PREGONES > Pregones de Yé
Buenas noches.
Sr. Alcalde, como pregonero de las fiestas del pueblo de Yé San Francisco Javier 2013, ante todo quiero agradecerle la presentación que me ha hecho de lo que ha sido un poco el recorrido y avatares de mi vida, también me dirijo a usted con todos mis respetos, para manifestarle que, con su presencia en nuestras fiestas, contribuye a enriquecernos y estar más unidos, muchas gracias señor alcalde.
Señoras y señores, ahora con gran honor me dirijo a ustedes, y al pueblo de Yé, para explicarles lo que será mi pregón, y digo explicarles porque no traigo más que esta simple hoja de libreta, donde únicamente traigo unos apuntes como referencia que me darán la inspiración e improvisación de lo que será mi pregón, pero ustedes no se preocupen, ya que esto es como un piña que yo iré desgranando millo a millo.
Como ya ha mencionado el Sr. Alcalde, soy Jesús Delgado Barrera, nacido en el pueblo de Yé, hijo de Manuel Delgado Socas, (conocido como Manuel “el Rubio” y Florencia Barrera Betancort, soy el décimo de once hermanos, y casualmente también soy el décimo en dar el pregón de estas fiestas, coincidencias de la vida. Muchos se preguntaran ahora mismo como es que habiéndoseme presentado como Jesús todos me conocen y me llaman Julián, pero todo tiene una explicación, y es que, mi padrino de bautizo fue Julián Dorta, y como mi madre ya me había inscrito en el Ayuntamiento con el nombre de Jesús, el día de mi bautizo en la iglesia me apuntó como Jesús Julián en honor a mi padrino, de ahí lo de Julián, nombre con el que se me conoce, y como no podía ser menos, no me puedo olvidar de nombrar a la que fue mi madrina de bautizo, Carmen Perdomo, conocida por todos ustedes y la cual se encuentra presente en este acto ahora mismo.
Viví en el pueblo de Yé
hasta los cuatro años de
edad, donde mis padres,
mis hermanos mayores, y
el más pequeño que yo,
que se llama Florencio,
nos trasladamos al
Tablero a la zafra del
tomate , aunque por lo
que me han contado mis
hermanos mayores,
anteriormente mis padres
primero estuvieron en
Órzola en el cortijo de
Don Juanito Curbelo,
donde mi padre trabajó
como encargado, y donde
puso en la casa del
cortijo una cantina para
vender el vino y donde
se organizaban los
bailes. Después estuvo
con Don Mariano y Don
Isidro también de
encargado y más tarde
con Doña Margarita
Barreto en la época de
Pedro García, sin duda
alguna fue un hombre
como ejemplo a seguir en
aquella época. Ya
viviendo en el Tablero,
mi madre me llevó para
apuntarme en la escuela,
recuerdo que la maestra
era no muy alta, delgada
y con el pelo rizado, lo
que no recuerdo es de
donde era pero sí que
era muy buena, recuerdo
que mi madre me hizo un
bultito de tela que se
cerraba con un botón
donde ponía la cartilla,
la libreta y el lápiz, y
me lo ponía cruzado
encima de la camisa de
manga baja a rayas con
el pantalón de pana azul
marino a media canilla y
con unos tirantes que el
pantalón me aguanto todo
lo que estuve en la
escuela. Yo era rubito
como mi padre, aunque él
tenía los ojos azules,
recuerdo que cuando
volvía de la
escuela mis hermanos
hacían fiesta conmigo
porque me preguntaban
-¿a ver qué es lo que
has aprendido hoy? a lo
que yo alegremente
respondía a, e, i, o, u,
y ellos decían muy bien,
muy bien, hasta que fui
avanzando y llegué a la
ta, te, ti, to y me
decían; -¿por dónde vías
Julián?, por la to de
tomate, y lo repetían
una y otra vez, por
dónde vas Julián por la
to de tomate, tomate,
tomate, tomate, y me
pegué una zafra entera
en el tomate. Vivíamos
en el pueblo del Tablero
en las casas de los
abaceros, recuerdo que
la nuestra era la última
de abajo pegada al
barranco por donde
pasaba una acequia de
agua donde mi hermana
Emilia lavaba la ropa y
donde a veces se cortaba
el agua y se quedaba a
medio lavar, más abajo
por el mismo barranco
había una casa vieja que
tenía unas pencas indias
que echaban unos higos
indios hermosos, un día
me pegué una planchada
de higos como nunca, y
al día siguiente me fui
para el barranco como de
costumbre y estuve como
