Productos y procedencia
La procedencia de los productos era mayoritariamente local o insular, el pescado procedía de La Graciosa y otros productos más elaborados de Gran Canaria, Tenerife y también de la Península.
La isla de La Graciosa vendía sus pescados en Haría, subidos penosamente por El Risco. Una vez vaciados los cestos de pescado, eran llenados con productos de las tiendas aquí tratadas. La historia es la misma para Órzola, Punta Mujeres y Arrieta; los del interior traían grano para moler y aprovechaban para comprar gofio, como los de Ye, Máguez y demás caseríos de la comarca, con una población que aumentó al venir gentes de Soo o Uga para trabajar de medianeros.
En ocasiones se alquilaba un local o almacén para realizar la actividad comercial. Dado que los productos se vendían a granel, la mayoría de la clientela acudía con envases propios para la compra del artículo.
Siendo la venta en ocasiones de fabricación casera, existían almacenes dedicados sólo a la venta de textiles, productos locales del campo o de la mar, e incluso tabaco cultivado y elaborado artesanalmente.
Algunas tiendas empezaron vendiendo productos de sus huertas, propias y luego ajenas, para pasar más tarde a ampliar el negocio con otros productos (petróleo, aceite, pan, arroz, granos de temporada, alpargatas, diversos productos agrícolas, etc.) y con la llegada de nuevos tiempos, también materiales de construcción (cemento, hierro, etc.).
Los huevos fueron un producto objeto de trueque con otros productos del comercio; había señoras que intercambiaban el excedente de huevos de las gallinas de su casa por productos de la tienda, por ejemplo Dª Nieves Florentina.
Muchos de los productos, en tiempos de penurias, se vendían mediante cartilla de racionamiento y cuando escaseaba el millo en las tiendas para canjear con los cupones, se ofrecían cupones para adquirir trigo; pero al no ser el gofio de trigo muy del gusto de la población, se regalaban al panadero para que hiciera pan y de esta manera aprovechar los cupones y no devolverlos.
Las medidas para comprar líquidos eran unos recipientes (general-mente jarras de latón) de litro, cuarto de litro y un octavo de litro. Para servirlos, en algunas tiendas usaban una bomba manual que ya marcaba la capacidad. Para el peso se usaba el kilo, medio kilo, cuarto de kilo y gramos, y se servían para ello de unas pesas, balanzas o romanas. Algunas tiendas tenían piedras (callaos) de los pesos mencionados y la picaresca hacía que existieran los callaos de comprar y los de vender, que lógicamente tenían pequeñas diferencias. Para la medida del grano en cantidad se usaba la fanega, la media fanega, el almud, el medio almud y el cuartillo, que eran cajitas de madera con la capacidad que se correspondía a la cantidad de grano necesario para sembrar dichas superficies y fracciones de las mismas. De manera que la medida de una fanega de grano es la cantidad de semilla necesaria para cultivar una fanega de tierra.
Los productos más solicitados eran los de subsistencia (como aceite, granos, gofio...), productos agrícolas de estación y secos, (como uvas, higos, etc.), petróleo, alpargatas, telas, vino, utensilios o aperos del campo, semillas...
También hubo una industria de realización de jabones, pero la comercialización de estos se realizaba en todas las tiendas.
En aquellas tiendas cuyos dueños eran analfabetos se sacaba la cuenta de sus clientes a base de una especie de ábacos, para lo que se valían de palitos, redondeles y cuadrados, correspondiendo a distintas monedas de cada época. Es sorprendente que no se equivocaran lo más mínimo.