PREGONES > Pregones de Yé

 

Buenas noches, señoras, señores, familiares y amigos del pueblo de Ye.

Hoy es un día muy especial para mí, porque, a pesar de haberme propuesto hace muchos años ser el pregonero de este pueblo, de mi pueblo, nunca me había atrevido. Es más, hasta hace unos días todavía me temblaban las piernas con tan sólo pensarlo, y me tiemblan todavía, pero aquí estoy para intentar hacer pasar un ratito agradable. Para contar lo que ha sido mi vida, sacarles unas risas y mirar hacia el futuro pensando que todavía, a pesar de mis 83 años, me queda camino para rato. Como se podrán imaginar, yo no estoy acostumbrado a esto, y me disculpo de antemano, pero mis hijos y mis nietos lograron convencerme. Ellos, junto a mis bisnietos, siempre me escuchan atentos cuando me arranco a contar mis anécdotas, entre risas, y me dicen, pero abuelo, tú podrías llenar un libro.

Me crie en Ye y estudié en la escuela de Doña Carmen Toledo, con 50 o 60 alumnos, hasta que tuve edad para trabajar, como era costumbre en aquella época. Jugaba con Suso, Esteban, Zenón, Juanita la de Filomena, Paquita, Sensita,….Era una escuela de chicos y chicas. Mi madre siempre nos llevaba a las tierras, porque ella tenía que trabajar y nosotros éramos pequeños. Mis hermanos eran mayores que yo, pero seguro que me tocaría cuidar a Antonio, que era el más chico. Y nunca estábamos quietos. Con 11 años iba con seño Comisindo, seño Policarpo y seño Manuel García a cuidar cabras a la Vega.

Ya los 12 años empecé a trabajar de recadero con Doña Basilia, llevándole la leche, la leña y la fruta a Haría en burro. En esa época, ganaba 2,5 pesetas. Los hombres, en esa época, ganaban 6 pesetas, sueldo que empecé a ganar un poco más adelante, con 16-17 años, con Don José Socas.

Trabajé con Don Mariano en las viñas. Con Don Rafael Ramírez, con Doña Pepa...y con algunos más que se nos quedarán en el tintero. "Era una época en la que el trabajo era necesario y lo más importante del día a día desde que éramos niños".

"Mi padre, de pequeño, me mandaba a La Breña a buscar hojas de higuera para los animales. Pero cuando yo le decía que en esa burra no iba, él me respondía, Ah jodío!, te voy a comprar una moto pa’ que vayas y vengas.

“Con mi padre también me dediqué a comprar vino en barricas en todas las bodegas de Ye para luego venderlas en Guatiza, Mala, Tahiche y Arrecife.”

“Otra cosa que hacíamos en Ye era manillar tabaco. Desde que nos enterábamos íbamos corriendo porque sabíamos que iban las muchachas y así hablábamos con ellas.”

En Ye estuve hasta que cumplí los 19 años. Fue entonces cuando se trasladé a Arrecife a trabajar con Gerbasio. En esa misma época, trabajando en Ye con Don Eusebio, un día le dije a éste, "Mañana no vengo a trabajar porque voy a Arrecife a comprar un solar". Y tanto Eusebio como Santiago el Rubio, que trabajaba con él, de risas, me preguntaron, "¿Y para qué quieres tú un solar, para plantar cigarros puros?". Estos dos incrédulos no creyeron lo que yo pretendía. Y es que, al tiempo ya de casarme, con mi primera hija de 14 meses, nos fuimos a vivir a Altavista. Donde, luego, todos los que no creyeron que se fuera a trasladar a Arrecife terminaron haciendo lo mismo que yo. De hecho, cuando tenía 21 años me fui a Villa Cisneros a trabajar, y al regresar, un año después, ya todos ellos habían comprado un solar en Arrecife también. En Villa Cisneros trabajé en la Telmo haciendo un muelle, con mi cuñado Meregildo, con Domingo el teniente, mi cuñado Luis García,... De noche iba a descargar camiones de arenilla con tres de Las Palmas, que eran los peones.