una gallina que no sabía
dónde poner el huevo,
agacha y levanta y cada
vez más apurado, salí
corriendo para mi casa y
mi madre desde que me
vio me dijo,- ¿qué te
pasa?-, y yo, me duele
la barriga, estoy
estreñido, y ella -¿
pero qué comiste?-, y yo
le dije -que me harté
de higos indios,
recuerdo que dice, ¡tú
lo que estás es tupido!,
se fue para un cajón que
tenía en los
archipenques y sacó una
pera de goma, yo no sé
si le echó agua caliente
o aceite, y me dijo
-quítate los pantalones
y ponte en la cama hacia
abajo-, cuando me estaba
poniendo la yuda yo
pensaba "esta pera era
para esto, y yo que la
iba a coger para jugar a
la pelota", cuando
terminó de ponérmela me
dice; -¡corre, corre
para el barranco!, y yo
salí dando saltos con el
culo al aire y lo que
hice fue meterme en la
acequia diciendo que
alivio, el culito
fresquito, más abajo
lucía una mujer lavando
la ropa, según terminé
salí corriendo para mi
casa porque digo cuando
le lleguen las granaas
se le va a teñir la
ropa, menos mal que ese
día no corte ron el
agua. Al día siguiente
la camisita de rallas,
los pantalones de pana
con los tirantes, el
bultito cruzado y pa la
escuela, hasta que paró
lo de la zafra del
tomate y aprendí la
cartilla de carretilla y
se acabó lo del tomate.
Pasan los años y regresamos a Lanzarote, nuevamente al pueblo de Yé. En la casa de mis padres aparte de la cocina donde comíamos, donde recuerdo que había otro cuarto con unos teniques donde mi madre guisaba la comida con leña, también había una cocina de mecha y una cocinilla de fuelle donde calentaba el hierro de planchas, el farol y el quinquel, que funcionaba con petróleo el cual me mandaba mi madre a comprar con la botella de 3/4 a la tienda de Nieves que muchos recordarán, donde Nieves tenía aquellos bidones que funcionaban como una especie de reloj donde le daba a la manivela a la medida exacta y vaciaba el petróleo en la botella, también teníamos al lado de la cocina el gallinero, el corral de la burra blanca que era grande como una yegua, luego el corral de las cabras, el traspatio con la pila de lavar la ropa, el corral del cochino y otro corral para el estiércol, y todo esto pegado a las escuelas de las niñas a las que les daba clase la maestra Doña Carmen Toledo, solo nos separaba un pasillo, por el otro lado teníamos un almacén de los antiguos con las cosas del campo y la entrada para el trajín de la casa y también un pajero de palote y paja cuando se trillaba con las burras en la era que está delante de la casa de Doña Concha que está un poco antes de la esquinita y el pajero lo ponía por donde tiene mi hermana Obdulia y mi cuñado Pancho la casa y el huerto con la higuera, también tenían varios pedazos de tierras según me han contado mis hermanos mayores mis padres tenían la casa mucho antes que las escuelas, aunque yo siempre las he conocido aquí, las escuelas estaban antes frente de la casa de Filomena donde después estuvo la iglesia, mi hermana Obdulia tiene 79 años y estuvo en esas escuelas con Doña Carmen Toledo, la maestra de Yé.
Luego mis padres cogieron las tierras de medias de Don Juanito Curbelo en Vega chica y plantaron todos los paredones de tabaco, era la época del tabaco, luego se iba limpiando, se cortaba y se colgaba en los paredones para que se secara y luego se recogía por la mañanita que estaba amoroso y lo llevábamos a un almacén que tenía Don Juanito Curbelo por la parte de atrás de la bodega pegado a Doña Pepa y se espalillaba, que consistía en quitarles las hojas grandes de tabaco y luego se manillaba, que era hacer como unas especies de escobitas que se amarraban con una hoja de tabaco y luego se iban colocando y haciendo un pilón en forma de pajero para que se fueran prensando las hojas y el resto de las hojas del tabaco pequeño que quedaban era el bote que empaquetábamos en fardos sueltos y algunos echándose alguna tapa con la piedra cerda. Mis padres también tenían las tierras de La Hoya la pila que era de Don Luis y Candelarita que era hermana de Doña Juliana la mujer de Don Juanito Curbelo.
