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Don Rafael Betancort Feo nació el 22 de octubre de 1921 en el pueblo de Máguez. Es el segundo de los hijos nacidos del matrimonio formado por Don Andrés Betancort Reyes y Doña Bárbara Feo Barreto.

Su infancia y adolescencia transcurre en el pueblo de Máguez donde asiste a las clases del maestro Fornas y ayuda a sus padres en las tareas agrícolas.

Realiza el servicio militar en el cuerpo de infantería de las Palmas de Gran Canaria donde trabaja como asistente del teniente Don Rafael López, emitiendo recetas a los mutilados de la Guerra Civil.

Tras finalizar el servicio miliar regresa al pueblo de Máguez donde continúa ayudando a sus padres en la tareas agrícolas.

Don Rafael Betancort fue socio fundador del Centro Democrático de Máguez. Desde joven destaca por su habilidad para el deporte. Su especial agilidad le permite ser un luchador de especial destreza. Su afición por la práctica de la lucha canaria le lleva a formar parte del equipo de Máguez, entrenado en ese momento por Don Juan Bautista. En una de esas luchadas Don Rafael Betancor se rompe una pierna que lo incapacita para seguir practicando su deporte favorito. Pero este hecho no lo amilana y si bien no puede disfrutar de la lucha canaria desde la arena del terrero lo hace como espectador desde las gradas. Es habitual verlo en todos los encuentros de lucha que se disputan en Haría donde es querido y respetado todos.

El 30 de agosto de 1951 contrae matrimonio con Doña Juliana Torres en Haría. Fruto de su matrimonio nacerán sus hijos Teresa y Rafael Betancort Torres.

En la década de los años sesenta traslada su residencia al pueblo de Haría donde reside en la actualidad.

Otra de las grandes aficiones de Don Rafael Betancor ha sido lo bola canaria, deporte que ha practicado hasta hace pocos años.

En la década de los sesenta comienza a trabajar como maestro albañil en el acondicionamiento de los primeros Centros Turísticos de la Isla. Don Rafael trabajó en los Jameos del Agua, Cueva de Los Verdes, Montañas del Fuego, Mirador del Río, Monumento al Campesino y Jardín de Cactus.

Pero la habilidad con la que las manos de Don Rafael Beancort colocaba con esmero cada una cada de las piedras volcánicas en el acondicionamiento de los Centros no era comparable con la extraordinaria destreza de la que hacía gala para curar las dolencias musculares. Desde pequeño aprendió con su padre a "arreglar desconches" como popularmente se conocían estas dolencias.

 

 

 

 


RAFAEL BETANCORT FEO

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