer al recuerdo a todos aquellos hombres y mujeres que han vivido con nosotros las fiestas de San Francisco Javier. Hoy desde el cielo seguro que estarán viviendo con nosotros estas fiestas.
Me gustaría acabar con una cita literaria:
“Hemos aprendido a volar como los pájaros
a nadar como los peces;
pero no hemos aprendido los más sencillo
a querernos como hermanos”.
FELICES FIESTAS DE SAN FRANCISCO JAVIER