Don Juanito Curbelo tenía la casa en Las Rositas frente al camino viejo que estaba al lado del cercado el Cojo, la casa estaba donde a día de hoy es la casa rural o finca la corona. Luego mi madre me apuntó en la escuela de los niños, que el maestro era Don Juan González, más tarde estuvo Don Raúl un tiempo creo que mientras hacía la mili Don Juan, hasta que la terminó y volvió, recuerdo que todos los días en la hora del recreo que estaba donde está ahora mismo la cancha de bolas que incluso tiene el mismo baño del recreo y parte del salón y la otra mitad era de las niña s, jugábamos al fútbol y el maestro Don Juan jugaba con nosotros poniéndose siempre de portero, pero a mí lo que más me gustaba por las mañanas antes de ir a la escuela era ponerme el pantalón de peto que me hizo mi madre, que eran los pantalones de batalla que no se rompían nunca ya que mi madre los había hecho un remiendo reforzándolos por el culo, cogía un cacho pan y lo untaba con manteca que tenía mi madre en un tarro de cuando mataba el cochino, sacar la burra blanca ponerle las albandijas y las alforjas la arrimaba a la pared y me montaba le daba dos palmaditas en el lomo, la sacudía un poco y eso corría como un caballo y marchaba para la Hoya de la pila y parecía Curro Jiménez, cuando llegaba la amarraba a la pared cogía la hoz que era curvada empezaba a cortar cebada o chicharetas y las iba metiendo en las alforjas hasta que las llenaba y volvía a montarme en la burra con las alforjas llenas y al galope todo el camino por la carretera que era de tierra, llegaba a mi casa con las alforjas todas tiradas amarraba a la burra e n el corral y le echaba un paño de paja luego le echaba de comer a las cabras que ya mi padre las había ordeñado de madrugada entraba corriendo en la cocina calentaba una taza de suero hirviendo para que el gofio hiciera pelotitas me mandaba la taza de suero me quitaba el pantalón de peto me ponía ropa limpia y las alpargatas nuevas cogía las cosas de la escuela y pá ya iba, a veces llegaba tarde pero Don Juan no me decía nada porque sabía el trajín que aquello tenía pero aún así me sabía todas las cordilleras y los ríos, Guadalquivir, El Duero, El Miño, El Tajo, el Ebro, era bueno en historia y geografía y después no sabía dónde estaba la fuente de Chafan' que estaba en Tabayesco. También recuerdo que el maestro y su mujer Doña Urbana Robayna iba casi todos los días de tertulia a la tienda de Nieves que era casi enfrente de las escuelas.
Pasé la mitad del tiempo en la escuela y la otra mitad cuidando las cabras, mi madre me ponía un puñado de higos pasados o porretos que tenía en un barrica prensados que estaban azucarados, un cacho queso duro, unas papas menudas sancochadas con mojo una botella de agua y yo cogía un zurrón que tenía mi padre y lo llenaba con gofio en polvo, lo amasaba y le picaba el queso, y también a veces un cacho de jarea cruda porque me gustaba asarla con la leña mientras cuidaba a las cabras, lo metía todo en un saco y en una mochila que también me hizo mi madre a juego con el peto, cogía un palito que me había hecho mi padre con forma de garrote y a cuidar las cabras, según como estuviera el día, unas veces iba para La Corona y la recorría entera u otros me iba para La Vega, fuente dulce o fuente salada o al valle grande de Don Juanito Curbelo que llegaba hasta el cortijo de Órzola, también me gustaba ir por la batería desde el vallito hasta los tablones y contemplar todo el paisaje del Roque, la Graciosa, las salinas de Bajo Risco que eran una maravilla y los polvorines de los soldados que era donde yo me sentaba para visualizar todo aquello y donde se veía alguna vez pasar algún barquito de vela que pasaba por allí, mientras observaba todo aquello cogía mi mochila y preparaba toda la comilona y después con la morriña que me entraba que hasta dormido me llegué a quedar y cuando me despertaba allá a las mil y quinientas y cabras ningunas, solo veía el guirre que se posaba todos los días en el mismo palo de teléfono que parecían centinela y que tenía controlado más o menos la hora de la comida, me hacía compañía que cuando no iba hasta lo echaba de menos, salía corriendo a ver si pillaba a las cabras pero que va, no las encontraba por ninguna parte, iba corriendo pá mi casa a mirar en el corral y tampoco, ya con el desespero y los nervios me iba pá mi casa y mi madre; que te pasó, y yo, que se me perdieron las cabras, y allá iban mis hermanos y mi padre a buscarlas, menos mal que siempre las encontraban. . Aunque nunca aprendí a ordeñarlas por mucho que lo intenté siempre terminaba comiéndome el zurrón de gofio con agua porque no había manera ni aún habiéndome fijado como lo hacía mi padre cuando madrugaba con él y le ayudaba a mantener el farol.
