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Fuente: Nocturnidades

Javier Ramón

 

Prólogo 

 

Supe de la existencia de este libro hace ya algunos años, cuando todavía aquello —supongo— era un mero entrete­nimiento del autor. Ya entonces me pareció ver en aquel manojo de historias un buen proyecto de libro, un acerca­miento serio al mundo de la creación literaria. Desde esa época tuve la seguridad de que, si lo intentaba, Javier Ramón podía completar una obra muy interesante. Y eso es exactamente en lo que se ha convertido aquellos papeles: en un libro fascinante, cautivador.

Encontramos en él una serie de relatos unidos por un nexo común: la soledad, el desasosiego y el dolor de unos personajes que parecen no entender nada de lo que ocurre a su alrededor y deambulan por la vida sin otra meta aparente que su propia destrucción. No se puede leer, pues, como una interesante recopilación de historias más o menos entre­tenidas ni como si de un libro de cuentos se tratara. Hay que leerlo como lo que es: una disección de un mundo real y concreto que el autor conoce a la perfección. No quiere decir esto que Javier cuente aquí sus experiencias, hable de sus frustraciones, de sus desamores, de sus miserias, de su marginalidad. No. Habla de lo que él ha vivido desde dentro y desde fuera. Desde fuera como espectador y desde dentro como actor de una vida que él califica de teatro y que ha sabido juzgar unas veces e interpretar otras, con esa objetivi­dad que sólo tienen los observadores atentos. Es la visión de un analista que es capaz de penetrar en la realidad que le rodea como si fuera ésta su propia realidad.

Es un libro escrito con sobriedad, con un estilo conciso y claro pero con abundantes incursiones en el terreno de la ironía y del humor pero sin una sola concesión a la frivoli­dad. Sin embargo detrás de ese humor socarrón y esa fina ironía se esconde un texto duro, agrio que roza, a veces, con lo cínico.

Se descubre detrás de lo meramente anecdótico un análisis, a veces amable (en el sentido literal de la palabra: que puede ser amado), a veces cruel e insolente de una reali­dad insular que él conoce bien. Es ante todo la visión des­carnada de una sociedad —la insular— que cambió de forma de ser y de pensar en muy poco tiempo, sin que se le diera la oportunidad para adaptarse a alteraciones tan brus­cas. Es una disección, realizada sin contemplaciones ni miramientos, de una sociedad producto de la inesperada convulsión turística.

No está hecho sólo para entretener. Es, sobre todo, un libro hecho para reflexionar mientras se disfruta con la lec­tura. Es la fusión perfecta entre el libro de entretenimiento y el libro de análisis. Ha eliminado casi todo aquello que podría sonar a poético, a estéticamente inútil, ha preferido una prosa directa, sin concesiones a la belleza. Cada una de las historias mantiene una forma y una estructura distintas tanto en extensión como en la organización de la trama. En algunas prescinde casi del argumento, dejando la historia en la mínima expresión, utilizando sólo aquello que él consideraba necesario para que se pueda entender lo narrado.

Otras veces se engolfa en los detalles construyendo auténticos cuentos, en el sentido tradicional de la palabra. Cuentos con una estructura impecable —lo que demuestra que conoce y maneja a la perfección este tema—, pero si se lee con detenimiento nos damos cuenta que no es sino un guiño al lector, una especie de juegos de complicidades: el lector sabe que lo que tiene delante no es una colección de cuentos al uso aunque podía haberlo sido. Y el autor sabe que si hubiera querido podía haber escrito una colección de cuentos. Los dos saben que esto es un reto, una experiencia personal y que da igual qué medios se hayan elegido porque lo que se pretende no es tanto relatar unos acontecimientos más o menos reales sino mostrar un mundo lleno de contra­dicciones, hipócrita y falso. A veces un mundo sin esperan­zas. Pero ese mundo donde se desenvuelven los personajes del libro no es un lugar extraño, alejado de la realidad, ais­lado. Es un espacio real, un ambiente que se repite en cada pueblo, en cada ciudad, Es ante todo una visión deformada, casi esperpéntica, de esta sociedad decadente y sin metas aparentes.

Algunos personajes —o quizá todos ellos— son pre­sentados como seres que huyen hacia delante sin ser plena­mente conscientes de esta huida. Son individuos que han hecho de este modo de vivir su particular lucha contra una sociedad que les oprime, su forma de demostrar que van a contracorriente — ¿o que son llevados a contracorriente?—

No le interesa al autor llegar a conclusión alguna ni quiere meterse a moralista. Sólo pretende ofrecernos su especial punto de vista, mostrarnos de qué color es el cristal con el que él ha observado la realidad. Y que cada una saque, si le apetece, las conclusiones que quiera. Ese ya no es su problema.

 

Nazario de León Robayna

 

 

 

 

 

 

 
NAZARIO DE LEÓN ROBAYNA

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