Ya de vuelta en Lanzarote, con la casita hecha, monté una cantina que tuve durante 13 años en mi casa, empleando dos habitaciones. Mientras, de día, trabajaba de peón con Mariola Bravo. Salía de trabajar, comía a las 12 y a la 1 tenía que estar otra vez allí para comenzar a trabajar de nuevo, hasta las 5 de la tarde. Y así cada día desde las 7 de la mañana. Pero ahí no terminaba mi jornada, porque por la tarde, llegaba a mi casa, me duchaba y me metía en la cantina hasta la 1 de la madrugada. Y a las 6 de la mañana otra vez en planta. "Hoy en día se quejan de trabajar pero trabajo el que había que pasar en aquella época." Recuerdo que mi hija María Josefa salía de la escuela, chiquitita, y venía derechita a limpiar la cantina. No era un restaurante pero tenía pescado frito y tapas. Compraba una barrica de vino de 160 litros y se vendía por vasos en una semana. Allí los hombres jugaban a la bola. Y de tanta gente que se reunía siempre, se empleaban las 100 bolas que tenía.

Al cerrar la cantina me ofrecieron los bares del cine Atlántida, y acepté. Allí estuvimos 5 años, incluso de portero. Y siempre tuve la ayuda de su mis hijos y mi yerno Ramón. Hasta que un día se quemó y lo tuvimos que dejar.

Estuve también en Arinaga, en las Galerías de cal. Y en La Palma, cargando papas.

Trabajé en las Salinas de Órzola, en Bajo Risco,...

Estuve vendiendo donuts, que los mandaba a pedir a Las Palmas y todos los días los iba a recoger al aeropuerto. Luego me dedicaba a venderlos por las tiendas. Así como también vendía manises, almendras,...Mandaba a mi hijo Juan a venderlos en Órzola, en una bicicleta. Me gustaba ser negociante, como se decía antiguamente.

Después hice dos almacenes, uno para jugar a la bola y otro para montar un bar. Pero luego me lo pensé mejor, porque ya en la cantina tuve malas experiencias, con pleitos casi todas las noches. Y es cuando decido poner una frutería, la cual mantuve durante un año.

Me casé, en la iglesia vieja de Ye, a los 21 años de edad con Concepción García Figueroa (Hortensia), el 10 de mayo de 1959. Tuvimos 5 hijos. La tercera, una niña preciosa, se nos muere en los brazos con 4 mesitos. Mis hijos, María Josefa, Lázaro, Juan Manuel y Carmen Delia, han sido para mí y para mi esposa el mayor regalo que nos ha podido dar la vida. Unos hijos que nos han llenado de alegría, que han sido un orgullo para nosotros, por ser muy buenas personas, trabajadores desde pequeños, y jamás tuvimos ninguna queja de ellos, sino todo lo contrario.  Tenemos también 12 nietos, 5 bisnietos y otros dos en camino. Una familia grande que siempre hemos querido mantener unida, y a pesar de que el tiempo los puede ir separando, porque cada uno coge su camino, reunirlos a todos y verlos juntos es un motivo de alegría.

Podría escribir un libro, como dicen mis nietos, y me quedaría muy corto, porque mi vida está llena de vivencias, de experiencias, de momentos que hoy en día no se ven y que son incluso difíciles de creer. Muchas de ellas, contadas hoy, hacen gracia, pero en aquellos momentos no fueron para reírse. Por ejemplo:

"Estando trabajando en D. Emilio Curbelo, en el Lomo Blando, Órzola, Salíamos a las 6 de la mañana. Crisóstomo, tenía unas pencas llenas de higos gallones tendíos en el Barichuelo. Pues nosotros cogíamos una docena cada uno, Yoyo y yo. Un día venía Crisóstomo montado en un camello moro. Yoyo me avisó, pero yo, que estaba entretenido arreglando el zapato que se me había roto, pensé que eran cosas de él, que era mentira. Y cuando lo veo que viene aquel hombre rabioso, como un loco y me lanza una piedra. Las carreras mías fueron pocas. "

"Pero la vida no era sólo trabajar. Aunque para divertirse también se pasaban trabajitos. Íbamos a los bailes de Máguez y Haría. Y volvíamos caminando. Con los zapatos al cogote para no estropearlos. Si uno se daba en el pie con una piedra, lo primero que decía era... ¡Coño, si llego a traer los zapatos puestos! Que ignorancia aquella, donde uno se preocupaba más por los zapatos que por el dolor de los pies, o por romperte un dedo."

"Los domingos iba a ver a mi novia, Hortensia, como la conocen todos. Iba a su casa y nos veíamos en el recibidor. Siempre y cuando me dejaban entrar, claro está. Porque esa era otra. Era una época de mucho respeto, y a los suegros más que respeto se le tenía hasta miedo."