Otras veces íbamos a comer moras a Las Rositas a un moral grande que tenía Don Juanito Curbelo en el arenado de al lado de la casa, nos encaramábamos arriba y nos sentábamos a comer moras.
Recuerdo una anécdota que le sucedió a mi hermano pequeño Florencio, y es que un domingo en misa en la iglesia que estaba en frente de la casa de Felumena y el cura era Don Enrique, en el momento de comulgar se alonga mi hermano con otro chico por la ventana y gritan; ¡mira el cura repartiendo caramelos!, y se echaron a correr.
Mi madre plantaba calabazas en Vega Chica para luego hacer dulces, también hacía tortas de millo que a veces estaban duras que se te ponían los dientes brillantes con las tortitas de millo, pero aún así a mi me gustaban, lo que no recuerdo bien si las guisaba en los teniques o en la panadería de Don Luciano, marido de la maestra Doña Carmen Toledo. A veces mi madre tostaba el millo en un tiesto que tenía, y a veces me mandaba con la burra blanca a moler el gofio en la molina de Máguez que estaba enfrente de la tienda de Cejudo, y mientras yo esperaba en casa de mi hermana Florencia que vivía en Máguez en unas calles más atrás de la molina desde que se casó con mi cuñado Angelito que era el cobrador de las guaguas, otras tardes esperaba en la carretera a Don Rafael Ramírez que pasaba en el burro con la escopeta atravesada, el corcho, el hurón y el perro de caza que se llamaba Tari dirigiéndose a Vega Chica y al cerradero a cazar y me llevaba a mí para que le llevara el hurón o traer los conejos que había cazado, cuando terminábamos me daba dos o tres pesetas que yo guardaba para poder ir al cine, eso era como un día de fiesta, recuerdo que había una pizarra con un cartel donde anunciaban la película , lo ponían colgado en la cantina de Guillermo que estaba pegado a la tienda de Nieves, que estaba lo que llamábamos la carretera. El cine era en un salón en la misma casa donde tenía Luciano Rodríguez la panadería, que era en la calle de enfrente donde estaba la iglesia. Don Luciano era un hombre muy trabajador que además de la panadería, también echaba el cine y compraba tabaco, papas y las cosas para los campos, a veces ponía los fardos de tabaco pegado a la pantalla del cine, el día de la película llegaba ponía el motor en marcha, entrábamos y encendía las luces, me acuerdo que era una película del oeste, la sala se llenaba aunque no era muy grande, cuando llegábamos al descanso de la película cuando los soldados estaban persiguiendo a los indios en los caballos y Don Luciano medio endormitado tenía que cambiar la cinta para poner la segunda parte y ponía la cinta del revés y todos le gritábamos; Don Luciano que los caballos van corriendo con las patas pal techo y los soldados y los caballos llevan la cabeza y las plumas del revés, y Don Luciano se levantaba riendo y todos nos reíamos, y el hombre a la mañana siguiente se levantaba a amasar pan, era muy buena persona y muy campechano.
