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Pregones
de Yé
Buenas noches.
Señoras, Señores muy buenas noches.
Yo creo que para la mayoría del personal no hace falta que me presente, que ellos todos me conocen.
Bueno, mi historia es la siguiente: nací en un sitio que se llama el Cerradero, a los tres días de haber nacido, mi padre fue movilizado para la guerra y me llevaron para el Tefío. De aquí me fui a las Hoyas, allí estuve un par de años, mientras era pequeño, y luego me llevaron a Órzola con mi tía, que el marido estaba sirviendo en Orzola y fui para darle compañía.
¡Qué témpano era que en aquel entonces! yo no sabía que las naranjas se pelaban. Los padres le tenían mucho miedo a los dueños y él se marchaba con las peonas y peones para la finca. Yo me quedaba allí, me metía en el naranjero, me llenaban los bolsillos de naranja y yo jamás en la vida pelé una porque pensaba que no se pelaban y me las comía y mi padre no hallaba rastro porque no había cáscara ninguna, me las comía todas.
Bueno, entonces me trajeron para Yé, para ir a la escuela, donde pasé toda mi juventud, estuve aquí hasta los 25 años. Trabajé en Las Palmas, en Arrecife cuando se hizo la barriada de las casas baratas de Valterra, luego me fui nuevamente a Las Palmas a trabajar y vine para la Graciosa y de ahí, me fui nuevamente para Arrecife a trabajar en una empresa. Estuve 35 años si no es feo decirlo como encargado general, los 35 años. Y desde allí, para acá otra vez. Pero a mí, normalmente, lo que me gusta es el campo, la pesca y toda esas cosas. Aunque la pesca, es algo, que da muy poco resultado, no da para la gasolina, pero bueno, ese es mi capricho y en fin, ahí estamos.
Pues aquí también se pasaban buenos ratos con los bailes de candil, timple y guitarra. Los hombres cantando, las mujeres contestándole, eran unos bailes de mucho cuidado.
Y un cuento que me hicieron, que ese ya no lo vi. Pero creo que fue cierto, porque me lo decían la gente vieja, La gente mayor no, vieja. Vamos a dejar la palabra de viejo por gente mayor, porque es más bonito. Y había un moreno, bastante parecido a un negro, y ella le cantó un cantar como un desprecio. Un desprecio porque era negro y a él le molestó bastante contestándole rápidamente.
“Soy porque Dios quiso
porque Dios lo quiso ser
negro tienes tú el conejo
y yo me muero por él”
Bueno, pues ahí no queda la cosa. Los chicos, cuando íbamos a los bailes, en el tiempo de la miseria, solíamos ir a robar para comer en la época de los higos, a la Vega Grande, a las dos o tres de la mañana. Y los de mi edad que no digan lo contrario, porque fueron conmigo.
¡Y qué decir del cuarto de baño! Este, antes era un corral de piedra y el papel higiénico era piedra o un caroso, eso lo usábamos las mujeres y los hombres, que no vayan a decir que no que era la verdad, hoy se lo contamos a nuestros hijos y le tienta la risa.
Trabajaba de albañil y los trabajos en los pueblos consistía en hacer una habitación o corral de cabra con piedra y barro. Se trabajaba de sol a sol y se terminaba rápido.
Pero, una vez fui a trabajar debajo del Risco en una zafra y el encargado, como los chicos no sabíamos coger sal, nos ponían a juntarla con las carretillas y por la tarde, cuando soltábamos, no hacía falta que nadie nos dijera nada, que nosotros íbamos reuniendo paladita a paladita, para cuando se mataba un cochinito, una vez al año, o traer una manadita de leña para que la madre hiciera la comida, porque eso de cocina de gas o eléctrica, era cosa de la China.
Los sábados y los domingos no hacía falta que la madre dijera: ir a buscar leña. Nosotros, los mayores, íbamos con la soguita, al Risco o al malpais a buscarla. Y eso si que eran trabajo, lo que pasa que estaba uno habituado a esos jaleos, a esa cosa, que uno no lo extrañaba. ¡Qué nos iba a extrañar! Si ya estábamos habituados.
Nosotros teníamos un equipo de fútbol y la altura de la portería era nuestra altura con los brazos en alto, cuando pasaban por encima de nuestras manos, ese no valía. En las noches de luna, nos pasábamos 25 o 30 goles cada uno y estábamos hasta la once o doce de la noche descalzo. Se jugaba descalzo, luego ya vino la cosa un poco mejor y nuestras madres nos compraron unas zapatillas blancas. La gente no estaba de acuerdo, porque a veces nos mandaban en la canilla y veíamos todos los santos del cielo pero tenía la ventaja de darle más fuerte a la pelota.
Así, aunque le digamos esto a los jóvenes, nos dirán que es mentira, que no sabíamos que las naranjas se pelaban, que salíamos del baile e íbamos a comer fruta, que en el tiempo de los higos picones lo comíamos a cualquier hora del día o de la noche.
Pues sin nada más que decirles. Con todo esto me despido y para no seguir contándoles más miserias.
Bueno, gracias por su atención y buenas noches
Felices Fiestas