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Conocí a Leandro Perdomo de la mano de mi padre, allá por los años sesenta, leyen­do algunos periódicos viejos que mi padre coleccionaba. Más tarde, cuando se publi­có su libro "Lanzarote y yo", editado por el Cabildo Insu­lar, lo leí con verdadero interés. Por esas fechas co­nocí personalmente a don Leandro y, a partir de ese momento, comencé a intere­sarme por su obra. Recuerdo que una vez le hablé con entusiasmo sobre las cróni­cas que recién había leído en su libro. Él, a cada elogio que yo hacía de sus artícu­los, respondía con una son­risa socarrona. Al final, así, como quien no quiere la cosa, me dijo: "Yo soy el mejor crítico de mi obra y la conozco sobradamente. Sé que lo que escribo son artículos costumbristas sin mayor valor. Yo conozco mis limitaciones". Me sor­prendió-tanta modestia y a partir de ese momento leía todo lo que caía en mis manos y que tuviera su firma. Casi todo me gustó. Con el paso del tiempo mantuve con él una relación bastante intensa y leía todo lo que publicaba, que, con frecuencia, se reducía a su página semanal en LANCELOT.

Para poder hablar con cierta objetividad del perio­dista Leandro Perdomo, hay que remontarse hasta el 1 de enero de 1946, en que apa­rece, después de doce años sin prensa en Lanzarote, el semanario “pronóstico”, del que fuera fundador y director. Nace en un momento y en unas circunstancias poco propicias para el oficio de director de periódicos y cro­nista. Curiosamente "Pro­nósticos" no se define como un periódico informativo -bien sabía Leandro Perdomo que poco se podía informar en aquel momento- sino como Semanario Deportivo Literario y Artístico y cuyo compro­miso era el de "excitar al cultivo de las tres especies sobre suelo insular". No sé si al final consiguió el triple compromiso, pero lo cierto es que ha sido el periódico, de todos los publicados en la isla, que mejor ha tratado el aspecto literario. En él -y sobre este tema queda mu­cho por decir- escribieron los mejores prosistas y poetas canarios del momento.

Sobre el periódico "Vol­cán" creado y publicado en Bélgica, poco voy a decir. Tal vez que ha sido el a este respecto, conozco.

Se da por hecho que el diablo sabe más por viejo que por diablo, sin embargo con don Leandro no pasaba lo mismo: sabía tanto por viejo como por buen profe­sional, no en vano llevaba más de cincuenta años me­tido en el oficio de periodista y esto lo convertía en uno de los más sagaces y críticos analistas de la realidad. Podría citar casi de memoria decenas de artículos exce­lentes, pero recuerdo espe­cialmente uno sobre política insular que suelo ponerlo a mis alumnos como ejemplo de cómo se debe hacer una crónica: comenzaba diciendo que para ser profesional de la política, o sea político, no hacía falta sino ser elegido y esto ya lo convertía, como por obra y gracia del Espíritu Santo, en una persona inte­ligente y preparada para administrar la cosa pública, y pasar de ser "chico de reca­dos" se convierten de un días para otro en preparadísimos administradores del dinero de todos. Y él, después de ironizar este tema, proponía una solución: que sólo hu­biera un político para todo Lanzarote -un alcalde por ejemplo- y que además se le prohibiera meterse en políti­ca para que no fastidiara e asunto.

Que yo sepa don Leandro nunca entró en el juego de dimes y directas tan común entre algunos periodistas y siempre que tuvo sus más y sus menos con algún gacetillo al uso lo resolvió como le hacen los caballeros: sir entrar en el enfrentamiento personal. Quienes lo cono ciamos, sabíamos como él que aquellas cosas no pasar de ser simples malentendidos o ganas de fastidiar la pavana. Pasaba por alto estas cuestiones y la semana siguiente nos volvía a sorprender con un análisis agudo sobre otro tema de actualidad.

Debo confesar que no soy un buen lector de la prense insular pero suelo ojear -y hojear- casi todo lo que se publica en Lanzarote y es verdad uno termina, con bastante frecuencia, agobiado con tanto nombre propio y tanto enfrentamiento de patio de vecinos; por eso leer la crónica semanal de Leandro Perdomo era pan mí una forma de observar la ajetreada vida insular desde otra perspectiva. Era la de Leandro una mirada seria penetrante y, con frecuencia, mordaz de la realidad que él contemplaba desde su Villa natal con una profundidad y una objetividad asombrosa.

Y es que, aunque nuna quiso dar el verdadero vale a su obra, bueno es que nosotros, sus paisanos, comencemos a valorarlo y a tenerlo en cuenta como lo que es: el mejor cronista de Lanzarote

 

 

 

 

 

 

 
NAZARIO DE LEÓN ROBAYNA

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