En otra de mis batallas con la burra blanca cuando me dirigía como un jinete rumbo a La Hoya La Pila con la carretera de tierra a la altura de la casa de Juan el majorero antes de llegar a la casa del señor Marcos, la burra resvaló fundando las rodillas en el suelo y aunque se levantó rápido yo me estampé contra el cogote de la burra y me relingo al suelo, salí rodando y me enterregué todo, el pantalón de peto que me llegaba a las rodillas estaba intacto, aunque yo tenía algunos rasguños en los codos y los brazos, me levanté, eché la burra pá la pared, me subí en ella y a correr a buscar la comida pá las cabras y la burra cargada como en las películas del oeste, y que alguna vez también quedó con las patas pal techo como las películas de Don Luciano, llegaba a mi casa y mi madre preocupada al verme las magulladuras preguntándome que me había pasado y yo nada que la burra resvaló y me tumbó, y ella decía eso te pasa por llevar siempre a la burra corriendo, vete lávate los brazos y la cara en la palangana de pisa(que ya estaba media escascarada), cámbiate de ropa y vete pá la escuela, porque mi madre quería que yo estudiara hasta me apuntó en la escuela por las tardes, recuerdo que también estaban Ginés Perdomo y Manolo el de mi tío Policarpo.
También estaba en el Tefío la cantina de Domingo Perdomo enfrente de la tienda de Guadalupe, estaba el casino donde hacían el baile de timple y guitarra y yo ya estaba surrusquiándome por los bailes, ya me estaba goliendo a moñigo, yo creo que ya tenía la cocina ahumada, una noche en el baile junto con Santiago El rubio que era mi padrino de confirmación, que I? justaba más la fiesta que comer como sabía que desde chico yo me echaba algún cante que yo había aprendido de escuchar mientras cuidaba a las cabras en la Corona a mi primo Juan José , hermano de Domingo y Claudio Figueroa cuando se ponía a cantar en Guatifay con aquel pecho y aquella voz que tenía, esa noche Santiago el rubio me dijo; ven para acá ahijado canta unas folias y me sentaba en la rodillas y canté aquella folia que decía así; Esta noche vengo al baile pero vengo de otros modos a ver si me das el sí o me olvidas del todo. Luego salía del baile y seguía por allí saltando, venía mucha gente de otros pueblos al baile de Yé, estaba todo el pueblo arrequintado de vino y las bodegas llenas, era raro que no hubieran discusiones o algún pleito, de hecho Yé era el pueblo del municipio de Haría con más viñedos y bodegas, estaba la bodega de Don Rafael en Los Lajares, la de Don Luis detrás de La Corona, el de La Hoya La Pila, La Torcilla, los Almacenes, la de Don Juanito Curbelo pegado a Doña Pepa, el lagar de Betancor que estaba pegado al almacén que le decían la carpintería donde arreglaban las barricas, más las que se hacían en las casas, casi todo el pueblo tenía vino y en la época de la vendimia cargaban la uva para las bodegas en cajas con los camellos y estaban varios meses vendimiando, me acuerdo que pasaban los camellos cargados de uvas y le decíamos a los camelleros; danos un racimito de uvas. Éramos un pueblo muy pequeño pero con casas muy grandes, fue un pueblo de movimiento en su época y de tener en cuenta en su historia.
Según me cuenta mi cuñado Francisco Perdomo conocido como "Pancho" que estuvo trabajando en las salinas de Bajo Risco donde eran 22 salineros sin contar los que iban a cargar los barcos de sal, y todos eran del pueblo de Yé, bajaban y subían el risco todos los días por el camino que estaba al lado del morro el viento que daba directo a las salinas, siendo la mejor sal de Lanzarote, sin contaminación alguna, por ello toda la gente la quería, por su ubicación ecológica debajo del risco en el río de la Graciosa. Esta es otra de las cosas de la memoria y la historia de este pueblo, Yé, y del que no se si algún gobernante se ha interesado por su restauración, porque es parte del encanto y la esencia del Mirador del Río, y de la cual César Manrique en su día vio como parte de las vistas del Mirador del Río por su belleza y contraste en el entorno.