"Soltero, estando en Gran Canaria, iba a hablar con Hortensia al Matorral. Ida y vuelta caminando. En aquella época de soltero me gustaba el trago e iba parando en las casetas de madera que vendían ron. Me echaba un vasito de ron y un puño de bastillas para quitarle el gusto. Ella decía que cuando llegaba a verla ya estaba “harto” (borracho).  Fue una época de juventud en la que todos hacíamos lo mismo. Sobre todo cuando tenías que irte sólo a trabajar a otro lugar. Y gracias a Dios, hace ya 60 años que no bebo."

“El pueblo de Ye siempre ha tenido buenas fiestas. Desde siempre ha sido muy participativo. En mi época había dos comparsas de carnaval. Una era de Tomás Niz y la otra de Antonio, mi hermano. Las fiestas aguantaban cuatro días, de domingo a miércoles, en el casino de Domingo Perdomo. Se pedía por las casas a los vecinos para que colaboraran. Y con lo que se juntaba se hacía la comida. Ya el último día se recorrían los pueblos, Guatiza, Arrecife, el parque,....”

En Ye también teníamos muchas cantinas. Por ejemplo la de Domingo Perdomo, Francisco, Guillermo, Ginés (el padre de Lolina) en la que había hasta bailes con timple y guitarra. Se hacía negocio en ellas todo el mundo bebiendo. Luego venían los pleitos. Y es que si no había pleito, el baile no servía.

Recuerdo de Ye también, que los viejitos no cobraban subsidio, y tenían que trabajar. Mi abuelo se dedicaba a arrancar bobos para pelarlos y venderlos, o seño Juan García, que tenía que trabajar en los Almacenes.

 

A pesar de haber vivido en Altavista durante 44 años, todos los fines de semana subíamos para Ye a pasar unos días, y siempre que pudiéramos. Incluso, muchas veces dejábamos a María Josefa al cargo de sus hermanos para ellos subir cada vez que hiciera falta. Había que atender las tierras. Además tenía a mis suegros y también había que estar pendientes de ellos para lo que hiciera falta.

También íbamos mucho a Órzola, donde hicimos una casa, pero sobre todo en verano o semana santa. Allí disfrutamos mucho, sobretodo mis nietos, en ese Lajiar. Esos baños en el Charco Pepa, o de la condesa,… Muy buenos tiempos aquellos de cabildo por las noches al fresco, con la brisa de la mar. 

Ya, una vez retirado, (después de trabajar durante 18 años en  "Los Fariones", como se conoce comúnmente a Puerto del Carmen. En Velázquez y La Ola, de jardinero y freganchín) nos venimos a vivir a Ye, donde disfrutamos de la tranquilidad, de las tierras, siempre alrededor de ellas. Por las tardes una partidita en el teleclub con los amigos, que han ido partiendo desgraciadamente. Jugábamos a la baraja, el dominó o la bola, que es lo que más me gusta. Actualmente voy a jugar con los abuelos conejeros, y lo seguiré haciendo mientras el cuerpo aguante y pueda. Hoy en día no se me caen los anillos por seguir trabajando. Sigo atendiendo mis tierras, plantando y cogiendo él sólo las papas, si hace falta, o cualquier tipo de grano o verdura. Me dedico a la poda, a la vendimia, y a lo que haga falta. Y aunque falta no me hace, porque yo ya los tengo a todos criados,  como mejor me siento es trabajando. Me agacho y me levanto como cualquier muchachito joven. Y es que la fuerza, la voluntad, la energía y el carácter no me faltan. Y ojalá pueda seguir así muchos años, jugando con sus nietos y bisnietos, riendo con ellos y sus gracias, viéndolos crecer. Yéndolos a ver cantar y bailar, porque me salieron todos artistas. Y que puedan seguir disfrutando de este abuelo que los quiere tanto, de mis anécdotas y de mi forma de contarlas que tanto les tienta la risa.

Señoras, señores, espero que les haya gustado este trocito de mi vida. Que hayan pasado un ratito agradable. Y, sobre todo, que disfruten de estas fiestas que tanto trabajo cuestan para que todos nosotros disfrutemos. Gracias a la comisión de fiestas, que sin ellos esto no sería posible. Y muchas gracias por pensar en mí para ser el pregonero.

Buenas noches.