Como ya mencionó anteriormente el Señor Alcalde, viví en este pueblo hasta los catorce años, edad donde nos trasladamos para Arrecife, a partir de esta etapa me aficioné al deporte del boxeo, participando en varias veladas organizadas por las fiestas de San Ginés, fue en la época de Felipe Callero, conocido abogado a día de hoy y de Juan Hernández el de Aluminios Herni conocido por "Juan el Dinamita" que participó en campeonatos de España. En ese transcurso fui al cuartel a Hoya Fría en periodo de instrucción luego hice la mili en Arrecife de chófer para llevar a los mandos cuando salían, aunque especialmente estaba en economato y la cocina para traer la fruta todos los días. En el transcurso de la mili fue cuando conocí a Mari Carmen, mi mujer, empezó la cosa cuando yo iba a buscar la fruta, siempre íbamos tres, y como yo era el chófer me quedaba fuera o por allí mirando, la frutería estaba en la C/García Escámez que era de los hermanos Duarte y ella vivía arriba de la frutería y a veces yo la veía cuando bajaba a comprar a la frutería o limpiaba la escalera con aquel pelo que le llegaba por la cintura y yo decía, que chiquita más guapa, y alguna bobería que también le diría alguna vez hasta que empezamos a salir, íbamos al parque, al cine, o a dar una vuelta, lo típico de una pareja de aquella época. Terminé la mili y al tiempo tuve la suerte de conocer a Don Carlos Manrique y empecé a trabajar con él, era muy buena persona, muy correcto, educado y caballero, en aquel entonces la nave estaba donde era el Seven Up hasta que luego nos pasamos a dos almacenes en Titerroy y a una casa que tenía en la C/Río de Oro, donde tenía el vino, era representante de marcas punteras y conocidas, pasan los años y le comunico a Don Carlos de que me iba a casar a lo que él me preguntó si necesitaba algo, y yo le contesté que la madrina ya la tenía, que era Luz Marina una tía de Mari Carmen pero que todavía me faltaba el padrino, a lo que él no dudó ni por un momento en ofrecerse, recuerdo que me regaló una nevera que yo le había dicho que me faltaba cuando me preguntó qué era lo que necesitaba para mi casa, el tenía mucha confianza conmigo, me trataba como a un hijo, trabajando con él fue cuando me saqué el graduado en la escuela de la marina de adultos, donde iba a clase por las tardes. Pasan los años y uno se independiza pero quedando una gran amistad y un buen amigo. En el año 1981 estando mi hermano Florencio en el cuerpo nacional de policía hice una solicitud la cual me vino aceptada y a la que finalmente no me presenté.
Señor Alcalde me dirijo a usted para decirle que me gustaría que le sirva de orgullo y ejemplo la Historia y el bienestar de nuestro pueblo, recuerdo que un día le dije que habían estado muy bien las fiestas de Yé, y usted me contestó; "las fiestas no las hace el Alcalde sino el pueblo que es el que participa", y yo le digo que tiene razón pero que el que usted muestre su presencia también es una señal de cercanía y unión al pueblo. También le comenté que el Centro de Cultura del pueblo no debía cerrarse ya que había tenido una trascendencia importante para el pueblo, a lo que usted me respondió públicamente que haría todo cuanto estuviera en su mano para que siguiese abierto porque es el único sitio que tiene el pueblo para reunirse y distraerse, y es que este pueblo en aquella época llegó a tener dos comparsas y por los carnavales participaban varias parrandas de timple y guitarra tocando por las casas y por la carretera que era entonces de tierra y en la cantina de Guillermo que era donde en la actualidad tienen la casa Tito y Araceli, la gente se ponía a jugar a las bolas y las parejitas paseaban desde casa Carmelina hasta la esquinita, los chicos jugábamos a la tangara y después íbamos a la Cantina de Guillermo y nos echábamos un vaso de agua moya, era en la época de Doña Carmen Toledo la maestra de Yé. Hubo una época que quisieron tirar todo el interior de la escuela y Doña Carmen se opuso en rotundo y luchó para que no se tocara su casa porque sabía que la finalidad era para montar un bar y verbenas y que así se perdería gran parte de las memorias e historias de este pueblo, aunque finalmente no lo consiguió, la prueba de lo que ella decía era cierto, un claro ejemplo es el cartel que está fuera del centro cultural donde la palabra bar es casi más grande que la placa donde pone Centro Cultural de Yé. Tengo entendido que se le respetó su casa en su día por ser quien era, pero lo que no consigo entender del todo como es que sin embargo no se le ha hecho un reconocimiento oficial en el pueblo por lo que fue, porque Doña Carmen Toledo dio clase en Yé a muchas madres, hijas y nietas en Yé, por eso muchas madres llamaron a sus hijas Carmen, en honor a la maestra, como es el caso de Carmelina. Se está luchando para mantener la tradición de los pregones en las fiestas de Yé, y me parece muy bien porque a los pregoneros se nos brinda la oportunidad de contar nuestras vivencias y la de nuestros antepasados y compartir los recuerdos que cada uno de nosotros tenemos y así poder revivir las memorias e historias del pueblo y que las nuevas generaciones desconocen, y que a nosotros mismos nos gusta recordar. La verdad creo que Doña Carmen Toledo se merece ser homenajeada de manera que quede reflejada la gran labor y la importancia que tuvo en este pueblo en aquella época, y es que Doña Carmen Toledo y su familia tenían tres pilares fundamentales en el pueblo de Yé e incluso en todo el municipio de Haría, ya que además de que ella se encargara de enseñar a los niños del pueblo, su marido aparte de la panadería también se encargó de mantener la cultura del cine por todos los pueblos del municipio y también disponían del único teléfono público que había en todo el pueblo. Al igual que en Arrecife la escuela situada en la zona del lomo lleva el nombre de Nieves Toledo en honor a una maestra que al igual que Doña Carmen, ejerció una gran labor y también marcó parte de la historia de esa escuela que en ese momento se la conocía como la escuela del lomo, y en la que dicha maestra era hermana de Doña Carmen, la maestra de Yé. Creo que Doña Carmen también se merece dicho reconocimiento, en el que seguro habrá miles de maneras de hacerlo, perfectamente se podría restaurar su casa, que también fue la escuela para muchos de nosotros, se podría hacer como en muchos museos y se podría llamar "Centro Cultural Carmen Toledo" y que nos mostrara y nos trasladara a aquel entonces, a aquella entrada donde se encontraba el único teléfono público que se encontraba en todo el pueblo y en la que había unos sillones en los que la gente se sentaba para hablar por teléfono, un poco más adentro se encontraba el piano que Doña Carmen tocaba y al final del pasillo se encontraba la cocina que tenía una campana con la chimenea y una cocina de hierro antigua muy bonita, luego estaba el patio donde había una destiladera de agua con la talla. Incluso se podría hacer una exposición con libros y con fotos, como la que yo he presentado esta noche y que todos los aquí presentes han podido ver, y que, como al igual que yo, habrán muchos más que también tendrán fotos en esta escuela, en este lugar que marcó parte de la infancia de todos los niños que aquella época pasamos por ella. A mí personalmente me enorgullecería que se llevara a cabo, y seguramente a su familia también, como a su hija Juanita María Rodríguez Toledo, a la que se le propuso que fuera ella la que realizara este pregón a lo que dio las gracias y la llenó de orgullo y honor poder tener el reconocimiento del pueblo que la vio crecer, y que yo también recuerdo, era una señorita delgada con un enorme perro blanco y canelo como un San Bernardino, pero ella consideró que realmente ese reconocimiento lo merecía su madre, y que en nombre de ella se conservara lo que fue parte de la historia de Yé, y entonces así sí que podría ser la pregonera en el nombre de su madre, además esto sería algo que enriquecería a nuestro pueblo.
Hay que recordar que en su día César Manrique eligió nuestro municipio como residencia de descanso, por algo sería, residencia que hoy en día es "la casa museo de César Manrique", la cual es visitada por multitud de residentes y turistas, y es que el pueblo de Yé es un referente al pie de La Corona.
Perdone usted señor alcalde mi oportunismo, pero es que de verdad creo que es un punto importante que el pueblo agradeceríamos, y, teniendo en cuenta que usted también pertenece al mismo gremio que Doña Carmen, también podría formar parte de él.
Al igual que también poseemos una cancha de bolas en la que hace unos cuantos años atrás fue la cancha de bola donde más se jugaba aquí en el norte, todos los fines de serrana de todo el año, hasta que la bola pasó a ser un juego federado y por no cumplir las normas reglamentarias no se pudo tener un equipo federado, con lo que se hubiese podido también traer más vida al pueblo mediante campeonatos con otros pueblos y viceversa, un día un señor entendido dijo que era una pena porque la cancha estaba bien, que tenía solución siempre que hubiera voluntad e interés en solucionar el problema, y poder así también darnos más a conocer.
Dando ya por finalizado este pregón y también discurso con el fin de beneficiar al pueblo, no me quiero despedir sin agradecer a la comisión de fiestas por haberme elegido como pregonero en las Fiestas de Yé San Francisco Javier 2013, porque es para mí un verdadero orgullo ser el pregonero de mi pueblo.
Muchas gracias.
8 de noviembre de 2013.